O los tres o ninguno

17/03/2016

O los tres o ningunoLa experiencia de un activista por la democracia en Irán, encarcelado y torturado en la etapa del Shah y perseguido hasta verse forzado a huir (a Francia) tras la llegada de Jomeini, puede contarse acentuando el dramatismo de su historia y las dificultades para asumir que la mitad de una vida transcurre en precario y en lucha por una libertad que quizá no llegue a conocerse, o desde la positividad casi constante, haciendo hincapié en el afán de superación y en la búsqueda del bienestar propio, familiar y colectivo, de quienes optan por comprometerse con todas las consecuencias.

Kheiron ha optado por esta segunda opción en O los tres o ninguno, película que el día 23 llega a cines y de la que él es, además de director, actor principal y guionista, parte implicadísima: la historia no le es ajena porque recorre el pasado de sus padres que, una vez asentados en París, lucharon por integrarse, empezaron de cero y ayudaron a hacer lo mismo a otros inmigrantes o personas con problemas en barrios complicados.

Su historia rezuma positividad porque, pese a tropezarse con todas las dificultades posibles, en lo fundamental acaba saliendo bien, y lo fundamental es que los padres de Kheiron, y él de niño, permanecieron unidos en su periplo de Irán a Francia y, una vez allí, se esforzaron juntos por salir adelante y ayudar a otros a hacer lo mismo; las personalidades de ambos están dominadas por la entrega constante a unos ideales que defendieron de la única manera efectiva y coherente: con el ejemplo.

El trasfondo doloroso es el que es, y podemos intuirlo sin dificultad, así que Kheiron lo aborda con el humor del que puede mirar al pasado sin odios: muchos de los diálogos son hilarantes; los hermanos de Hibat Tabib, su padre, también protagonizan escenas divertidísimas, e incluso en el paso tortuoso de Hibat por la cárcel hay espacio para la risa. Y aunque visto así resulte difícil pensarlo, la carcajada no resulta fuera de lugar porque hay ternura, piedad…y, cómo no, porque finalmente todo salió bien.

Ni Hibat ni su esposa Fereshteh se dejan llevar por el miedo porque eso supondría haber sido derrotados de antemano, y su apuesta, arriesgada, les sale bien tras mucho sufrimiento. Hablando de Fereshteh, hay que subrayar que, en la película, las mujeres iraníes con mayor presencia (ella y su madre) no aparecen en ningún momento como sumisas apéndices de sus maridos, sino como esposas con una capacidad de decisión al menos equivalente a la de ellos.

O los tres o ninguno, como sus personajes, es entrañable, auténtica y tiene un punto extravagante. Es un canto a la integración y un homenaje a quienes tuvieron que huir de sus países buscando libertad y vida.

 

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