La Galería Marlborough ha comenzado a trabajar con el legado de Antoni Clavé y hasta el 23 de marzo dedica su primera muestra a este artista barcelonés que desarrolló su carrera principalmente fuera España y murió hace once años en Saint-Tropez.
Tras formarse en la Escuela de Bellas Artes de la capital catalana y dejarse guiar por Ángel Ferrant y José Mongrell, comenzó trabajando como cartelista de cine en la década de los treinta, una etapa en la que llevó a cabo prodigiosos collages y assemblages, y tras la Guerra Civil emigró a Francia, donde se insertó, en París, en el círculo formado por creadores españoles como Picasso, Hernando Viñes, Oscar Domínguez, Francisco Bores, Mateo Hernández o Baltasar Lobo, a quienes entonces se conocía como “los españoles de París”.
El grupo, en el que Clavé era el más joven, llevó a cabo una muestra conjunta en Praga en 1946, pero a medida en que él fue ampliando su actividad a un cada vez mayor número de disciplinas, se distanció de sus compañeros al preferir estudiar en solitario los límites expresivos de su trabajo.
Fue evolucionando, de manera natural, a partir de la absorción del picassianismo y el expresionismo abstracto, pero manteniendo ciertos temas intactos: reyes, guerreros, naturalezas muertas y con posterioridad símbolos, que lo acercaron a la abstracción pero no lo sumergieron del todo en ella.
La muestra que hasta el 23 de marzo presenta la Galería Marlborough contiene una selección de sus obras desde los sesenta hasta sus últimos años, incluyendo pintura, escultura y obra gráfica, entre ellas piezas inéditas. Muchas mantienen cierta ambigüedad entre los lenguajes pictórico y escultórico.
Fue en los sesenta precisamente cuando se instaló en el sur de Francia, pero no dejó de viajar: los graffitis que vio en las calles y el metro de Nueva York influirían en sus pinturas posteriores. En la década siguiente, en los setenta, realizó una serie de grabados sobre aluminio (varios pueden verse en Marlborough), culmen de su ampor por la experimentación.
Empleando la técnica del gofrado y la estampación sobre planta offset, tras haber trabajado de manera tradicional con la litografía y el aguafuerte, Clavé consiguió convertirse en una de las grandes figuras del arte gráfico de entonces. Fue también en aquellos años cuando introdujo los fondos de papier froissé, incorporando una dimensión más en el contraste de registros y texturas e introduciendo posibilidades de diálogo entre las piezas.
Los ochenta fueron para el catalán años de reconocimientos: representó en 1984 a España en la Bienal de Venecia (allí pudieron contemplarse ciento veinticinco de sus obras entre pinturas, esculturas, maquetas y figurines de teatro). En 1986 se le brindan en Japón cuatro exposiciones.
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