Hiroshi Kitamura, ayudante de la naturaleza

La Fundación NUMA le dedica su segunda muestra menorquina

Ciutadella, Menorca,

Hiroshi Kitamura nació en 1955 en Hokkaido y aprendió acuarela junto a su madre antes de formarse, entonces ya en escultura y grabado, en la Academia de Bellas Artes de esa misma ciudad japonesa. Pasada su treintena decidió establecerse en Cataluña (dejándose llevar por su admiración hacia Picasso, Miró o Gaudí), y desde entonces comenzó a aunar en sus creaciones los materiales y las referencias mediterráneas y los propios de la cultura nipona; desde hace casi quince años reside en la comarca del Empordà, donde se vale fundamentalmente de madera (troncos y ramas) para abordar las relaciones entre el ser humano y el paisaje.

Se trata del autor escogido por la Fundació NUMA Espais de Cultura para presentar la que es su segunda exhibición en el puerto de Ciutadella, en Menorca, tras la que el año pasado brindaron a Caspar Berger. NUMA es un espacio fundado por Marie Hélène Beharel y Joan Pons con el fin de apoyar a los artistas y favorecer el desarrollo de la cultura local; en sus primeros doce meses de andadura ha recibido cerca de 10.000 visitantes y en sus salas, luminosas y amplias, tienen lugar tanto exposiciones como talleres y conferencias. En su programación juega un rol importante la naturaleza (también en su arquitectura, que integra piedra de marés y roca natural), de ahí esta elección de Kitamura para su segunda muestra.

Vista de sala de la exposición de Hiroshi Kitamura en la Fundación NUMA © José Armando Brizuela
Vista de sala de la exposición de Hiroshi Kitamura en la Fundación NUMA © José Armando Brizuela

Se han reunido en Menorca una treintena de piezas, entre tintas y esculturas, que establecen evidentes lazos entre paisaje y cultura a partir de nociones como la transformación, la herencia, la vacuidad, lo efímero y lo primigenio; todas surgen de (y subrayan) el potencial de la observación minuciosa y la escucha del entorno como actos básicos para entender tanto esa naturaleza como a nosotros mismos en tanto que sus moradores.

La mayoría de las obras, veinticinco, son esculturas: las ha elaborado Kitamura desde hace siete años y en las más diversas maderas previamente podadas o taladas, de la encina al roble pasando por el haya, el ciprés, el cerezo, el boj, el olivo, la hiedra, el manzano, el laurel, la acacia, la morera, el tilo, cepas, sarmientos o estopa de pita. Realizadas en formatos diversos, algunas alcanzan los tres metros de altura y proponen, en último término, convergencias entre la actividad humana y la cíclica propia del medio natural que ha de escapar a su control. En cuanto a las tintas, siete, ofrecen las mismas dimensiones que las tallas más grandes (tres metros), pero a lo ancho, y se ejecutaron en papel con tinta china, témpera, nogalina, caobina y nácar que el artista ensambló mediante una técnica tradicional de su país llamada hyougu, que posibilita montar papel y tela de manera que los fragmentos unidos generen piezas semejantes a puertas corredizas, biombos, rollos colgantes o rollos horizontales.

Hiroshi Kitamura_Foto Marta López Raurell
Hiroshi Kitamura. Fotografía: Marta López Raurell

Son tres las fases que vertebran los procesos de trabajo en madera de Kitamura, que busca enlazar en ellos la labor de sus manos con la de la naturaleza, concibiéndose a sí mismo, más que como autor de las obras, como ayudante en su realización. En un primer momento, pasea buscando sus materias primas, aunque procura más bien que éstas salgan a su encuentro en lugar de establecer propósitos concretos en sus hallazgos. Aquellas acciones, necesariamente lentas, de la escucha y la observación son esenciales en estos comienzos, en los que también lleva a cabo bocetos para intuir la forma final.

En una segunda fase, Kitamura limpia la madera, librándola de su corteza para mostrar en lo posible su historia y memoria. Y por último, en una tercera etapa, ensambla las piezas respetando al máximo su personalidad, las que eran sus formas y vetas naturales. En vez de forzar la unión de los fragmentos, el japonés intenta hallar un equilibrio entre su intervención y las características propias del material, al que él atribuye formas de voluntad.

Vista de sala de la exposición de Hiroshi Kitamura en la Fundación NUMA © José Armando Brizuela
Vista de sala de la exposición de Hiroshi Kitamura en la Fundación NUMA © José Armando Brizuela

Asume Kitamura, en línea con una tradición japonesa de la que no se ha alejado, que el vacío supone una oportunidad de transformación y también un emblema del desapego y del abandono de lo superfluo que han de permitir a la creación brotar de forma orgánica. Le interesa que su arte pueda integrarse en un ciclo natural -del que nacen sus materias-, reconocer la vida de los materiales y dejar que éstos se expresen interviniéndolos con cuidado.

Una de sus fuentes de influencia fue el arte prehistórico: ha viajado por diversas cuevas españolas, percibiendo que los pigmentos usados en las pinturas rupestres son los hallados en los alrededores, y que esa es la causa de las sutiles diferencias entre unas y otras tonalidades. Él también escogió trabajar con lo cercano y accesible, convirtiendo el hábitat próximo en una mina de posibilidades y no tapando ni disimulando las texturas o las muescas. Sólo una contemplación muy lenta podría lograr que el espectador apreciara en sus piezas la mano del artista, una acompañante de las formas naturales y atávicas.

Hiroshi Kitamura_Secretos de bosque (evolución IV)_Foto Marta López Raurell
Hiroshi Kitamura. Secretos de bosque (evolución IV). Fotografía: Marta López Raurell
Hiroshi Kitamura. Secretos del bosque (costilla del bosque)_Foto Fundació NUMA
Hiroshi Kitamura. Secretos del bosque (costilla del bosque). Fotografía: Fundació NUMA
Hiroshi Kitamura. Secretos de bosque (memoria de bosque I - herencia y ADN)_Foto Marta López Raurell
Hiroshi Kitamura. Secretos de bosque (memoria de bosque I – herencia y ADN). Fotografía: Marta López Raurell

 

 

Hiroshi Kitamura

FUNDACIÓ NUMA. ESPAIS DE CULTURA

Plaça Quintana de Mar

Ciutadella de Menorca

Del 8 de mayo al 31 de octubre de 2025

 

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