Francisco Calvo Serraller
Concebir una exposición monográfica centrada en la tauromaquia, tema tan difícil y con precedentes históricos intimidantes, es ciertamente muy audaz, pero, si se hace desde las premisas de Nagel ( San Sebastián, 1947), se comprende, no ya el riesgo que comporta, sino su excitante desafío.
Andrés Nagel mezcla, en el conjunto de la treintena de piezas que presenta fechadas todas en el año 2000 y realizadas con un variopinto elenco de materiales ( hierro, plomo, poliéster, fibra de vidrio ..), el talento de la vanguardia para el libertinaje con una cada vez más sofisticada técnica artesanal, la cual se aprecia de manera palmaria cuando dibuja y graba. La evocación a Calder y Giacometti, no proviene de prestamos formales concretos, sino, sobre todo, por la presencia del espíritu de estos dos grandes escultores, con los que Nagel parece sentirse afín. De todas formas, lo verdaderamente significativo de la exposición es la riqueza y brillantez de soluciones que ingenia Nagel en su interpretación plástica de esta antigua fiesta ritual, eludiendo casi todos los ilustres precedentes, llevando el asunto a un terreno no frecuentado.
Andrés Nagel
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