Puede que algunos recordéis, si tenéis memoria y alguna edad, el blanco y negro y las tramas lineales en las que Günther Förg zambulló el Palacio de Velázquez del Retiro, por estas fechas, entre 1998 y 1999. Este artista, nacido en Füssen en 1952, dio entonces muestras en Madrid, con fotografías, pinturas y esculturas, de que es posible encontrar un símbolo de la modernidad en una retícula geométrica y de que las tramas constituyen uno de los ejes de nuestros modos de percibir.
Podemos relacionarlo, en cuanto a su producción fotográfica, con autores que comparten con él origen, generación y tendencia hacia la Nueva Objetividad, como Thomas Ruff, Candida Höfer, Axel Hütte, Andreas Gursky o Struth, aunque seguramente él ha cultivado una mayor atención que el resto a la arquitectura en cuanto testigo del paso del tiempo y metáfora de los periodos históricos, así como de ideologías. Insiste en las ventanas como motivo, convirtiéndolas en marcos y metamarcos de la visión y, además de como alegoría, apela a las construcciones (son frecuentes sus imágenes dedicadas al Movimiento Moderno) como recurso compositivo, generador de líneas, de luces y de sombras. En muchos ha influido a la hora de saber encontrar belleza, y no necesariamente una fría objetividad, en estos edificios, creadores de texturas propias.
Sus inquietudes técnicas y temáticas son múltiples: trabajó inicialmente en pinturas monocromáticas y estudios de color, dedicó la mayor parte de sus fotografías, como decíamos, a arquitecturas; esculpió, elaboró murales, acuarelas y diseños gráficos y continuó pintando en su etapa final (falleció tempranamente en 2013).
En la escena artística alemana es posible considerarlo tan influyente como Martin Kippenberger, e igualmente susceptible, su producción, de ser sometida a interpretaciones muy diversas. En las décadas de los ochenta y los noventa, especialmente, las lecturas de su obra fueron variopintas y, a veces, contradictorias: hubo quien lo bautizó, por su trabajo más vinculado a la arquitectura, como un posmodernista, y quien, examinando la viveza cromática y expresiva de sus lienzos, atisbó en sus telas las huellas del expresionismo.
En cualquier caso, podemos entender que Förg desafió pronto los parámetros que definían disciplinas y que, observando a Munch, Philip Guston, Barnett Newman o Clyfford Still, aprendió que en el color y en la abstracción rigurosa podían residir tanto el sentimiento como la modernidad. Y más allá de su citada versatilidad, destaca su rol en la pintura: fue en sus lienzos donde se empleó con mayor tesón a la hora de hallar colores que pudiera, después, encontrar confirmados en la naturaleza de su entorno; el paisaje era su punto de partida a la hora de estudiar cuál podría ser la iconografía pictórica que definiera nuestro tiempo.
Las manchas, las retículas y las líneas dispuestas en orquestaciones geométricas que predominan en sus trabajos nos hablan de un autor preocupado por generar secuencias en las que el espectador pueda poner a prueba su percepción y su capacidad de análisis visual (a la hora de apreciar los ritmos del orden) y también encontrar, ya solo desarrollando la capacidad de disfrute, lo sublime.
Förg protagoniza, desde el próximo 12 de enero, una nueva muestra en la Galerie Lelong de París: constará de una docena de pinturas, sobre grandes hojas de papel Canson, que llevó a cabo entre 1996 y 2000. La mayoría nunca se habían exhibido conjuntamente y unidas podrían sugerir una suerte de sinopsis grupal de las principales corrientes creativas del siglo que entonces acababa: aunque se negó a ser encasillado en ningún movimiento o escuela, ni siquiera en la figuración o la abstracción, siempre confesó inspirarse en creadores que admiraba, además de en su propio entorno.
No resulta llamativo el soporte de estos trabajos (consideraba el papel tan válido a estos efectos como el lienzo, y ya en 2015 Lelong expuso obras suyas así, y de gran formato, datadas en 1989-1990), pero sí lo son esas evocaciones, nunca explícitas, a Ernst Wilhelm Nay o Nicolas de Staël, al mencionado Edvard Munch o Alberto Giacometti. Por supuesto, se mantienen vigentes temas y estructuras recurrentes en su trayectoria, como rejillas y ventanas, captadas desde la flexibilidad y vivacidad de su pincel.
En 2023 se cumple una década de la muerte de Förg en Friburgo, tiempo en el que se ha convertido en referente e inspiración para muchos artistas jóvenes, por la libertad de sus caminos y referencias. Desde 1997, Lelong le ha dedicado una decena de exhibiciones.
“Günther Förg. Peintures sur Canson”
13 rue de Téhéran
París
Del 12 de enero al 4 de marzo de 2023
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