Hasta el próximo 29 de mayo, la Alison Jacques Gallery de Londres presenta su cuarta muestra individual de Hannah Wilke, artista estadounidense que falleció prematuramente en 1993 y que en los años sesenta se involucró activamente en los comienzos del arte feminista, pese a sus diferencias con la vertiente más radical del movimiento. En sus inicios se centró en la escultura, y a ella se dedica esta exposición británica, pero también es autora de performances, fotografías, vídeos, pinturas y dibujos en los que utilizó su cuerpo y su biografía como ejes de su lenguaje y como medio para trasladar al espectador su defensa de la diversidad cultural, religiosa o étnica; su denuncia de la opresión de la mujer y del fanatismo feminista y su proclamación de la dignidad de la vida humana, el dolor, la enfermedad o la muerte.
En sus trabajos trató de sacar a la luz la situación de desigualdad de la mujer en los ámbitos social y artístico y de denunciar la pervivencia del discurso patriarcal, contraponiendo el rol de mujer-sujeto al de mujer-objeto en el campo de la creación y sirviéndose de las referencias explícitas al sexo femenino para romper su consideración tradicionalmente pecaminosa o simbólica de la fertilidad.
A principios de este año, The Guardían describía a Wilke como una de las artistas más subversivas de la historia y la muestra que hoy se abre en Alison Jacques nos recuerda de forma constante, a través de formas escultóricas en absoluto inocentes, su voluntad de unir activismo y formas estéticas apacibles. La exposición se ha organizado en colaboración con el Hannah Wilke Collection & Archive de Los Ángeles e incluye tanto trabajos emblemáticos como piezas poco conocidas que nos ayudarán a adentrarnos en aspectos poco estudiados del vocabulario escultórico de la americana.
Al igual que en sus fotos y en sus performances, el cuerpo es un tema fundamental en estas esculturas. Podremos ver desde piezas de terracota de comienzos de los sesenta hasta instalaciones coloreadas de los ochenta y una de las obras más destacadas será That Fills Earth (1965), elaborada en terracota. Su estructura cúbica se abre hacia formas orgánicas (las de su utilizadísima vagina), enlazando el símbolo explícito de la modernidad que es el cubo con su esencialismo cuasi-metafísico. Es su peculiar modo de hacer referencia a la complejidad de la personalidad y la vida cotidiana femenina y lo esquemático y tópico de su representación.
También podremos ver el trío de esculturas de bronce Athens (1979), que rara vez se ha expuesto al público, y trabajos de cerámica pintados manualmente atendiendo a estructuras geométricas y gestuales en alusión a la obsesión contemporánea por dominar reglas matemáticas y científicas.
La práctica escultórica de Wilke está enraizada en su interés por las nociones de maleabilidad y vulnerabilidad; combinando estas fuerzas aparentemente opuestas para lograr generar una potente tensión visual. Utilizó materiales poco usuales o frágiles en su composición, como látex o chicle, para presentarlos en contextos inéditos e invitar al público a preguntarse si pueden caerse o romperse; el suspense, la sensación de peligro, es un ingrediente fundamental en la percepción de su escultura. De ahí que sus conocidas vaginas, de diferentes tamaños, en serie o aisladas, todas distintas y singulares, se nos presenten pegadas sobre el suelo o sobre la pared. Para la artista componían una especie de milagro en equilibrio; entendía estas esculturas como elementos naturales en sentido estricto, como nuevas especies que deben existir por las mismas razones que las conchas marinas.
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