Hasta su muerte el pasado 2017, Howard Hodgkin fue uno de los artistas británicos vivos con mayor reconocimiento internacional, pese a que por su talante no lo buscó en absoluto y a que su producción escapaba a las tendencias más definidas de la segunda mitad del siglo XX: sus pinturas, como él mismo explicó, representan situaciones emocionales e intentaba recrear en ellas la intensidad de esas experiencias. Esas abstracciones eran fruto de su memoria y revelaba y ocultaba los temas o sensaciones que cultivaba a través de superposiciones de capas de colores, normalmente vivos, y de marcas distintivas, en un proceso que, contrariamente a lo que pudiera parecer, llegaba a durar varios años, tras extensas fases de reflexión y deliberación (el tiempo, podemos afirmar, formaba parte del mismo procedimiento).
La trayectoria de Hodgkin, lo dijimos, siguió un camino bien diferente a la de sus compañeros de generación que se vincularon al Pop Art: si en sus creaciones primeras retrató a sus amigos artistas de manera poco convencional, ya con el objetivo de atrapar para el lienzo sus sentimientos, o buscaba reflejar escenarios de reuniones sociales a través de formas fragmentadas y símbolos pictóricos, desde fines de los sesenta comenzó a experimentar con formatos y soportes diversos, entre ellos el marco pintado, que se convertiría en uno de sus sellos y que, a la vez que encaja el tema, suscita la atención del espectador sobre las mismas obras en cuanto que objetos. Se alejaba, por tanto, de referencias figurativas evidentes para abrir sus composiciones hacia la naturaleza y los ambientes que conocía en sus viajes: particular importancia tuvo para él uno que realizó a la India en 1964, al verse muy atraído hacia sus colores, y en ese país permanecería largas temporadas desde entonces.
Renunciaría en esos momentos a trabajar sobre lienzo para empezar a utilizar paneles y marcos de madera, algunos nuevos y otros de segunda mano, permitiendo que la veta de ese material y sus cicatrices y rasguños se convirtieran en parte integral de las pinturas y afirmando la presencia física y el peso de estas. Entre sus referentes atmosféricos se encontraban Constable, Turner y Samuel Palmer, en el caso de los dos últimos, por su conjunción de representación y abstracción en el paisaje, su deseo de plasmar la sensación del paso del tiempo y, con ella, el tránsito inherente de patrones tanto meteorológicos como emocionales.
En una última fase de su carrera, desde los setenta, creció la intensidad emocional de su obra: hizo suyos temas más íntimos, y también colores puros, con el fin de expresar estados anímicos transitorios y, en alguna ocasión, situaciones eróticas. Aquellas pinturas ofrecen la realidad mediante vislumbres, enseñando y opacando a un tiempo con sus tonos. En 1984, hace justo cuarenta años, Hodgkin representó a su país en la Bienal de Venecia con un conjunto de imágenes de pequeño tamaño en las que quiso reflejar la iluminación cambiante de esa ciudad con una exactitud inesperada. En paralelo, continuaba jugando con la escala hasta tratar de que sus piezas más grandes pareciesen íntimas y las pequeñas adquirieran tono heroico; en los noventa se valió de un estilo más expresivo y gestual con temas más complejos y una pincelada más suelta.
Por último, en sus últimos años, continuó indagando en nuevas formas de expresión: aplicó menos capas de pintura a sus paneles, dejando una mayor superficie del soporte de madera expuesto y permitiendo que este dialogara con el pigmento. Además, concedió cada vez más relevancia a lo transitorio, frente a la retrospección o el recuerdo de imágenes pasadas.
Coincidiendo con aquel aniversario veneciano, durante este mes, hasta el 28 de septiembre, Gagosian presenta en su sede de Burlington Arcade (Londres) una muestra que repasa la diversidad de asuntos que inspiraron a este autor, desde las antigüedades y la pintura de ayer y hoy hasta el diseño, la comida, la literatura y los mencionados viajes; también su voluntad de poner en relación gesto y afecto.
Veremos en esta sala, que venía exponiendo a Hodgkin desde 1998, la vívida pintura al óleo sobre madera Always Afternoon (2016), una composición en rojo, azul, marrón y blanco que pudo contemplarse en 2017 en la sede de la firma en Hong Kong y que supone una traslación de recuerdos personales al exaltado color puro, enlazando mano, ojo y emoción. También una selección de sus grabados, incluyendo Indian Leaves (1982), una litografía producida para la portada en edición limitada del catálogo que documentó la exhibición de la Tate de la serie homónima.
Howard Hodgkin
Burlington Arcade
Londres
Del 3 al 28 de septiembre de 2024
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