El pasado 12 de marzo, el De Young Museum de San Fran Francisco presentó “Óscar de la Renta. Retrospective”, una muestra que rinde homenaje al diseñador a partir de 130 de sus conjuntos y que itinerará internacionalmente cuando cierre allí sus puertas el 30 de mayo.
La exhibición rastrea, paso a paso, la evolución de su moda y de su carrera a lo largo de cinco décadas, desde su formación y primeros encargos en nuestro país hasta su consolidación como gran figura internacional.
Nació en 1932 en una familia acomodada de la República Dominicana, se formó en arte en España en los años cincuenta y en 1954 comenzó a trabajar como dibujante para Cristóbal Balenciaga, para muchos el mejor modisto de aquellos años. En 1956 diseñó un vestido para Beatrice Cabot Lodge, hija del embajador de Estados Unidos en España, y ese encargo le permitió aparecer, por primera vez, en la revista Life.
Con el propósito de avanzar en su carrera, se trasladó en 1959 a París para trabajar en la firma Lanvin-Castillo. La abandonaría en 1963; ese año se desplazó a Nueva York para centrarse en la creación de moda prêt-à-porter. Fue diseñador jefe de Elizabeth Arden y se unió a Jane Derby como socio en 1965; él se haría cargo de la compañía tras su muerte. Durante dos años seguidos, en 1967 y 1968, recibió el prestigioso Coty Award, concedido al considerado mejor diseñador americano, y un año después recibiría la nacionalidad estadounidense.
Sus éxitos en aquel país no habían hecho más que comenzar: en 1973 se convierte en Presidente del Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA) y en 1977 lanza su primera fragancia, Óscar.
No solo se preocupó por avanzar en su carrera, también fue Óscar de la Renta un filántropo: en 1982 puso en marcha en la República Dominicana el orfanato/guardería La Casa del Niño, que ha acogido a 1200 chavales.
Sus creaciones de los ochenta fueron, quizá, las más llamativas. Inspiradas en su Caribe natal y en el s XVIII francés y el vestuario de María Antonieta, lograron tan buena acogida crítica como comercial.
1991 fue un año de cambios en las presentaciones de sus colecciones: rompió el ritmo acostumbrado entre los modistos americanos al mostrar sus diseños de otoño antes en París que en Nueva York. Esa decisión fue en el fondo una declaración de intenciones: en 1993 se unió a la casa Balmain, manteniendo su línea neoyorquina.
Se suceden los premios: recibió en los noventa el Lifetime Achievement Award de la Hispanic Heritage Foundation y la Legión de Honor francesa y en el año 2000 el de la CFDA al Mejor Diseñador del Año de línea femenina y nuestra Medalla a las Bellas Artes.
Amplió también colecciones: en 2001 presentó la de accesorios, en 2002 la de hogar, en 2014 abrió su flagship store en Madison Avenue y en 2006 presentó su primera colección de novia. Desde entonces, hasta su fallecimiento hace dos años en Connecticut, no dejó de expandir su imperio y ya protagonizó algunas exposiciones.
Comenta André Leon Talley, comisario de la muestra de San Francisco y amigo de De la Renta, que el modisto llevaba consigo el calor del paraíso y que todos sus diseños, sean abrigos de cachemir o vestidos de noche, reflejan, en el fondo, el ambiente tropical y la familia amorosa en el que se crió. Se trata de piezas estilizadas, muy femeninas y de corte clásico en las que abundan los drapeados; hoy las consideramos un emblema de buen gusto, pero tras ellas hay mucho más que un buen ojo: está el talento de sus mejores maestros, de quienes supo aprender las claves, no solo del patronaje, sino también del éxito comercial; una genial adaptación de la costura al listo para llevar y un amor por la mujer que en caso fue más que una frase hecha: los diseños del dominicano realmente son tan sofisticados y elegantes como actuales.
La exhibición será especial para los fans de De la Renta: su compañía ha abierto archivos para examinar de forma exhaustiva su trabajo y ceder piezas de su colección personal. También han prestado diseños prestamistas privados internacionales y diversos museos de bellas artes.