El año que viene se cumplirán treinta desde la primera muestra española del artista canadiense Ian Wallace. La presentó en la ya cerrada Galería Temple y desde entonces ha expuesto en varias ocasiones en nuestro país, especialmente en Valencia.
Hemos tenido ocasión de comprobar, en estas tres décadas, cómo el estudio de la arquitectura y del legado del racionalismo en el arte han sido fundamentales en su trabajo: no casualmente dedicó su tesis doctoral a Mondrian y a él le homenajeó en una serie de piezas que mostró en Ámsterdam también a comienzos de los noventa.
A Wallace lo situamos sobre todo, no obstante, como fundador del fotoconceptualismo: su obra influyó poderosamente en la de figuras de la Escuela de Vancouver como Jeff Wall; también en los proyectos de Ken Lum. Desde los ochenta, viene esforzándose por aunar dos géneros aparentemente incompatibles: la abstracción pura, representada por sus pinturas monócromas, y la fotografía documental y su abundante universo de referencias.
De forma casi obsesiva, Wallace ha dado forma a su carrera yuxtaponiendo ambas técnicas, situando su producción a medio camino entre la pintura y la fotografía y definiéndola siempre por su pulcritud. Crea a partir de emulsiones fotográficas sobre lienzos que después pinta en sus márgenes, consiguiendo que las imágenes resultantes ganen texturas y se asemejen, sobre todo en la distancia, a las pinturas hiperrealistas. En alguna ocasión, ha explicado el canadiense que busca cristalizar sus ideas en instantáneas que después se unen, materialmente, con las zonas pintadas de lienzo.
Hasta el próximo 20 de julio, expone por primera vez en la sala madrileña Parra & Romero. Su nueva muestra se llama “Resonancias”, en alusión a la imbricada red de referencias internas y a los múltiples diálogos nacidos entre sus trabajos de distintas etapas; ponerlos de manifiesto de cara al espectador es el mayor objetivo de esta exposición.
Veremos lienzos en los que Wallace de nuevo ha conjugado composiciones abstractas dominadas por los colores planos (bajo la influencia evidente del movimiento De Stijl) y fotografías dedicadas a los tres espacios donde nace, física y conceptualmente, y se desarrolla su obra: el estudio, el museo y la calle.
Al yuxtaponer pinturas del todo abstractas y fotografías poderosamente descriptivas, nos invita a reflexionar sobre el poder comunicativo de uno y otro medio de expresión, y sobre el de las imágenes en general. En las fotografías dedicadas a su estudio, podremos distinguir proyectos de Wallace en proceso de elaboración, abocetados o ya terminados; adquiere en ellas particular importancia su mesa de trabajo como lugar en el que organiza sus ideas y compone sus proyectos a partir de fragmentos de papel y de lienzo. No es raro tampoco encontrar acumulados libros en los que encuentra inspiración, y entre ellos destaca por su presencia recurrente Un coup de dés jamais n’abolira le hasard, de Stéphane Mallarmé.
A los poemas que contiene les brindó incluso una serie de lienzos, porque el artista considera que el literato francés aportaba en ellos ideas originales en su contexto (el de fines del siglo XIX) sobre la noción de collage, concebido como ensamblaje de materiales e imágenes diversos.
Debemos fijarnos en el cuadro At work y la fotografía Work in progress, datados en enero de este año: distinguiremos varias piezas de la serie de los museos, igualmente expuestas en Parra & Romero. Estos centros interesan a Wallace como fuente creativa en cuanto espacios donde se produce la interacción entre la obra de arte y su público, superada la fase más íntima y privada del estudio.
No todas las resonancias son propias e internas: también hemos de buscar los guiños a su colega posminimalista Lawrence Weiner, genio del uso plástico del lenguaje.
Ian Wallace. “Resonancias”
c/ Claudio Coello, 14
Madrid
Del 25 de abril al 20 de julio de 2019
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: