Pocos rincones de Occidente conocieron en los años treinta periodos plácidos algo duraderos, tampoco Cataluña o Barcelona. Fue un tiempo convulso en lo social y político, y dorado en lo profesional, por esa misma razón, para los fotoperiodistas, cuyos trabajos poblaban periódicos y revistas, como testimonio y a su vez alimento de una sociedad de masas interesada en saberlo todo.
En el contexto catalán, uno de los más destacados fue el ilerdense Joan Andreu Puig Farran (1904-1982), y su producción datada justamente en los treinta, entre la Exposición Internacional de Barcelona y el fin de la Guerra Civil, la examina KBr Fundación MAPFRE en la exposición “Joan Andreu Puig Farran. La década convulsa (1929-1939)”, que han comisariado Arnau Gonzàlez y Toni Monné. Sus instantáneas de esos años -que fueron miles- dan cuenta de estas tensiones; en un primer momento las llevó a cabo junto a su socio Carlos Pérez de Rozas Masdeu y a continuación solo, y fue en esa etapa en solitario cuando inundaron varios medios catalanes: La Humanitat y Última Hora, vinculados a ERC; el semanario católico y catalanista Esplai y, después, el periódico La Vanguardia.
A lo largo de los treinta podemos, asimismo, apreciar cómo sus procedimientos de trabajo avanzaron al son de los tiempos: de una cámara de placas a una cómoda Leica, de la foto fija a otras muy dinámicas, apegadas por ello a la agitada actualidad de este momento. Con el paso de los años, ese vasto corpus de trabajo acabó reducido a un archivo personal que, en el estudio de su carrera, se ha completado con el análisis de la prensa contemporánea. La elección de esta década como marco de la muestra no se debe sólo a su interés cronológico: Puig Farran, muy activo durante la Guerra Civil en Aragón y en Mallorca, se exilió en Francia en 1939, pasó por diversos campos de concentración del país vecino y españoles, y en adelante no volvería a emplearse en el fotoperiodismo, sino en el campo de la fotografía turística, aliándose para ello con Antoni Campañà, con quien en los cincuenta creó la marca de postales CYP.

Se abre la exhibición repasando la labor de este autor en Barcelona desde finales de los veinte, cuando se asentó allí, hasta el estallido de la guerra. Documentó los muchos contrastes que la Ciudad Condal, como otras grandes, conocía: entre las costumbres burguesas, las de los profesionales de los teatros, las de los pescadores de la Barceloneta… Respondiendo a aquellos deseos del público de conocerlo todo, su cámara disparó en múltiples direcciones: a los estudiantes hindúes que visitaban el Palau de la Generalitat, la espera al papa Pío XI en el puerto, la alimentación de niños necesitados, el éxito de los nuevos grandes almacenes, la atención a los números premiados en la Lotería de Navidad…

Un capítulo específico se concede en la exposición al deporte: fue en 1929 cuando se jugó en nuestro país la primera liga de fútbol. Además de esa disciplina, el boxeo y el ciclismo ganarían desde entonces protagonismo gracias al amateurismo, sin especial respaldo de políticas gubernamentales: de hecho, su práctica fue criticada, por grupos políticos de distintas tendencias, por degradar la moral pública y difuminar las fronteras de clase. En paralelo, la fotografía contribuyó a convertir a determinados deportistas (los del FC Barcelona, Marià Cañardo, Josep Gironès) en estrellas, tanto que Puig Farran fue una de las figuras más solicitadas para cubrir las competiciones.


Otra sección de la muestra recoge sus visiones de los hechos del 6 de octubre de 1934. Ese día, Companys, entonces presidente de la Generalitat, proclamó el Estado catalán en protesta por la entrada de la CEDA en el gobierno, republicano y conservador, de Alejandro Larroux, y desde posiciones soberanistas vinculadas a la izquierda moderada. En torno a esa fecha, Puig Farran fotografió al expresidente Azaña, al mismo Companys, a ciudadanos favorables a la Generalitat y a los militares desplegados para acabar con la rebelión.
El pulso político previo a la Guerra Civil, los mítines y manifestaciones, pasaron frente a su cámara en la misma medida que hechos teóricamente banales de la vida cotidiana. Cuando la radio aún no se había generalizado en los hogares y el cine comenzaba a captar tanto historias reales como ficciones, los fotoperiodistas permitían al público lector de prensa la oportunidad de acercarse a la diversidad de la vida que les era próxima. En la mayoría de las fotos de Puig aún no se atisban las angustias que vendrán: vemos paseantes fijándose en propaganda electoral, otros haciendo cola para votar entre 1933 y 1936…
El último capítulo del recorrido se dedica, como será previsible para el visitante, a la Guerra Civil. En sus comienzos, la actividad del fotógrafo aumentó para cubrir las necesidades de la prensa, en el caso de la cercana a Puig Farran, vinculada a partidos y sindicatos de izquierda. Como dijimos, estuvo en el frente de Aragón o en el intento de conquista de Mallorca por la Generalitat. Aún en ese momento, en su obra caben los instantes contradictorios: milicianos mutilados en hospitales barceloneses y bañistas en las playas de su misma ciudad.
En el contexto de la batalla, sus imágenes parecen servir a un deseo de épica y de fe en la victoria entre los partidarios de la República. Alcanzaron gran difusión y, precisamente por eso, dificultaron la continuidad de su carrera tras la contienda, junto a su exilio en Francia: se le llegó a condenar a la pena de muerte, pero le quedó conmutada, siendo no obstante depurado. En todo caso, en esos años contados al servicio del reporterismo pudo dar fe de las paradojas de cualquier tiempo problemático, de la cotidianidad de muchos que podrían firmar, como Kafka, hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar.

“Joan Andreu Puig Farran: la década convulsa (1929-1939)”
Avenida Litoral, 30
Barcelona
Del 12 de junio al 31 de agosto de 2025
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