Este año cumple sus setenta Juan Uslé, que nació en Santander pero acudió a formarse en Bellas Artes a la Escuela de San Carlos de Valencia y, en esta ciudad, descubrió esa otra luz, distinta y complementaria a la del norte, que tenía que ver con otros sentimientos e incluso con otras perspectivas de la cultura. En esa etapa alternó la práctica de la pintura y la de la fotografía, que formó parte de su reciente exposición “De luz y sangre” en la Sala Verónicas de Murcia y que él concibe como un territorio especialmente abierto a la subjetividad y la experimentación, pero en su regreso a Cantabria afirmó su voluntad de centrarse en los lienzos, un compromiso refrendado en los ochenta por sucesivas becas y por su establecimiento en Nueva York, en esa misma década y junto a Victoria Civera (allí continúa manteniendo un estudio).
Un conjunto de sus trabajos recientes pueden verse hasta noviembre en la Galería Elvira González, en “Ojos en la duda”, la que es su primera individual en este espacio desde que la firma pasara a representarlo hace unos meses. Se han enmarcado sus creaciones en la llamada Nueva Abstracción, una suerte de prolongación de la Abstracción postpictórica estadounidense, que favorecía la apertura o claridad en oposición a las superficies densas de los expresionistas abstractos y que no implicaba, a diferencia de las composiciones de aquellos, mensajes místicos o religiosos, sino que reivindicaba su propia existencia a través de zonas cromáticas sólidas, absolutas, y no de formas.
Las abstracciones de Uslé, por su parte, han conjugado la geometría y la línea como eje vertebrador con un lirismo vinculado, más que a experiencias personales concretas, a modos muy particulares de experimentar el tiempo y la noche (con su luz también propia y una luna que entiende muy evocadora); en definitiva, a modos de atender a las circunstancias más rutinarias para todos: las piezas que componen algunas de sus series más recientes, tituladas significativamente Alba, Desvelos, Sueños, Soñé que revelabas o El jardín censurado, parecen oscilar entre claridad y oscuridad, en una transición que este autor equipara a los desplazamientos humanos en esa misma dirección. Algunas de ellas surgieron de forma más o menos instintiva, en pulsos rápidos, y otras derivaron de procesos más meticulosos y reflexivos, de miradas detenidas. Además, varias de esas series le condujeron de manera clara a las demás, porque Uslé trabaja más dejándose guiar por el devenir de su ejercicio de la pintura (en ocasiones, con mucho de fisiológico) que imponiéndose a sí mismo rumbos previos.
Junto a esa inspiración que parte de lo nocturno, otra nota fundamental presente en buena parte de la producción reciente y anterior de Uslé la constituyen los ritmos y latidos, las pulsaciones que conectan su trabajo con la misma vida, en un sentido orgánico y temporal, y que hacen de estas pinturas vivencias desprendidas en lienzos; vivencias que, más que emocionales, podemos entender como físicas: hablamos de la respiración o del pálpito.
Suele referirse Uslé a estas telas como abstracción contaminada, considerando que no existe mayor pureza que la que pueda interpretarse como contaminación absoluta de referencias formales y mentales; los signos y gestos que pueblan sus imágenes parecen estáticos, pero se trata de manifestaciones de lo que incesantemente muta o se desvanece, como la luz que penetra por una claraboya o los sonidos vagos de la noche. El espectador podrá percibir que procura la captación del tránsito de lo luminoso a lo oscuro y las maneras en que ambos empapan los colores; tiende el artista a acentuar esas dualidades, también en las fotografías que el año pasado tuvimos oportunidad de conocer en Murcia.
Estos trabajos últimos son, asimismo, testimonios de la simplificación formal hacia la que ha caminado su pintura, allanando el tránsito de sus lienzos hacia una cada vez mayor profundidad, a la convergencia de lo hermético u opaco y lo reconocible, favoreciendo una interrogación continua del medio pictórico en sí en relación con el misterio de lo que puede o no atisbar la vista.
Esta exhibición coincide en Madrid con la presentación en el Museo Reina Sofía de una extensa retrospectiva de Soledad Sevilla, quien también se dejó inspirar por la noche en abstracciones bien distintas que merece la pena comparar: su serie Insomnios surgió del propósito de plasmar, también en gran formato, no los pensamientos que pasan por su cabeza cuando no puede dormir, sino lo que en su mente encuentra antes de que esas inquietudes cotidianas hagan aparición. Lo hizo, a principios de los 2000, en acumulaciones vibrantes de hojas en tonos de blanco, negro, gris y algún puntual rojo, con luces suaves entre la oscuridad general.
Juan Uslé. “Ojos en la duda”
C/ Hermanos Álvarez Quintero, 1
Madrid
Del 12 de septiembre al 2 de noviembre de 2024
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