A la hora de mencionar las figuras fundamentales del Expresionismo abstracto pocos nombrarían a Joan Mitchell. Había nacido en Chicago en 1925, en los cuarenta se formó en el Smith College y en el Art Institute de su ciudad y también viajó por Europa, empapándose de la obra de los pre y postimpresionistas, sobre todo de Cézanne y Van Gogh, y también de Kandinsky.
Admiradora de Kline y De Kooning, a mediados de los cincuenta se trasladó a vivir a Francia junto a su pareja, el también pintor Riopelle, asociado al Informalismo, y allí residió, primero en París y después en Giverny, hasta su fallecimiento en 1992.
Reconocida en su tiempo y en las últimas décadas, aunque siempre a la sombra de sus colegas masculinos, Mitchell hizo gala de un estilo poético a medio camino entre lo calculado y lo emocional con el fin de estimular al intelecto mientras procuraba seducir los sentidos del espectador. Pese al carácter claramente abstracto de sus obras, los paisajes de artistas europeos fueron para ella una influencia fundamental y habitualmente pintaba, con brochazos enérgicos, sobre lienzos sin imprimar o con fondo blanco. Pese a parecer azarosas, o fruto de una improvisación salvaje, sus composiciones incorporan ritmos y equilibrios que sugieren cierto estudio previo.
En colaboración con la Kunsthaus de Bregenz y con su Fundación, que ha prestado abundante material de archivo, el Museum Ludwig repasa la trayectoria de Mitchell a través de una treintena de trabajos, muchos de gran formato hasta el punto de abarcar varios paneles. Las acompañan fotografías, filmaciones, correspondencia, invitaciones o pósters que probarán la potente personalidad de la artista americana (según algunos críticos, expresaba su rabia en lienzos y dibujos; más recientemente se subraya, sin embargo, su lirismo) y también su estrecha relación con Elaine de Kooning, Franz Kline, Frank O’Hara y Samuel Beckett, entre otras.
La carrera de Joan despegó tras su participación, en 1959, en la Documenta de Kassel y sus obras forman hoy parte de las colecciones de los principales museos de arte contemporáneo estadounidenses y franceses. Además, su habilidad para crear una pintura a medio camino entre lo racional y el sentimiento tendría repercusiones evidentes en generaciones de artistas más jóvenes a uno y otro lado del océano.
Fue también capaz de aunar abstracción autónoma y atmósferas evocadoras de luces, reflejos acuáticos, entornos vegetales…desde un estilo muy original.
Han cedido obras para esta muestra el MoMA y el Centre Pompidou, así como varias colecciones privadas que rara vez habían prestado las suyas.
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