Hablar en Austria del periodo Ringstrasse implica evocar un pasado artístico romántico e idealizado que coincidió con una etapa de rápida industrialización y de cambios convulsos que afectaron a la sociedad, la economía, la política, por supuesto al arte, y a todos los ámbitos de la vida diaria.
En aquella etapa previa a la crisis económica de 1873, que también tuvo por nombre Gründerzeit (época de los fundadores), suntuosos palacios privados y grandes edificios públicos fueron construidos en torno a Ringstrasse, el magnífico bulevar de Viena, y en su decoración trabajaron los mejores pintores de aquel tiempo, fundamentalmente Gustav Klimt, alma del colectivo Künstler-Compagnie, artistas de la escuela Carl Rahl, especializada en pintura histórica, y Hans Makart, el llamado “príncipe pintor”. De ellos se dice que dieron forma y color a una época y a ellos está dedicada la muestra “Klimt and the Ringstrasse” que puede verse hasta el 12 de octubre en el Bajo Belvedere.
En sus salas se han recreado conjuntos decorativos completos que ofrecen al público destellos de la opulencia decorativa vienesa de entonces. Hay que recordar que la Ringstrasse era uno de los conjuntos más notables de la arquitectura de la ciudad en aquel momento y el eje de su centro histórico. Su construcción a finales del siglo XIX quiso expresar urbanísticamente la autoafirmación de Viena como centro único del Imperio Austro-Húngaro y también el enorme poder político de éste en el conjunto de Europa.
Esta vía comenzó a levantarse en la década de 1860, pero sólo pudo completarse, al menos en gran medida, tras estallar la I Guerra Mundial. Pronto se convirtió en el emblema de la Viena más dinámica y comercial y del propósito de la monarquía de modernizar la ciudad, de transformarla en una metrópolis industrial y abierta.
Edificios como el Burgtheater o los Naturhistorisches y Kunsthistorisches Museums subrayaron el liderazgo cultural de la monarquía austrohúngara y el Neue Hofburg remarcó el poder político de los Austrias. Junto a ellos, palacios de burgueses adinerados, el Parlamento, la Bolsa y el Musikverein ponían de relieve el poder creciente, en lo económico y lo cultural, de las clases medias; de hecho, podemos interpretar la Ringstrasse como reflejo de esa doble autoridad: del poder político de la familia imperial y del poder comercial de una burguesía enriquecida. A esa concepción responden también los esquemas decorativos empleados en los edificios, expresión de las intenciones de representación de sus respectivos dueños.
En el pasado, pintura, escultura y arquitectura tendían a desarrollarse de manera aislada; en la Ringstrasse entraron en fecunda comunión.
Klimt está representado en la muestra del Belvedere por trabajos tempranos que paradójicamente supusieron la culminación del llamado estilo Ringstrasse.
En definitiva, la exhibición presenta una visión diferenciada de una época que, utilizando los nuevos medios de la producción industrial y la reproducción, en muchos aspectos superó las posibilidades de la artesanía y fue en busca de un nuevo canon de valores artísticos.
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