Tras la magia de Hitchcock, desde mañana podremos disfrutar en el Espacio Fundación Telefónica de los trucos de uno de los mayores artífices de la magia moderna, que no fue ajeno en absoluto al ambiente social de su tiempo y al amor por la velocidad y la fuerza física de los primeros años del s XX: el húngaro Harry Houdini.
Comisariado por María Santoyo y Miguel Ángel Delgado, este proyecto nos propone adentrarnos en su convulsa trayectoria vital y, en el camino, en la evolución de la magia moderna y su transición desde las barracas de feria hasta los escenarios y la atracción de las masas.
Aunque a priori pudiera entrar en contradicción con su rol como mago, Houdini defendió la ciencia y la racionalidad sobre quienes, al borde de la I Guerra Mundial, defendían la brujería y las prácticas espiritistas. En línea con el futurismo, vanaglorió en sus números la tensión, el poderío físico y la tecnología y fue pionero en el uso de los medios de comunicación y de la publicidad para difundir sus poderes y atraer al público.
Antes que mago fue Houdini trapecista y contorsionista y, cuando ya lo fue, trabajó en los llamados “circos de 10 centavos”. Su ascenso fue lento y esforzado: estrictos entrenamientos de natación, boxeo y gimnasia fueron necesarios antes de alcanzar la fuerza, resistencia y elasticidad que le permitieron desarrollar sus mejores actuaciones, sobre todo las escapistas.
El riesgo casi extremo atraía a comienzos del s XX a un público entusiasmado por los bólidos y la aviación, así que Houdini pudo triunfar con sus números acuáticos y al aire libre en los que se deshacía de esposas o camisas de fuerza. Sus escapes, y las desapariciones de animales que era capaz de lograr, conectaron con el sueño de liberación de una clase trabajadora industrial sometida al acecho de la neurastenia, que los psicólogos investigaban como mal extendido del momento.
Una de sus grandes hazañas fue sobrevolar Australia en un biplano diseñado específicamente para él y filmar el proceso, beneficiándose del incipiente desarrollo del cine. De hecho, actúo en varias películas de cine mudo y creó una empresa dedicada al revelado de filmes.
Pero su carácter polifacético e infatigable fue más allá: fue articulista y escritor y entre sus obras más célebres y difundidas figuran Traficantes de milagros y sus métodos (1920) y Un mago entre los espíritus (1924).
ÚNICO Y SIGNO DE SU TIEMPO
¿Qué veremos en el Espacio Fundación Telefónica? Desde carteles de la época a ediciones históricas de manuales pasando por cajas y artilugios de magia de principios del s XX, juguetes ópticos, la recreación de un gimnasio decimonónico o la réplica de una camisa de fuerza. Pero el centro de la exposición lo constituye una enorme jaula, que nos recuerda que Houdini fue sobre todo un maestro del escapismo, como mago y en su propia vida, y en aquel tiempo muchos deseosos de evadirse de su pasado lo tomaron como ejemplo o se dejaron seducir por sus procedimientos.
Seis secciones estructuran la muestra: Pasen y vean. Historia de la magia, que viaja a los tiermpos de los “traficantes de milagros” y los freak shows y recuerda a Robert Houdin, quien fuera su inspiración, y la magia teatral de Thurston, que fuera rival de Houdini; Citius, altius, fortius, que contextualiza su figura en una época de fe ciega y pleitesía al progreso, tanto físico como moral y personal; Escape, sobre la que fue especialidad del húngaro (capaz de salir de una celda por sus propios medios) y seguramente sigue siendo la disciplina más dura en el campo de la magia; Lo que creen tus ojos, que explora la ilusión óptica como uno de los fundamentos de la magia y de los prodigios de Houdini, que pudo hacer desaparecer a un enorme elefante; La Gran Ilusión, sobre los recursos del mago para promocionarse (ojo: ya usaba frases y palabras clave y una iconografía que lo identificaba) y, por último, Código H, apartado dedicado al auge del espiritismo, los médiums y el ocultismo tras la Gran Guerra y a la defensa férrea que él mantuvo del fundamento científico de sus espectáculos de ilusionismo, a los que nunca quiso vincular con fenómenos paranormales. Esa defensa le llevó a enfrentarse al mismísimo Conan Doyle.