En el año 2017 el Metropolitan Museum of Art de Nueva York conmemoró el centenario del nacimiento de Irving Penn con una extensa retrospectiva, “Centennial”, que repasaba los setenta años de carrera del fotógrafo americano, siempre vinculado a la moda y siempre mucho más allá de ella: prestó una meticulosa atención a sus composiciones, que a menudo previamente dibujaba, y a cada detalle de las impresiones de sus imágenes; también articuló una estética entre minimalista y muy personal que logró que sus obras fuesen ampliamente reconocibles.
Aquella antología, que incorporó trabajos de todas sus series fundamentales y que fue la más exhaustiva de este autor hasta la fecha, acaba de aterrizar en el Centro MOP del Muelle de Batería de A Coruña: Penn es el cuarto fotógrafo de moda que forma parte de la programación de este espacio, única sede española de la exhibición. No es la primera vez, sin embargo, que una muestra de Penn de factura estadounidense recala en nuestro país: en 1987, la Fundación Juan March acogió otra procedente del MoMA que revisaba entonces su labor entre los años cuarenta y los ochenta, incluyendo algunas obras en color, del que fue uno de los pioneros.
A Penn el reconocimiento popular le llegó a partir de su trabajo para la revista Vogue durante seis décadas: sus primeras imágenes de alta costura establecieron paulatinamente un nuevo estándar para las representaciones fotográficas de este género a mediados de siglo pasado, y registró los ciclos de la moda año tras año en creaciones exquisitas, llamativamente expresivas y brillantes en lo formal; fueron su marca el rigor compositivo, los fondos mínimos aunque no carentes de importancia y una iluminación difusa.
Sin embargo, la moda sería solo la más destacada de sus especialidades: devino Penn un retratista original, capaz de dejarnos ver más allá del rostro y de la figura humana para abarcar códigos completos de comportamiento, determinados significados para el adorno y el artefacto; y hay quien encuentra en su tratamiento de los volúmenes, pulidos por la luz, una sensibilidad casi escultórica que aplicaría, igualmente, a estudios de desnudos y a sus exploraciones de la naturaleza muerta, temas en los que se desenvolvió toda su vida. Convencionalmente, Penn ha sido apreciado de manera autónoma como retratista, como (más comúnmente) fotógrafo de moda o como virtuoso de la naturaleza muerta, pero los últimos exámenes a su trabajo parecen reivindicarlo como maestro de todos los oficios, capaz de mejorar cualquier texto periodístico independientemente de su sección en los papeles, incluida, claro, la publicitaria.
Esta exhibición no desea abonarse del todo a ninguna de esas dos corrientes, aunque quizá ofrezca cierta tendencia a la segunda: nos presenta al Penn retratista, al fotógrafo de moda o al buen hacedor de bodegones, trazando un mapa de la geografía general de su producción y recalcando los motivos y las campañas en las que se permitió trabajar de forma más creativa. La organización del recorrido sigue en cierta medida el patrón de desarrollo de su trayectoria, respetando la estructura de su obra, su coherencia interna y el aire del tiempo en que vivió.
Contemplaremos en A Coruña sus proyectos sobre señales de tráfico de Nueva York, el sur de Estados Unidos o México; muchos centrados en moda y estilo, incluyendo fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la bailarina que se convirtió en la primera supermodelo y esposa del artista; retratos de indígenas de Cuzco, de trabajadores urbanos de Small Trades y de figuras culturales como Truman Capote, Joe Louis, Picasso (uno solo de sus ojos comunica suficiente), Colette, Alvin Ailey, Ingmar Bergman o Joan Didion; sus naturalezas muertas de cigarrillos gastados; retratos de la población de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos; bodegones últimos que remiten a Morandi; desnudos voluptuosos y potentes estudios de flores, también en color. Su abordaje de unos u otros asuntos tenía que ver con las demandas de la prensa que lo empleaba, pero también con los cambios en la moda misma y en el enfoque editorial a lo largo de los años, con los vaivenes económicos de la prensa gráfica en la era de la televisión, con sus propias exigencias al margen de lo comercial, con sus condicionantes morales individuales, la consolidación de la fotografía como arte en los setenta y los ochenta o la cercanía de su muerte (falleció en 2009). Todos esos hilos de significado están, de modo más o menos explícito, incrustados en las imágenes: una red de ideas profundas y complejas que parecen contrastar con la aparente espontaneidad de lo representado.
Nada más lejos: Penn trabajaba generalmente en un estudio o en una tienda de campaña itinerante que cumplía el mismo propósito que el taller, y prefería recurrir a un fondo simple de tonos blancos o gris claro. Su telón de fondo predilecto, de hecho, era una vieja cortina de teatro encontrada en París que había sido pintada suavemente con nubes grises difusas; esa tela lo acompañó durante toda su carrera y la veremos en la exposición, junto a números de la revista Vogue que ilustran el uso original de sus fotografías y que, en ocasiones, demuestran la diferencia entre esas presentaciones periodísticas de colores brillantes y la reutilización posterior de las imágenes que Penn reconsideró.
“Irving Penn. Centennial”
Jardines de Méndez Núñez, s/n
A Coruña
Del 23 de noviembre de 2024 al 1 de mayo de 2025
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