NUESTROS LIBROS: La luz difícil

25/04/2024

La luz difícil. Tomás GonzálezDe vez en cuando abría yo los ojos y veía por la ventana la noche ciega; los cerraba y contemplaba la aflicción que me devoraba por dentro como la zarza ardiente.

A finales del pasado 2023 Sexto Piso reeditó, algo más de diez años después de su publicación primera, La luz difícil de Tomás González, escritor colombiano de larga trayectoria y autor tanto de novelas como de cuentos y poemas. Es seguramente una de sus obras fundamentales, no pese, sino a causa de su sencillez y su brevedad cuando se conjugan con la hondura: se trata de un texto en primera persona escrito desde la perspectiva de un padre y marido, David, de oficio artista, que a dos décadas de la muerte de uno de sus hijos en circunstancias especialmente difíciles (y también tiempo después del fallecimiento de su esposa, más tarde) recuerda los días previos al hecho fatídico, envueltos en un incendio interior que no permite pensar en otra cosa y en un intento de calma para los asuntos prácticos, de asunción de lo inevitable.

El joven con los días contados se llama Jacobo, quedó tetrapléjico tras un accidente de tráfico y sufre dolores intensos, apenas descriptibles, que ningún remedio puede ya mitigar, ni los científicos ni los que exigen fe. Su decisión es poner fin a su vida al entender que nada puede hacer ya sino arrastrarla, y nos es dada desde el principio de la narración, sin introducir al lector en debates éticos o emocionales en torno a la muerte asistida, aunque sí recordándonos, cada cierto número de páginas, las probables dudas del enfermo (la vida se aferra a este mundo con algo parecido al desvarío, escribe González) y la cierta esperanza de sus padres en que se eche atrás, compatible con la conciencia de un sufrimiento que no quieren para él.

David, y su mujer Sara, unidos sin tensiones también en el dolor, son en realidad los protagonistas de esta historia, dado que es a sus sentimientos y su experiencia en esa cercanía de la muerte a los que tenemos acceso -cercanía en el tiempo y en el ánimo, que no en la distancia, ya que Jacobo ha de trasladarse de Nueva York a Portland para acabar con sus días-; el dilema de este, y también el muy conmovedor que asume uno de sus hermanos al acompañarlo en esos instantes, solo podremos intuirlos a través del testimonio de su padre y de sus vaticinios de lo que significan los silencios y los tonos bajos al teléfono. Mucho de lo que sucede en La luz difícil (luz reflejada en el agua que el pintor trata de llevar a uno de sus cuadros) será para nosotros, como lo es para este hombre, cuestión de corazonada, porque González sabe mucho de apuntar mediante el esbozo, de hacernos creer sin definir demasiado, y ni él se permite ni concede al lector espacio para el juicio, sino únicamente para el intento de comprensión del desgarro.

Su modo de abordar un asunto tan arduo, de aproximación tan complicada, ha sido el del pudor, la claridad y las palabras simples; no hemos dado en este libro con ninguna grandilocuencia ni regodeo en la tragedia y no por eso esta se suaviza, ni mucho menos se oculta: el colombiano se maneja en el terreno de lo sutil y, prácticamente, de la orfebrería en las palabras, por más que él aquí las califique como toscas. Es importante recalcar la mención del tiempo transcurrido desde esa muerte especialmente tormentosa hasta su escritura, porque en esta ficción explica que se subraye que la vida siempre vuelve por sus fueros, haya ocurrido lo que haya ocurrido, como regresa la atención a los problemas menores, las chanzas y la búsqueda de belleza sin que nada haya caído en el olvido. Solo esos años (de probable reflexión constante) pueden explicar la serenidad aplicada a la voz narrativa; una menor distancia hubiera implicado un enfoque distinto, otro texto, pero González decidió apostar por conjugar drama y paz interior, en un más difícil todavía que supera de forma admirable.

La luz difícil. Tomás González

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