Sorda: signos para la maternidad

25/04/2025

Sorda. Eva LibertadEn 2022 Eva Libertad presentó su corto Sorda, protagonizado por su hermana Miriam Garlo y Pepe Galera; una pareja, en la que él es oyente y ella no, se plantea tener hijos, enfrentando ella mil dudas ante la situación: el miedo a que el bebé herede la sordera y con ella un panel de posibles complicaciones, o a que pueda oír y entonces ella deba manejar dificultades serias a la hora de dirigirse a él, de enseñarlo o de atender sus llantos. El panorama comienza a generar alguna tensión entre ellos, pero en ese trabajo se resolvía en positivo: no llegaremos a saber del embarazo, pero veremos cómo la protagonista gana tranquilidad tras ser capaz de rescatar a uno de sus perros de un río mientras se encontraba sola.

Tras la buena acogida de ese corto, nominado al Goya, Libertad decidió retomar esta trama desarrollándola como largometraje: Miriam Garlo, sorda en la vida real, repite protagonismo, esta vez junto a Álvaro Cervantes, y la historia gana muchos matices y algunas modificaciones.  Ángela y Héctor componen una pareja asentada y sin fisuras en la que la sordera de ella no implica ni reto ni distancia: conversan con fluidez en lengua de signos, también con la mayor parte de los conocidos de ella, y residen en un entorno rural y tranquilo en el que esa condición no conlleva una limitación, sino efectivamente una diversidad de capacidades; otros modos de percibir y experimentar la atención al otro, el paisaje, el día a día.

Tampoco el embarazo suscitará problemas entre los dos: alguno más con los padres de Ángela, especialmente con su madre, poco favorable en inicio a la perspectiva de criar un nieto quizá con sordera, y sobreprotectora con su hija en situaciones en las que ella desea valerse por sí misma y ser del todo autónoma, seguramente su mayor afán.

A diferencia del desarrollo de los acontecimientos en el corto, en el filme, Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga, el quiebre de la pareja llegará más tarde. Tras un parto tremendamente expresivo y rodado en plano secuencia, en el que es palpable la angustia de ella al no entender a numerosas enfermeras hablando a la vez, y sobre todo cuando, en los primeros meses de la niña, oyente, Ángela intente con ahínco enseñarle la lengua de signos y se sienta desplazada por Héctor, una y otra vez, al procurar atenderla. En los cuidados absorbentes del bebé, lo que fueron diferencias perceptivas derivaron, ahora sí, en dificultades y la comunicación entre los padres decayó paulatinamente bajo su cansancio.

Mantiene Libertad el acierto, que ya presentó en la obra inicial, de dejarnos escuchar en algunas secuencias el sonido confuso y aminorado que Ángela será capaz de percibir, también cuando intenta llevar aparato en el colegio de la niña y ciertamente oye las voces con mayor claridad, pero los ruidos se convierten casi en explosiones.

La evolución de la pareja, de la armonía al desgaste, se recorre en la película con sutileza, del mismo modo en que se plantean, con claridad pero sin insistencia, algunos de los obstáculos salvables que afrontan las personas sordas socialmente, como el desconocimiento de la lengua de signos en establecimientos a ellos dirigidos o en centros sanitarios o una escasa empatía a la hora de vocalizar y dejarnos leer los labios. El mimo puesto en la filmación de esa progresión, que no cae en las discusiones sin estética ni en las anécdotas sin significado, y busca la naturalidad, es una de las grandes bazas de la película, junto al logro de hacer partícipe al espectador de realidades muy cercanas que le pueden ser desconocidas.

Sorda. Eva Libertad

 

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