Artium Museoa estrena su programación expositiva de este año centrándose en la didáctica y en los proyectos educativos destinados a generar espacios de encuentro para la formación y el crecimiento cultural que se desplegaron, en el País Vasco, entre fines de los cincuenta y fines de los setenta.
Organizada en colaboración con la Fundación Museo Jorge Oteiza y comisariada por Mikel Onandia, Rocío Robles Tardío y Sergio Rubira, “Un sitio para pensar” consta de una veintena de casos de estudio relativos a proyectos de índole educativa que responden al propósito, enunciado por el propio escultor en su día, de generar espacios para el desarrollo intelectual colectivo (proyectos a los que el museo alavés ha tratado de dar continuidad en los últimos años a través de programas como el Instituto de prácticas artísticas JAI o MAGNET). Diecinueve de esas propuestas que vinculan prácticas artísticas y pedagogía experimental se estudian en Vitoria, mientras que la última, Un ojo transitivo. El proyecto del Cine Club Irún, se desgranará ya en el Museo Oteiza a partir del día 26 de este mes.
En 1963 y en la publicación Quousque Tandem…!, el artista de Orio expresó las dificultades para articular reflexiones y discursos artísticos de índole colectiva en aquel momento: Nosotros, que no tenemos ni un lugar de convergencia, ni un simple sitio para reunirnos a pensar, no podemos hablar de investigación, escribió. Era una queja, pero también una llamada a la acción y como tal la toma Artium en esta exhibición, que bucea en la gestación y desarrollo de esos proyectos, impulsados individual o colectivamente, que entre 1957 y 1979 buscaron fomentar el crecimiento cultural y sociopolítico en niños y adultos.
Subrayando los nombres a los que se deben aquellas experiencias y los lugares donde se asentaron estas, logra Artium conectar artistas, geografías y debates relevantes en el panorama vasco y español de aquellos años: los ligados a las fronteras entre lo figurativo y lo abstracto, a la integración de las diferentes disciplinas artísticas y su defensa, a la necesidad de renovar la enseñanza en estas materias o a la consideración de la función social de la creación, especialmente en lo relativo a la infancia. En el fondo, plantea este centro un acercamiento a capítulos que podemos considerar como fundacionales en el arte reciente en esa región pero desde el enfoque de la enseñanza, haciendo hincapié en los posibles roles del artista y en el contexto histórico y social.
El estudiado, por cierto, se inicia en 1957 porque fue el año en que coincidieron varias iniciativas y programas dentro y fuera del País Vasco y aquel en el que Oteiza dejó a un lado el proceso de experimentación escultórico que mantenía para centrarse, precisamente, en la reflexión sobre el papel social y político de los creadores; 1979, por su parte, fue la fecha en que la Escuela Superior de Bellas Artes del País Vasco se estrenó como Facultad, un cambio de denominación que se entendió como promesa de una transformación más ambiciosa en cuanto a estructura, programa, equipamientos y renovación docente.
Se plantea el recorrido en un orden diacrónico compatible con una narración sincrónica, de modo que quede claro al espectador que algunas de las experiencias referidas fueron simultáneas y también su desarrollo desde las artes plásticas. Muy diversas tanto en sus enunciados como en su funcionamiento, se desarrollaron en años marcados por la renovación educativa y social fuera de los ámbitos reglados, de la enseñanza oficial, multiplicándose así sus posibilidades.
“Un sitio para pensar. Escuelas y prácticas educativas experimentales en el País Vasco, 1957-1979”
c/ Francia, 24
Vitoria
Del 21 de enero al 12 de junio de 2022
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