Joana Vasconcelos en Liria: el espectáculo y las raíces

Sus trabajos se exhiben en el palacio madrileño de los Alba

Madrid,

Siete años después de que Joana Vasconcelos presentara en el Museo Guggenheim Bilbao una retrospectiva, “Soy tu espejo”, que entonces calificó como la más importante de su carrera, esta artista portuguesa despliega otra gran muestra en España, en este caso en un espacio que dota a sus piezas de connotaciones muy distintas a las neutras que podía aportarles el edificio vasco de Frank O. Gehry: el Palacio de Liria de Madrid; hay que subrayar que, si bien las obras de arte pueden modificar decisivamente nuestra percepción del entorno donde se sitúan, la situación inversa, menos recalcada, también suele darse, y en este caso el peso determinante del espacio, y de las colecciones que atesora, se hace muy patente.

Sus instalaciones remiten tanto a la estética barroca como a la cultura popular de su país, a los debates propios del arte reciente -especialmente los relativos a la participación del espectador en la interpretación de las piezas- y a determinados asuntos sociales, sobre todo a la situación de la mujer en diferentes momentos de la historia; se vale para ello de materiales tomados de la vida cotidiana, como electrodomésticos, azulejos, tejidos, medicamentos, urinarios, ollas o cuberterías de plástico, incidiendo en la carga narrativa y emocional con la que ya cuentan o que, en determinados contextos, pueden llegar a suscitar. Es habitual que acompañe estas creaciones, casi siempre a gran escala y de colores contundentes, de movimiento, luces y sonido: es una herramienta para atrapar a quien contempla, pero también subraya un carácter humorístico en su trabajo, desprejuiciado y exuberante.

En esta nueva introducción de Vasconcelos en un palacio histórico y pleno de connotaciones (ya ha pasado por Versalles, los Uffizi o el Palacio de Ajuda lisboeta), se han seleccionado cuarenta obras que entran normalmente en relación con la función o el pasado de las salas donde se exhiben, en algún caso cerradas de forma habitual a las visitas públicas, como el salón de música o la capilla; igualmente en los jardines. Uno de los objetivos de la muestra ha sido reclamar la continuidad con el pasado de Liria como espacio adecuado para acoger la creación contemporánea de cada época (y de la familia Alba como mecenas, también hoy).

Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos

El recorrido se inicia con los dos leones que custodian la entrada del edificio diseñado por Ventura Rodríguez: Vigoroso e Poderoso se fabricaron en aséptico y público cemento y se recubrieron con delicado y privado croché; y continúa mostrándonos su Flaming Heart dispuesto en la capilla, como corazón del palacio y lugar para la espiritualidad en comunión, y su lámpara de hierro y terciopelo negro, adornada con pendientes de flamenca comprados en Valencia: Carmen. Se exhibe esta pieza en la biblioteca con toda intención: junto a ella podemos ver las cartas en las que Prospero Merimée escribía a su amiga, la condesa de Montijo, sobre el contenido de su novela; y de fondo escucharemos su traslación operística por Bizet a cargo de María Callas. No lejos continúa la música: en la sala específica para ella, ha introducido Vasconcelos un piano cubierto, nuevamente, de un ganchillo hilvanado específicamente para él y que le da un sentido suntuario.

Mientras ascendemos al piso superior, contemplaremos en el hueco de la escalera su Valkyrie Thyra, que no remite tanto a las guerreras servidoras de Odín como a las mujeres contemporáneas; a ellas brinda también esta autora sus monumentales sandalias Marilyn, elaboradas con ollas de cocina y con sus tapas, objetos banales cuya suma configura unos zapatos de baile semejantes a los que Monroe llevó a Vietnam para animar a las tropas estadounidenses -y otra convergencia más entre lo público y lo privado-.

Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos

En una de las salas más extensas del palacio, que atesora tapices de Gobelinos dedicados a los amores de los dioses, se ha dispuesto el gran lazo J´adore Miss Dior (la firma francesa patrocina la exposición), elaborado con frascos del perfume del mismo nombre que cambian de color gracias a luces led; a Vasconcelos le interesaba hacer confluir el carácter manual que implica la elaboración de ese motivo con la contemporaneidad.

Y junto al retrato que Goya realizó de la Duquesa de Alba en Sanlúcar, con su cabello suelto a la Caramba (y también con lazo rojo), veremos la instalación Perruque, que recuerda a las pasadas mujeres de la Casa de Alba obligadas a portar peluca obligatoriamente, a través de la libertad sugerida por pelo suelto en diferentes tonos -la idea original de esta pieza la tuvo en Versalles-; y otra de sus mayores piezas ahora en Madrid es Corazón independiente negro, ejecutado con tenedores de plástico y vinculado a la saudade y al fado: es en cantinas donde popularmente solía cantarse, y en esta sala suena Amalia Rodrigues mientras también podremos contemplar muchos retratos, algunos velazqueños, marcados por el negro del duelo o del decoro de la corte española. No lejos queda el sofisticado erotismo de Marte y Venus, de Lavinia Fontana.

Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos

Culmina esta exhibición en el jardín, con La Théière, un sutil homenaje en hierro forjado a la devota Catalina Enriqueta de Portugal, que fue reina consorte de Inglaterra, Escocia e Irlanda tras contraer matrimonio con Carlos II. Parece que le costó adoptarse a los hábitos de la corte inglesa, en la que se dice que introdujo la costumbre de beber té, compartido por el rey en señal de su amor.

Conviene recordar que las piezas de Vasconcelos son fruto del trabajo de un taller extenso, porque obras de esta envergadura necesitan de muchos hacedores. Y que en ocasiones los palacios del XVIII pueden hacer mucho, dotar incluso de sentido esquivo, a las instalaciones del XXI: era difícil, pero la convivencia, en el juego con paleta y escalas, es acertada.

Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos
Joana Vasconcelos. Flamboyant. Palacio de Liria. Fotografía: Juan Rayos

 

 

Joana Vasconcelos. “Flamboyant”

PALACIO DE LIRIA

Calle de la Princesa, 20

Madrid

Del 14 de febrero al 31 de julio de 2025

 

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