Hace un año, en estas fechas, la artista valenciana Gema Quiles presentaba en la Galería Tuesday To Friday de su ciudad una suerte de merienda conceptual: la muestra “El cesto, la fruta y la mano” contaba con escenas ligadas a instantes de disfrute y contemplación que, a su vez, invitaban al espectador a detenerse ante los detalles, ejercitando su capacidad de mirar pausado hacia hormigas, conejos, lo que queda tras los árboles, y también a los rastros de su relajación en la naturaleza (manteles, raquetas). En ocasiones, lo percibido propiciaba el empleo de tonalidades claras, mientras otras tendían a la oscuridad, y el estilo de esta autora transitaba entre una figuración calmada y el llamado bad painting, un manejo del pincel que, en ella, tiene más que ver con la espontaneidad que con la voluntad de imprimir tosquedad a sus composiciones. La conjunción de formatos grandes y pequeños aportaba dinamismo al montaje.
En su último proyecto, que esta semana ha recalado en la Galería Herrero de Tejada de Madrid, Quiles regresa a la naturaleza, pero esta vez, quizá, desde una perspectiva menos hedonista y sencilla. En “Hacia el bosque, las tormentas”, que así se titula esta exposición, no parece proponernos mirar la vida transcurrir entre los setos, sino pasar a la acción: en estos nuevos óleos sobre lienzo, figuras vigorosas se encuentran en aparente lucha, quizá en la intención de conquistar el bosque y sus frutos, como si formaran parte de batallas ancestrales e históricas por la supervivencia; el formato de estas composiciones es llamativamente mayor al del resto de las que integran esta exhibición: bodegones frutales concebidos como trofeos, con un sentido simbólico.
Unas y otras pinturas han de interpretarse en relación entre sí, y más en términos oníricos que en otros literales: predominan en ellas los primeros planos y disposiciones rectangulares que tendremos la sensación de que constriñen a personajes vigorosos, o gigantes, tan contundentes en su fisionomía y sus movimientos como esculturas moldeadas en barro a las que se ha infundido una vida que después no se ha podido embridar. Un jinete vestido de azul y otro de rojo quizá vayan a saltar de sus caballos; sabemos del dinamismo de su acción pero aquí son capturados en instantes congelados, concentrados en su esfuerzo e impasibles. En otras composiciones (El avaro, La lucha) sus miembros parecen diluirse o, en el caso de Guerrero, fundirse con el entorno natural, como si, pese a su supuesta fortaleza, sus cuerpos pudieran desdibujarse con la lluvia o con el viento. Las pinceladas se deshacen, sin embargo, aunque estos seres no dejen de actuar; su expresividad, dada la ausencia de gestos, corresponde del todo al color.
“Hacia el bosque, las tormentas” es la primera individual de Quiles en Herrero de Tejada, sala con la que participó en la última edición de ESTAMPA, donde se hizo con el Premio Colección Aldebarán, y pese a la transición que implica respecto a sus más plácidos trabajos anteriores, responde también a su deseo de aproximarse a la naturaleza y la tierra -de la que, como dijimos, sus mismas figuras parecen haber salido-, desde una forma personal de ingenuidad primitiva que la distancie de la proliferación visual de hoy y de sus tintes, por momentos, angustiosos. Esa inocencia tiene que ver con la profundización en sus propios intereses a la hora de pintar, dejando conscientemente a un lado corrientes dominantes o referencias artificiales con las que no se identifica.
Gema Quiles. “Hacia el bosque, las tormentas”
c/ Hermosilla, 49
Madrid
Del 11 de abril al 30 de junio de 2024
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