La vocación por la pintura de Isabel Villar fue tan temprana y tan honda que, tras recibir clases de dibujo de niña, dejó a un lado sus estudios cuando aún cursaba el bachillerato para preparar el examen de ingreso a la Real Academia de San Fernando. Pese a las dificultades, logró aprobar y, en los años cincuenta en Madrid, compartió estudios y amistad, tardes de pintura al aire libre y muestras colectivas con artistas como Alfredo Alcaín, Antonio Zarco, Ángel Doreste, Vicente Vela o Eduardo Sanz.
Su primera individual llegaría en 1958 y, desde entonces y durante los sesenta, buscó esta autora salmantina trabajar dejando a un lado convenciones: quiso desarrollar temas propios, valerse de un cromatismo audaz y, en definitiva, desarrollar desde una perspectiva personal su pintura y su carrera. En su caso, esa independencia equivalió a volcarse en obras intimistas donde tuvieran cabida lo humano y lo animal, la vulnerabilidad, la naturaleza y la mujer.
Tras una etapa de relativo parón coincidiendo con los años inmediatamente posteriores a su matrimonio con el mencionado Eduardo Sanz, a finales de los sesenta retomó su carrera artística y la primera individual que presentó después de aquel regreso tuvo lugar en 1970 en la Galería Sen, entonces escenario madrileño de encuentro de muchos jóvenes artistas. Aquella exhibición, compuesta por pinturas de formato pequeño y mediano y por esculturillas, supondría un impulso a su nueva producción, la marcada por la representación de figuras femeninas a menudo desnudas, sentadas, volando o de pie, con rostros y posturas siempre muy serenos. Estáticas y absortas, inmersas en extensiones de césped, jardines o selvas, parecen encarnar Evas más allá del tiempo.
Desde hoy, y coincidiendo con el vigésimo aniversario de este centro, Domus Artium presenta en la ciudad natal de Villar “Leones en el jardín”, una antología comisariada por Sergio Rubira que, aún subrayando sus evidentes conexiones con la evolución de la figuración en España en la segunda mitad del siglo pasado, incide en el carácter muy particular de sus creaciones, en el sentido mágico que podemos dar a muchas de ellas y en las también muchas lecturas que se pueden desprender de sus escenas. Múltiples posibilidades caben en sus jardines, playas y bosques, habitados por niñas, mujeres o ángeles, solas o acompañadas de animales salvajes con los que no mantienen tensión ninguna: ni son atacadas, ni huyen de ellos, ni ninguna otra amenaza las rodea. En estos edenes creados por los pinceles se conjugan conceptos teóricamente opuestos, en convivencia adánica: la naturaleza y el arte (o lo natural y lo artificial), el paisaje organizado o cultivado y el silvestre, lo civilizado y lo agreste.
Inevitablemente esos animales, tigres y leones en la mayoría de los casos, implican una sensación de extrañamiento en el espectador, quizá incentivada cuando aparecen en otro tipo de escenas que tampoco son raras en su producción: los retratos familiares, en los que se convierten prácticamente en mascotas, partícipes de los encuentros. Estas últimas obras remiten a estampas y modelos sociales que pueden entenderse como parte del pasado al tiempo que contienen claras referencias a la fotografía; no solo a través de los fondos, alguna vez escenarios falsos situados en paisajes, sino sobre todo por las referencias al propio álbum familiar de la artista. De este modo, incorpora lo autobiográfico a su discurso y hace dialogar su vida con la rareza.
Pese a las apariencias, como subraya Rubira, más que inocencia e ingenuidad en estas pinturas hay comentarios o críticas sociales, sean más o menos explícitos: desde el retrato triple de Fernando de los Ríos, Pablo Iglesias y Julián Besteiro que llevó a cabo en la Transición hasta imágenes que requieren una mirada más detenida, un leer entre líneas.
Concebida esta muestra, como decíamos, como antología, no se trata sin embargo de una retrospectiva al uso: no se articula en orden cronológico, sino atendiendo a los temas más frecuentes en su carrera y a su modus operandi, que tiene mucho que ver con la gestación de un estilo a partir del manejo de motivos recurrentes sometidos a evolución (como ocurre, y la propia Villar lo ha recordado, con Magritte).
Isabel Villar. “Leones en el jardín”
Avenida de la Aldehuela, s/n
Salamanca
Del 28 de enero al 2 de mayo de 2022
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