Hay aventuras y retos que, si no se han emprendido llegados ¿los setenta? quizá nunca haya oportunidad de iniciar. Desde ese espíritu el personaje del escritor Bill Bryson, que interpreta en Un paseo por el bosque Robert Redford, busca amigo que lo acompañe para atravesar los Apalaches. Es un tipo feliz en su familia y poco dado a las relaciones sociales que en su juventud gastó fanfarronería y espíritu viajero, entre otros, con Stephen Katz (Nick Nolte), un amigo torpe, ex alcohólico y entrañable del que lleva tiempo sin tener noticias. Contra todo pronóstico, es Stephen quien se presta a acompañarlo y ambos encontrarán reflejada –sobre todo Bill- una parte de su personalidad en el espejo del otro.
Así que Un paseo por el bosque, la película de Ken Kwapis que el 11 de diciembre se estrena en cines españoles, nos muestra su viaje a trompicones por las montañas, un viaje (inspirado en la novela del mismo nombre, de Bryson) que, como podemos esperar, es más interior que físico: ambos superan su distancia inicial para recuperar lo mejor de su vieja amistad, volver a sentirse, a veces, jóvenes, y en otras ocasiones tomar conciencia de su edad. El desenlace termina siendo lo de menos; lo de más es lo que aprenden y desaprenden durante el camino estos Thelma y Louise en versión masculina y sin más enemigos que sus limitaciones internas.
Redford, Nolte y la mujer del primero en esta obra, Susan Sarandon, ponen su talento al servicio de una comedia muy sencilla, centrada en la exaltación del valor de la amistad y de las posibilidades de la madurez, pero sobre todo pensada para hacer reír y disfrutar al espectador.