Ignacio Uriarte toma desde mañana el relevo en el Museo ABC a Santiago Morilla, Juan Carlos Bracho, The Children Pox, Nati Bermejo, Jesús Zurita, Amparo Sard, Juan López, Serzo, Simon Zabell, Elena Alonso, Marina Vargas, Abigail Lazkoz, Manuel Antonio Domínguez, Chema López y Estefanía Martín Sáenz. Participa en la decimosexta edición del programa Conexiones, que este centro viene organizando junto a la Fundación Banco Santander y bajo el comisariado de Óscar Alonso Molina para subrayar los potentes nexos de los jóvenes artistas con el dibujo y, en el camino, dar a conocer las colecciones de ambas instituciones, porque los proyectos que los autores seleccionados presentan toman como punto de partida sendas obras de esos fondos.
A los conocedores de la producción de Uriarte solo puede llamarles la atención el hecho de que no hubiera pasado antes por aquí: este artista de origen alemán, que reside en Berlín desde hace más de una década, se ha servido del dibujo desde sus comienzos y es una disciplina clave en su trayectoria. La permite desplegar, como pocas técnicas, los que son los rasgos fundamentales de su obra: la claridad, la concisión y la inmediatez, aplicados al registro gráfico de esos elementos cotidianos en los trabajos de oficina: bolis, folios, típex, impresoras o máquinas de escribir que él suele mostrarnos componiendo estructuras ordenadas y monótonas vinculadas a nuestras rutinas de uso de esos mismos objetos.
Él mismo ha calificado más de una vez su trabajo, por esas razones, como arte de oficina, aunque en él hay, evidentemente, más y más complejas reflexiones que las que el oficinista puede elucubrar frente al escritorio: ahonda en el sentido de esas tareas cotidianas que hemos convertido en ritos casi inflexibles, en la presencia de la monotonía y la repetición en nuestras vidas laborales (nuestras vidas, vaya); en cómo los patrones de la geometría pueden resultar hondamente expresivos de otro tipo de patrones, los de comportamiento, generando a su vez composiciones abstractas que se relacionan con los principios del minimalismo en su forma, y del arte conceptual en su fondo. Liam Gillick o Jonathan Monk son algunos de sus referentes.
La muestra, inédita, que Uriarte lleva desde mañana al Museo ABC lleva por título “X, Y, Z”; las últimas letras del alfabeto son, en esta ocasión, el punto de partida para adentrarnos en un universo formal solo simple en apariencia en el que el registro gráfico ha trascendido el papel, como ya había ocurrido antes en su carrera, para extenderse hacia más extensos formatos: los de la instalación o el arte sonoro.
Subyace en la obra de este autor, formado, por cierto, en Administración de Empresas, una ironía sutil nacida de un estudio minucioso y pormenorizado de nuestros hábitos de trabajo y de lo que estos implican en cuanto al manejo del tiempo, convertido en bien a rentabilizar, de la producción y de nuestras energías: Pensé en la rutina de oficina que ya conocía y traté de encontrar los momentos artísticos que pueden surgir de ella, buscar gestos escultóricos o pictóricos en las pequeñas acciones que realizamos casi sin querer. Me autolimito a utilizar unas herramientas determinadas pues creo que es así como aparecen las ideas. Nuestros tics laborales repetidos hasta el infinito son la base de sus dibujos pulcros, impecables, en los que no hay narración posible, pero sí la paciencia patente en la precisión (conviene recordar que no hay aquí acabados industriales, sino trabajo manual) y la elegancia derivada de una exquisita economía de medios. Ganan las líneas, más o menos gruesas, y las tramas, las transparencias, los volúmenes y las sombras, los efectos de moaré… plasmados con una minuciosidad extraordinaria: todo en estas piezas está medido hasta el milímetro.
Precisamente a esa exactitud, nacida de la matemática, se refieren esas letras del alfabeto que titulan la exhibición del Museo ABC: X, Y y Z son los tres ejes de los sistemas de representación espacial (la matriz tridimensional, el sistema axonométrico de perspectiva) y, claro, los nombres de las incógnitas en las ecuaciones. Pero hay más: a partir de sus trazados ha elaborado Uriarte la composición formal de los dibujos expuestos: simetrías, zigzags, dobleces, cruzamientos, pliegues en espiga, flechas… También tomando como base las dos obras de los fondos institucionales que ha elegido para dar forma a este proyecto: Pintura blanca (1970) de Gerardo Rueda, por parte de la colección de la Fundación Banco Santander, y, por parte del Museo ABC, una ilustración, llamada Aguinaldos, a cargo del humorista gráfico Mecachis (Eduardo Sáenz Hermúa) que se publicó en Blanco y Negro en 1894. El artista exploró la síntesis formal de ambas piezas para descomponer sus estructuras en dibujos abstractos y lineales en los que ha procurado la máxima reducción.
En concreto, han sido los bajorrelieves del trabajo de Rueda y el zigzag que genera perspectiva en la obra de Mecachis los puntos de partida fundamentales del artista en “X, Y, Z”, el leitmotiv de una muestra en la que Uriarte ha parafraseado, a veces en series, las líneas compositivas de esas piezas anteriores, siempre en blanco y negro. Su trabajo sobre el papel se ha completado con una pieza sonora estrechamente vinculado con él: un ritmo producido pulsando teclas de seis modelos diferentes de máquinas de escribir atendiendo a una partitura estrechamente definida; y también con dos instalaciones realizadas con folios en blanco cuidadosamente plegados que recubren una pared dibujada a través de sus sombras. Suena desconcertante y lo es: el público tendrá que dilucidar si se encuentra ante un mosaico, un sutilísimo dibujo en la pared, un esgrafiado o un relieve, y, en cualquier caso, disfrutar de la evanescencia que puede generar la cuidadosa disposición de unas hojas en blanco.
Ignacio Uriarte. “X, Y, Z”
c/ Amaniel, 29-31
Madrid
Del 20 de diciembre de 2018 al 17 de marzo de 2019
