Quien conoce el relato enmarca el lugar.
Digo: “Imaginamos y hacemos de la experiencia
una ventana”. Cuántas veces el sol chocando
en esa puerta, y la fuente y esa espera de los objetos perdidos
en el fondo.
Yo digo que quizá sea bueno pensar que los espacios también
nos definen. Pensar
en los detalles.
La memoria desempeña un rol fundamental en la pintura de la artista granadina Julia Santa Olalla, y no exactamente porque la ejercite en exteriores llevando sus impresiones al trabajo en el estudio, sino porque la conduce a tiempos más lejanos y hacia los espacios donde ya no habita y que, de modo más o menos explícito, la marcaron; hacia aquellos entornos a los que puede, y podríamos en su lugar, experimentar alguna nostalgia.
Sus recuerdos remiten, en muchos casos, a La Caraluna, en la finca La Cubana, donde vivió durante años y que dio título a una exposición reciente en Murcia: tamizado por la subjetividad de su experiencia, ha llevado este escenario a varias de sus series, fijando en sus telas rincones concretos y, también, instantes y plasmaciones de luz específicas; fragmentos de una temporalidad ya perdida que, a veces, contribuye a fijar la presencia de niños jugando o de algún gato. Pero lo relevante en su obra son los espacios evocados desde las capas de emoción que imprimieron las vivencias y que asientan las décadas, un tiempo que logra que, aunque sean identificables los enclaves y los momentos de la luz, estas composiciones tengan algo de abstracto, de precisión perdida.
Junto a su propia memoria, el otro referente fundamental de las escenas de esta autora son los interiores flamencos: buena conocedora de las tradiciones pictóricas, tanto estéticas como formales, elige algunos de sus recursos compositivos sin caer nunca en la rigidez o en el exceso, y sin que el contenido domine al gesto, ni prime el cálculo sobre la sugerencia. No interesa que el espectador se pierda en su atención a los procesos, ni siquiera en la evidente energía de sus pinceladas, sino en su mencionada querencia por los lugares y sus códigos, nunca del todo revelados. Cada una de sus pinturas cuenta con una parte visible y otra invisible, como ocurre en tantos artistas apegados a lo cercano, desde Morandi y el alma de sus bodegones a Andrew Wyeth y su casa de Chadds Ford, o los jardines de María Moreno. Una parte de los lienzos de Santa Olalla solo puede ser imaginado, pertenece a la intimidad: sus escenarios pudieron albergar episodios felices o desdichados y parte de su atractivo reside en esa incertidumbre, siempre latente en lo cotidiano de los demás.
Una selección de sus trabajos recientes, ejemplos de pintura al tiempo narrativa y ambigua, pueden verse, hasta el 21 de julio, en “Las Mirlas”, su primera exhibición en F2 Galería (Madrid). Esta sala la representa junto a la murciana T20.
Julia Santa Olalla. “Las Mirlas”
Doctor Fourquet, 28
Madrid
Del 27 de mayo al 21 de julio de 2023
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