Una segunda madre o la puerta de la cocina

22/06/2015

Una segunda madre

Inicialmente, Una segunda madre, la película brasileña dirigida por Anna Muylaert que este viernes, 26 de junio, se estrena en España, y que llega con el aval del Premio del Público de la Berlinale, iba a llevar por título La puerta de la cocina, territorio vedado en una casa adinerada para la hija de la empleada interna cuando ella opta por comportarse como si fuera una invitada cualquiera.

Una segunda madreLa película, que se comprende mejor pensando en el contexto del Brasil post-Lula, en el que la prosperidad económica ha hecho languidecer las diferencias y prejuicios de clase, narra la historia de una de tantas empleadas de hogar (Val) que, por encima de sus labores estrictas, ejerce de auténtico bastón emocional del hijo de un matrimonio ausente formado por un padre bohemio centrado en su vida sin normas y por una madre it girl preocupada por su imagen por encima de todo.

Cuando el niño al que ha cuidado con amor y dedicación completa cumple dieciocho años, su hija (Jessica), a la que Val tuvo que dejar a su vez en manos de otra segunda madre para trabajar, acude a São Paulo para examinarse de selectividad, quedándose en casa de los “patronos” de su madre. Su carácter ajeno –sea por inconsciencia o con intención- a las normas de servidumbre que imperan allí y la atracción que ejerce sobre padre e hijo hacen que ocupe la habitación de invitados, se bañe en la piscina y coma en la misma cocina que la familia acaudalada.

Ese comportamiento, y la irritada reacción a él de la jefa de Val, suponen para esta madre, postiza para uno y ausente para otra, toda amor y fortaleza, un punto de inflexión que le lleva a cambiar de rumbo tanto en su autoestima personal como en su trabajo.

La historia, tierna y con momentos de humor, no deja de reflejar un drama social: el de las niños despojados de sus padres, y viceversa, por trabajo o por dejación; el de quienes son padres (madre en este caso) a sueldo, y el de la pervivencia de reglas no escritas pero sí muy vigentes que mantienen las divisiones entre ciudadanos de primera y de segunda, normas que la llegada de la hija de Val a la casa donde ella trabaja pone de relieve, para después dinamitarlas, con descaro en el caso de Jessica, con educada lentitud en el de Val.

La lectura es clara y el final de la película, que no vamos a contaros, muy interesante; seguramente es su momento de mayor sensibilidad. El talante demasiado aprovechado de la chica puede resultar muy dudoso en varios momentos de cara a la interpretación general: parece que una cosa es no creerse superior ni inferior a nadie y otra tomarse excesivas confianzas, pero el episodio de la piscina y la rata, el de la misma puerta de la cocina o el de la desconfianza ante el propósito de Jessica –una buena estudiante- de acudir una universidad de prestigio, son suficientemente significativos para justificar ese necesario vuelco en la actitud de la protagonista, hacia sí misma y hacia sus jefes.

A destacar el trabajo de Regina Casé, que da vida a Val, una actriz muy conocida en Brasil que por este papel recibió el premio a la mejor interpretación femenina en el último Festival de Sundance.

 

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