El mundo no estaba listo para Hilma af Klint

Su primera gran muestra en Estados Unidos se presenta en el Guggenheim de Nueva York

Nueva York,

Cuando Hilma af Klint comenzó a crear pinturas radicalmente abstractas hacia 1906, superados sus cuarenta, no se conocía nada así: su audacia y su colorido vivo, sin ataduras respecto a referentes reales, llegaron tiempo antes de que Vasily Kandinsky, Kazimir Malevich, Piet Mondrian y otros adoptaran caminos similares a la hora de liberar sus propias producciones de representaciones más o menos miméticas. La propia Klint fue consciente del carácter rupturista de su obra y rara vez la expuso en vida, incluso llegó a vaticinar que el público y la crítica solo estarían listos para contemplar sus cuadros pasados, al menos, veinte años después de su muerte, así que dejó estipulado que no se mostraran antes.

Sus ideas terminaron siendo proféticas, porque no fue hasta 1986 (más de cuatro décadas después de su fallecimiento y a partir de una colectiva en el LACMA de Los Ángeles sobre lo espiritual en la abstracción) cuando se programaron sus primeras exposiciones, de modo que prácticamente todo lo que hoy sabemos sobre ella, su pintura y su obra en papel, lo hemos aprendido en estos últimos treinta años.

Hilma af Klint. Group IV, The Ten Largest, No. 2, Childhood, 1907. Fundación Hilma af Klint, Estocolmo
Hilma af Klint. Group IV, The Ten Largest, No. 2, Childhood, 1907. Fundación Hilma af Klint, Estocolmo

Tampoco Estados Unidos le había dedicado, hasta ahora, una monográfica importante, y el Guggenheim de Nueva York palía ahora ese vacío con “Hilma af Klint: Paintings for the Future”, una antología que reivindica a la artista como pionera de la abstracción un siglo después de que iniciara su producción valiente. Se ha organizado en colaboración con la Fundación que lleva su nombre en Estocolmo y cuenta con más de 170 trabajos, la mayoría datados en su etapa más original, la transcurrida entre 1906 y 1920. Fue en esos años cuando se decidió a producir obras no objetivas y asombrosamente imaginativas, reevaluando el desarrollo de la pintura de vanguardia.

Nacida en la capital sueca en 1862, estudió pintura en la Real Academia de Bellas Artes de esa ciudad, donde se graduó con honores en 1887. Logró ganarse el respeto de la crítica con pinturas que fueron primero figurativas, y también con su labor como secretaria de la Sociedad de Mujeres Artistas Suecas. No obstante, su espíritu dio pronto muestras de subversión, y no solo en lo puramente artístico: se comprometió profundamente con el espiritismo, el rosacrucismo (al que el mismo Guggenheim dedicó una exposición hace un año) y la teosofía, formas de espiritualidad que fueron muy populares en aquellos años tanto en Europa como en Estados Unidos y que también sedujeron a Kandinsky, František Kupka, Malevich y Mondrian: el espíritu del tiempo en el que se descubrieron los rayos X y las ondas electromagnéticas, de la era del relativismo, demandaba reconciliar las creencias religiosas tradicionales con los avances científicos y surgió una nueva conciencia de la pluralidad global de las religiones.

Situándose progresivamente al margen del panorama artístico de Estocolmo, de dominio masculino, comenzó Klint a dar forma a nuevos enfoques de su creación artística, en paralelo a sus prácticas espirituales, a las que dio cada vez más importancia. Sabemos que en 1896 había comenzado a realizar sesiones de ejercicios meditativos con otras cuatro mujeres y que, en una de sus reuniones, en 1906, algún espíritu con el que el grupo supuestamente se comunicaba le pidió que creara una serie de pinturas.

Klint, que también practicó la escritura automática, no tuvo valor para negarse y trabajó en ese conjunto pictórico desde ese mismo año de 1906 hasta 1915, realizando nada menos que 193 pinturas y trabajos sobre papel que llamó Pinturas para el templo. En ellas llevó a cabo sus primeras incursiones en la no objetividad y, fuera por influencia de seres trascendentes o no, rompió radicalmente con su obra inicial, la que sí alcanzó eco y reconocimiento público en vida de ella. En lo estilístico, se trata de piezas sorprendentemente diversas entre sí, geométricas unas y biomórficas otras, con escalas más expandidas o más íntimas y enfoques, en cuanto a composición y color, que transitan del maximalismo al reduccionismo.

Parece que su nombre se debe a que la artista imaginó disponer estas piezas en un templo con arquitectura en espiral, que no llegó a construirse. No ha podido confirmarse, pero investigaciones recientes sugieren que estas obras pudieron mostrarse en 1928, pero no en un espacio expositivo al uso sino durante la Conferencia Mundial de Ciencia Espiritual y sus aplicaciones prácticas de Londres. Sería, en ese caso, la única exhibición pública de estos trabajos en vida de Hilma, que, tras finalizar esta serie inspirada e inspiradora, continuó probando los límites de su nuevo vocabulario abstracto y experimentando con las formas y la serialidad, indagaciones que se materializarían después en sus obras más incisivas.

Hilma af Klint. The WU/Rose Series Group II, The Eros Series, No. 5, 1907. Fundación Hilma af Klint, Estocolmo
Hilma af Klint. The WU/Rose Series Group II, The Eros Series, No. 5, 1907. Fundación Hilma af Klint, Estocolmo

En paralelo a la muestra, el Guggenheim presenta nuevos trabajos del artista R. H. Quaytman elaborados bajo la influencia del lenguaje estético y la impronta espiritual de la producción de la sueca, que no solo protagoniza muestra en Nueva York. La Städtische Galerie Lenbachhaus de Múnich abre al público el 6 de noviembre “World Receivers”, que reúne obras de tres mujeres artistas: la propia Hilma af Klint, Georgiana Houghton y Emma Kunz, todas pintoras abstractas que desarrollaron su lenguaje de forma independiente, al margen del movimiento modernista dominado por sus colegas varones. La Fundación Hilma af Klint ha cedido para esa exhibición 58 piezas, la mitad pertenecientes a esa serie de Pinturas para el templo que centra la propuesta del Guggenheim. Junto a ellas pueden verse acuarelas más tardías, pero conectadas con el propósito de su serie fundamental: comprender y comunicar las diversas dimensiones de la vida.

Se calcula que Hilma pintó hasta 1.300 obras abstractas y se conservan de ella más de un centenar de cuadernos con notas y bocetos. Algunos recordaréis quizá la antología que hace cinco años le dedicaron el Museo Picasso de Málaga, el Moderna Museet de Estocolmo y el Hamburger Bahnhof berlinés; ya entonces descubrimos a una artista de producción compleja y consistente, cromatismo vivo y composiciones equilibradas. Además de las conexiones entre lo material y lo espiritual, le interesaron dicotomías muy terrenas: lo femenino y lo masculino, lo luminoso y lo oscuro; parece que concibió las dualidades de opuestos como el motor que hace girar el mundo. Puede que con sus círculos cósmicos quisiera guiar al espectador hacia esas revelaciones que pudo experimentar desde su anhelo de trascendencia; la duda es si hoy estamos, ahora sí, preparados.

"Hilma af Klint: Paintings for the Future" en el Solomon R. Guggenheim Museum
“Hilma af Klint: Paintings for the Future” en el Solomon R. Guggenheim Museum

 

 

 

“Hilma af Klint: Paintings for the Future”

SOLOMON R. GUGGENHEIM MUSEUM

1071 5th Avenue

Nueva York

Del 12 de octubre de 2018 al 23 de abril de 2019

 

 

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