En los procesos de trabajo de Javier Garcerá la formalización material de las piezas ocupa un tiempo breve en relación con el que dedica a la experimentación de la que son fruto: meses de investigación que a veces se concretan en muy pocos trabajos, obras que a su vez abren otros puntos de partida.
El fruto de la demora y la minuciosidad son imágenes tan penetrantes en la retina como difíciles de aprehender: es inevitable pensar en lo que hay en ellas de revelación, de presencia latente: algo subyace más allá de las superficies de las telas, aflorando leve e intermitente y desafiando nuestra percepción, porque nuestro ojo oscila quizá inconscientemente entre el reconocimiento de lo que ve y su pérdida, una ida y un regreso que además cuestionan la naturaleza estática del medio pictórico.
Sus últimos lienzos podemos contemplarlos ya en la Galería Daniel Cuevas, en la muestra “Y también pasará”: realizados específicamente para esta ocasión, nuevamente nos invitan a profundizar sobre la compatibilidad del revelar y el ocultar: las superficies monocromas, habituales en su producción y también en la más reciente, camuflan fondos a los que solo una mirada detenida nos invita a acceder; en último término, nos propone este artista valenciano una suerte de trueque: el del tiempo lento que él destinó a la creación por nuestra observación sin prisa.
Ese ejercicio no sería posible sin su uso virtuoso de la luz, que si, por un lado, conduce nuestra atención en varias direcciones, por otro también parece acercarnos infinitos ocultos al vistazo rápido. Apuntaba el crítico Delgado Mayordomo, sobre trabajos pasados de Garcerá, que para acceder con solvencia a estas obras, hay que deponer la mirada alienada y digitalizada, aquella que devora con avidez todo lo que se le ofrece. Es necesaria una percepción distinta, capaz de conquistar un sentido propio de la experiencia y traer al presente la toma de conciencia de aquello que estamos viendo.
El uso, esta vez, de la seda como ocasional soporte incide en las posibilidades expresivas de los brillos y los reflejos; se hace imposible gozar de una visión completa de estas imágenes, corremos el peligro de experimentar impotencia ante lo mucho que se nos escapa, como el propio autor advierte: Una incapacidad inevitable nos sitúa enfrentándonos a una perdida continua, una pérdida en la que el que ve no puede más que aceptarse en una entrega que se desvanece y nace en cada instante.
El punto de partido temático de los trabajos reunidos en “Y también pasará” son las meditaciones sobre la vida y la muerte de François Cheng, traductor y poeta chino con cuyas reflexiones se enlaza también el título de esta exhibición (ha formulado que el reino de la vida, concebido en su dimensión más alta, engloba y supera al de la muerte y que puede y quizá deba ser observado a la luz de esta). Continúa interesando al artista la noción de impermanencia, pero la aborda por caminos algo distintos a los que eligió anteriormente: si en proyectos pasados ahondó en los conceptos del vacío y el silencio en la pintura, ahora, quizá por efectos pandémicos, presta una mayor atención a los lugares y objetos que nos son cotidianos en piezas que ofrecen mayor iconicidad, o bien nos habla del paso inexorable del tiempo y de nuestra caducidad en piezas intrínsecamente imprecisas, esas en las que los matices tonales dentro de la monocromía o la riqueza de los brillos parecen impedir el estatismo y con él la completa comodidad del espectador. Las pasadas sugerencias e insinuaciones casi transparentes han ganado en complejidad: lo presente apunta casi al lujo y la exuberancia; no hay austeridad en sus declinaciones de rojos.
Define Garcerá esta exposición como una doble invitación para acercarnos al entorno de otra manera: a restaurar nuestra capacidad de atención como posibilidad sosegada de autoconocimiento, como ancla frente a un mundo a la deriva (…); a experimentar una intensa conexión con la realidad de la que fluye una serena presencia temporal que explica, acoge y ampara.
Javier Garcerá. “Y también pasará”
c/ Santa Engracia, 6 Bajo Centro
Madrid
Del 20 de enero al 17 de marzo de 2022
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