La chispa adecuada para Joan Miró

Su Fundación en Mallorca repasa sus relaciones con objetos y espacios

Palma,

Para Joan Miró, encontrar posibilidades en materiales hallados sin búsqueda previa, atisbar el valor del accidente, era casi nigromancia: Servirme de las cosas encontradas por divino azar, hierros, piedras, como me sirvo de un signo esquemático dibujado por azar sobre el papel o de un accidente ocurrido también por azar. Es sólo esto, esta chispa mágica, lo que cuenta en el arte.

“La chispa mágica” es, justamente, el título de una de las cuatro muestras que Palma alberga, desde el pasado verano y con el epígrafe común de “Paysage Miró“, para rendir tributo a Joan Miró, que allí falleció en 1983 tras casi tres décadas de creación en la isla. Josep Lluis Sert diseñó entonces para él un taller soñado que hoy forma parte de la Fundació Pilar i Joan Miró, institución que cuenta con seis millares de trabajos de este autor.

Bajo el comisariado de Antònia Maria Perelló, directora de la Fundació, “La chispa mágica” nos propone contemplar el conjunto de la producción mironiana, desde las pinturas próximas al realismo de sus comienzos a sus esculturas en bronce, pasando por los collages y assemblages, sus cerámicas y tapices, atendiendo a esos flechazos que el artífice de La masía experimentaba por objetos, colores, sonidos, documentos y formas.

Esos materiales podían suscitarle una atracción rápida; en cuanto a sus espacios de trabajo, necesitaba más tiempo para hacerlos suyos: su creación requería de atmósferas propicias. Una manera de conseguir familiarizarse con ellos era justamente rodearse de chispazos: incorporar objetos encontrados, colgar recortes de prensa, dibujos o postales de origen diverso y, en suma, convivir con un universo propio de imágenes. Ese universo se prolongaba hasta el exterior de sus estudios, donde solía emplazar una gran rueda de carro o herramientas y enseres característicos de las labores del campo con las que se sentía muy identificado. Suponían, además, un recordatorio de su origen: su padre era un herrero de Cornudella (Tarragona) y, en la cercana localidad de Montroig, pasaría el artista largas temporadas desde que acudió en su juventud para recuperarse de una enfermedad. Se asentó en la masía familiar con reticencias, pero terminó atrapado por el lugar.

Joan Miró. Lettres et chiffres attirés par une étincelle, 1968. Fundació Miró Mallorca
Joan Miró. Lettres et chiffres attirés par une étincelle, 1968. Fundació Miró Mallorca
Joan Miró. Femme, oiseau, étoile (Homenatge a Pablo Picasso), 1966-1973. Fundació Miró Mallorca
Joan Miró. Femme, oiseau, étoile (Homenatge a Pablo Picasso), 1966-1973. Fundació Miró Mallorca

Esta muestra nos propone detenernos donde trabajaba. En el llamado Taller Sert vieron la luz muchas de sus telas mallorquinas (más de un centenar se encontraban allí cuando, en 1975, Georges Raillard, quien fue director del Instituto Francés barcelonés, lo visitó), mientras que en Son Boter, su otro taller isleño, llevó a cabo sus grafitis en carboncillo. En rigor, no los realizó sólo en su lugar de trabajo, sino también en la cocina o la despensa, y esas composiciones serían preparatorias de cara a las esculturas de gran tamaño en las que se empleaba contemporáneamente y que forman parte, igualmente, de “La chispa mágica”.

Pero al margen de las grandes obras, podremos fijarnos en sus fuentes de múltiple origen, de Naranjito a Mesopotamia: saldrán a nuestro paso recortes de periódicos, postales e imágenes colgadas de chinchetas, siurells, utensilios de trabajo, recipientes, figuritas diversas, piedras y ramitas en estanterías y muebles, máscaras micénicas, ídolos de otras civilizaciones…

Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca
Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca
Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca
Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca

No será difícil pensar, ante esa profusión de posibilidades, en las abigarradas wunderkammer, los gabinetes de maravillas de los coleccionistas que, en el Renacimiento y el Barroco, atesoraron todo tipo de objetos llegados de los cinco continentes en muebles visibles o bien tras puertecillas y cajones. Suponían tempranos intentos clasificatorios de la riqueza del mundo y se abrían, además de al arte, a la ciencia y los ritos de la superstición. Quizá Sert se acordara de ellas cuando diseñó para su amigo una vitrina con muchos estantes en los que Miró colocó conchas de caracol, juguetes, figuras artesanales o manufacturadas.

Sin embargo, defiende la comisaria, estas acumulaciones de enseres de toda condición tenían más que ver con el inacabado Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, cartografía infinita de relaciones entre imágenes y símbolos a la que el historiador alemán dio forma en la segunda mitad de los años veinte. Se trataba de un ensayo de “ordenación” del cosmos que puso de relieve la pervivencia de las formas; Miró pretendía con esos objetos multiformes, además, espolear su espíritu creador, tal y como en fechas no distantes harían otros autores, como Francis Bacon o Gerhard Richter.

Para el catalán hubo más chispas, en todo caso: las que le brindaban sus amigos, artistas o no; los libros, los poemas, la música, la naturaleza. Fueron tesoros que sumaba a sus composiciones, por eso apuntaba Joan Prats: Cuando yo cojo una piedra, continúa siendo una piedra; cuando lo coge Joan Miró, se convierte en un Miró.

Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca
Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca

 

Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca
Paysage Miró: La chispa mágica. Fundació Miró Mallorca

 

 

 

“Paysage Miró: La chispa mágica”

FUNDACIÓ MIRÓ MALLORCA

Carrer de Saridakis, 29

Palma

Del 1 de agosto de 2025 al 11 de enero de 2026

 

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