Jimmie Durham. Venice: Objects, Work and Tourism
Santa Maria Formosa Castello 5252, 30122 Venecia Del 6 de mayo al 20 de septiembre de 2015
Jimmie Durham es un creador atípico: recela de los reconocimientos que pueda recibir por su condición de artista y a la hora de hablar de sí mismo o de su trabajo prefiere hablar de sus colaboraciones con organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos civiles y de los colectivos indios, pues él mismo nació en una comunidad cherokee de Arkansas y a este asunto ha dedicado buena parte de su producción, sobre todo desde los setenta.
Aunque podríamos considerar que su carrera comenzó en la década anterior, en los sesenta, ha sido a partir de los noventa cuando Durham comenzó a ser representado por destacadas galerías internacionales, como la mexicana Kurimanzutto, y a exponer en algunos de los museos más importantes del mundo; en España han mostrado su trabajo el Reina Sofía, el MARCO de Vigo o la Sala Verónicas murciana.
Es difícil establecer una evolución en su producción, un hilo conductor: quizá la impronta fundamental de su obra sea precisamente la ausencia de una temática esencial o de unos rasgos formales dominantes: el artista americano rechaza normas y rutinas, aboga por huir de ellas y por que todos tratemos de vivir de maneras distintas a las que acostumbramos. Seguramente por esa misma razón es contrario Durham a la narración lineal como procedimiento, y también a la idea de un lenguaje artístico al que aspirar, porque lo vincula con la arquitectura urbana y sus recorridos, que relaciona a su vez con instrucciones del poder que acaban por condicionar con fuerza nuestra vida cotidiana.
Partiendo de la premisa básica de que sus trabajos apenas pueden ser categorizados, sí podríamos decir que la estética de muchos de ellos se aproxima a la del Pop Art, que en la mayoría encontramos reflexiones sobre la identidad contemporánea de los indios norteamericanos y que ha empleado objetos cotidianos para, dándoles un carácter expresivamente dramático o trivial, convertirlos en basura generada por una sociedad de consumo que parece siempre hambrienta.
En ocasiones ha llegado a transformar estos objetos en iconos indios y en herramienta para la crítica tanto de la sociedad actual y su voracidad compradora como del propio sistema artístico.
La Fondazione Querini Stampalia propuso hace cuatro años a Durham desarrollar un proyecto específico en Venecia del que a partir del 6 de mayo veremos los frutos. Está muy relacionado con esa vocación del artista por llamar la atención sobre colectivos en riesgo de marginación, se presentará en el marco de la próxima edición de La Biennale y lleva por nombre Venice: Objects, Work and Tourism.
Se trata de una instalación que podremos contemplar en el Espacio Carlo Scarpa y, durante su preparación, el de Arkansas habló con carpinteros, vidrieros, talladores, camareros, administrativos…que trabajan en Venecia, recopilando y grabando sus historias. Muchos de ellos procedían de países como Senegal, Túnez o Bangladesh, y su labor en el desarrollo de la economía local quedaba a menudo oculta.
La propuesta de Durham consta de objetos básicos que, al unirse entre ellos, forman composiciones inesperadas: piezas de vidrio, pinturas de colores brillantes, ladrillos de hasta tres siglos de antigüedad o elementos de desecho que remiten al turismo que ha tomado las calles de Venecia a diario.
El resultado es una instalación que no ha sido concebida como monumento (nada más lejos de las pretensiones del artista), sino como un vehículo para suscitar el diálogo y la reflexión en torno al imaginario social de Venecia, la economía de una ciudad a la que solemos asociar el adjetivo decadente o los nexos y distancias entre la obra de arte y la pieza artesanal.
La exposición, abierta hasta el 20 de septiembre y organizada en colaboración con Kurimanzutto, se acompaña de un libro de artista utilizado por Durham como soporte para completar su análisis sobre los vínculos entre el sector turístico, las historias individuales de los trabajadores venecianos y la historia de la ciudad en general.
En palabras del artista, Venecia simboliza la materialización de una confluencia entre esos relatos: es un lugar donde el objeto se convierte en la piedra angular de la vida cultural e intelectual y donde esa cultura tiene un valor simbólico aparentemente estático, pero a su vez se transforma y perfecciona continuamente gracias al trabajo diario de sus habitantes llegados de todo el mundo.
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