En 2017, dos años antes de las celebraciones por el bicentenario del Museo del Prado, la Fundación de Amigos de la pinacoteca encargó a Alberto García-Alix y a otros once fotógrafos que llevaran a cabo sus propias interpretaciones de las colecciones de este centro, derivadas de una mirada íntima, una comunicación personal con las obras. Finalizado ese trabajo, el artista quedó muy interesado por los diálogos visuales que podía establecer entre varias de las piezas y decidió continuar, por decisión personal y con permiso del Museo, su exploración de esos lazos, lo que él llamó mi caza fotográfica por el Prado.
La relación profunda del autor leonés con sus salas era en realidad antigua: su madre, licenciada en Filología y Letras, le llevaba a él y a sus hermanos a recorrerlas, hablándoles de siglos y técnicas, y esas visitas le dejaron la huella suficiente para ser hoy, García-Alix, un lector curioso, buen conocedor de la Historia, que ha sabido encontrar en ese museo la mejor escuela de fotografía posible, sobre todo gracias a sus retratos. Admira especialmente los que Antonio Moro dedicó a María Tudor y a la Duquesa de Feria, por la riqueza presente en la captación de sus psicologías.
Ambos forman parte del proyecto que, hasta el próximo 28 de agosto, presenta en el Real Jardín Botánico, en el marco de la programación de PHotoESPAÑA: “Fantasías en el Prado”. Se ha valido de las posibilidades de la imagen analógica y de las dobles exposiciones para vertebrar una serie, tan enigmática como inspiradora y marcada por la ambigüedad, en la que reinterpreta ciertas pinturas del Museo que ha elegido hacer suyas, parte de su imaginario: Cada cuadro es un mundo. Y como tal, lo he tomado para inventar y construir uno nuevo, explicó Alix.
Su recurso fundamental ha sido la intuición, aunque hay muchas horas de observación tras estas fotografías superpuestas, desenfocadas, captadas con cámaras oscilantes, a veces con pequeñas linternas y ocasionalmente repintadas. El fruto de esa labor, del empleo meticuloso de la técnica de la múltiple exposición sobre película analógica, son fantasmagorías muy personales, llenas de tensión y misterio; en el caso de su trabajo con esculturas, parece incluso haberlas dotado de respiración.
A la hora de elegir luces, el artista ha escogido valerse de las más semejantes a las propias de los artífices de las imágenes que ha tomado como materia prima, con el fin de comunicarse con ellos en un sentido tan puramente creativo como histórico e incluso político: Me he apropiado de tiempo, luz y pinceladas. He tomado las de sus autores. Las de Goya para repintar su perro semienterrado, las de Velázquez para rehacer Las Meninas, he velado a La Gioconda bajo una mancha terrorista de pintura blanca, me he adueñado del frenesí de Rubens para conseguir plasmar lo que él no se atrevió a pintar en su época, y me he autorretratado con máscara de fiera con ayuda de Rosa Bonheur… Nada es valorable ni comparable con la emoción que he sentido trabajando con los cuadros.
Los montajes resultantes, como ha apuntado Manuela Mena, nos sirven para apreciar con otros ojos, los del mismo García-Alix, las pinturas y esculturas que llevamos décadas contemplando, también para reflexionar sobre la estrecha cercanía que guardan con nosotros, esa familiaridad más allá de los siglos.
Organiza este proyecto la Fundación ENAIRE y es su comisaria Ángeles Imaña.
Alberto García – Alix. “Fantasías en el Prado”
Plaza de Murillo, 2
Madrid
Del 1 de junio al 28 de agosto de 2022
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