En el inicio de su trayectoria, Juan Zamora definía su obra como un estudio sobre la vida y sus procesos abordado desde la práctica del dibujo y la animación expandida en diálogo. En un principio, sus trabajos partían de experiencias personales en unos contextos y comunidades determinados, y en su creación el juego era una herramienta fundamental a la hora de generar relaciones inesperadas entre elementos dispares. Paulatinamente tanto sus intereses como sus técnicas se han ampliado en distintas direcciones y tendremos ocasión de comprobarlo en “La vida en emergencia”, la muestra que desde el día 18 le dedica la Fundació Sorigué y que es su mayor individual hasta la fecha.
Cuenta con dibujos -en ocasiones de ejecución espontánea, otras de factura meticulosa- y animaciones en vídeo, pero también con grandes instalaciones que derivan de ellos y a su vez aúnan medios propios de la entomología o la bioingeniería, y propone el reflexiones sobre cuestiones sociales y medioambientales candentes, en la estela de anteriores exhibiciones que esta institución brindó a Mat Collishaw y Armin Linke, tanto en Lérida como en Madrid. El recorrido tomará como punto de partida Soplando una flor, pieza que forma parte de los fondos de Sorigué, para vertebrar a partir de ella un examen a las cuestiones existenciales (el sentido de la vida, el amor y la muerte) o ligadas a la sostenibilidad medioambiental que pueblan la producción de Zamora, un autor atento tanto a asuntos de carácter introspectivo como al impacto de la acción humana en la naturaleza, a gran escala, y capaz de imbricar unos y otra desde enfoques tomados de la biología. Lo están, de hecho, ya desde el mismo título de este proyecto: el concepto de emergencia alude, en este caso, tanto a aquello que nace (emerge), necesariamente de una interacción entre partes atendiendo a la filosofía de la ciencia, como a lo que necesita de una acción inmediata para ser solventado, en referencia aquí a la necesidad de preservar ecosistemas amenazados.
Como si transitáramos por un paisaje, saldrán a nuestro encuentro piezas sencillas dominadas por lo gestual y otras más complejas en las que deberemos dilucidar qué es lo que percibimos y qué lo que imaginamos. En la mencionada animación Soplando una flor, que fue uno de los primeros trabajos de Juan y se incorporó a la colección Sorigué ya en 2009, una figura masculina sopla una flor portada por otra figura femenina que se balancea. Ambos, ejecutados con trazos abocetados y simples, se muestran desnudos y la separación entre el hombre y la flor hace referencia al tiempo que tarda el aire en alcanzar los pétalos desde que sale de sus pulmones: ese aire constituye el centro de esta obra; busca Zamora que podamos intuirlo casi desde la evidencia. A esta pieza incorporó, además, su propia voz, que hace hablar a los personajes sin filtros, de forma tan directa que a veces roza lo grotesco.
Comparte espacio, ese trasunto del viento en movimiento, con el dibujo esquemático, elaborado en la pared y a carboncillo, Un árbol y su sombra; carece de hojas y su reflejo quedará aparentemente proyectado en el suelo, pero no podremos tener claro si se trata de este o de sus raíces. También con pequeños dibujos animados, realizados a partir de bocetos en cuadernos de notas, en los que seres a medio camino entre lo humano y lo monstruoso, y trazados desde una estética infantil, harán referencia a los recovecos de su mundo interior, a su psique reprimida (la conjunción de lo infantil y lo oscuro y adulto es casi siempre recurso que despierta inquietudes en quien contempla, como la convergencia de lo más complejo y lo más sencillo).
En Lleida veremos asimismo el trabajo por el que obtuvo Zamora el Premio ABC de Arte 2009: Encima y debajo de una farola. Conjugando vídeo, dibujo y fotografía sobre aluminio, llevó a cabo animaciones protagonizadas por animales en las que fundía lo real con lo salido de su imaginación. No lo será, un espejismo, el punto de luz que atisbaremos en la nube-cerebro que compone Una estrella: resultará ser una fotografía, reproducida desde un mp4, del astro polar.
Contará además esta exposición con varias pieza específicas, entre ellas una producida junto al Instituto de Microbiología de la Carlos III y el Instituto de Investigación y Tecnología: Cultivar el aire consta de cajas Petri (recipientes empleados en microbiología para cultivar células y examinar el comportamiento de microorganismos) en las que Zamora ha buscado, justamente, atrapar el aire de diversas localizaciones. Dichas cajas son una suerte de cámara de fotos biológicas, porque nos permiten visualizar un mundo microscópico de otro modo inaccesible, y se completan con siete dibujos, en este caso, de técnica depurada: se dedican a aquello que no vemos pero forma parte esencial de nuestros cuerpos, como células y bacterias. Con toda intención, ha pretendido Zamora que lo que podría sernos, en su apariencia, extraño (estafilococos, micrococos, etc) tome el aspecto más familiar de las nubes y las plantas.
No lejos, otra instalación, Emerger la luz (Annus Futurum), nos adentrará en más tejidos, los vegetales: consta de hojas de girasoles intervenidas con luminiscencia en las que, por el procedimiento biomédico de la descelularización, podemos acercarnos a la vida interior de las mismas, al hacerse casi transparentes. Dado que estas hojas brotan de las ramas de árboles quemados y son encontradas en tierras arrasadas, aluden a la catástrofe de los incendios.
En la planta baja de la Fundació nos esperan cinco proyectos más, comenzando por el monumental Every missing flower, también concebido para esta muestra. Lo forman más de cien dibujos de plantas en peligro de extinción en Cataluña, junto a los de cuatro ya desaparecidas y el de una que ha podido recuperarse: se trata, en el fondo, de una gigantesca representación gráfica de la magnitud de la pérdida de biodiversidad en las últimas décadas.
También se vincula al territorio The Wormholes, una instalación en la que ha convertido los agujeros causados por los insectos en hojas en notas musicales: ha recolectado algunas con esos vacíos en el entorno de Lleida y las ha colocado en cajas de música, de modo que el público pueda interpretar con ellas una melodía.
Dibujos y un mural site-specific integran, por su parte, La emergencia de la vida, una instalación en la que fósiles de estromatolitos aluden al origen de la existencia a partir de lo colectivo, de la cooperación entre las partes y el conjunto, mientras que otra Instalación, Amor, apela al final. Dos relojes enfrentados, y unidos por un hilo que ata sus manecillas, giran en sentidos opuestos hasta que llegue el punto en que queden parados por la tensión de su unión; dado que la longitud de ese hilo corresponde, a escala, a la del perímetro de la Tierra, hace referencia Zamora a nuestra existencia finita.
Completan la exhibición las cinco proyecciones que componen Tierra y agua, elemento este último que implica vida y que en no pocos ritos adquiere carácter ancestral. La luz del sol, que como reza el proverbio latino, luce para todos, nos hará ver nuestra sombra reflejada en un arroyo: busca el artista que tomemos conciencia de que formamos parte de un todo universal junto a esos elementos naturales.
Juan Zamora. “La vida en emergencia”
Alcalde Pujol, 2 bis
Lleida
Del 18 de febrero al 17 de diciembre de 2023
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