NUESTROS LIBROS: La edad del desconsuelo

30/05/2024

Jane Smiley. La edad del desconsueloAntes de conocer a Dana, no habría podido decir si mis padres eran felices o no en su matrimonio. No tenía ni idea. Ella fue la que me lo hizo ver.

 

La edad del desconsuelo, en la obra de Jane Smiley que hace un lustro publicó en español Sexto Piso y fue editada por primera vez en 1987, ronda los 35 en el matrimonio formado por Dave y Dana. Incluso sus nombres parecen subrayar una afinidad que nació pronto, cuando se vieron por primera vez en la universidad, y que duró bastantes años, hasta que una boda, un negocio común y tres hijas después, el entendimiento se hizo una tarea hercúlea y, al margen de su descendencia, parece que lo que sobre todo los une es la inercia.

La razón de la grieta se apunta, pero más como sospecha que como certeza y así se mantendrá a lo largo de la novela: algo abrupto que el lector solo puede intuir tiende a arrastrar poco a poco lo construido esforzadamente durante mucho tiempo. También podremos tener la sensación de que se le escapa a Dave, a quien Smiley toma como narrador: un hombre teóricamente con poca capacidad comunicativa que, sin embargo, en este texto da cuenta de la evolución de su familia, de los cambios que advierte en su mujer y en la personalidad de sus hijas con bastante agudeza, incluso con una capacidad de observación de la que no es consciente, sino todo lo contrario. Tiende a la huida en el conflicto, a procurar esquivar problemas comportándose como si no existiesen, pero la escritora, Pulitzer por Heredarás la Tierra, lo convierte en cronista avezado y naturalísimo de un precipicio por el que esta pareja nunca parece terminar de caer.

La trama de La edad del desconsuelo no es, por fuerza, novedosa (un primer recuerdo entre obras cercanas nos puede llevar a James Salter y su Años luz, John Williams y su Stoner), pero nunca dejará de apelar al lector por la cotidianidad de lo narrado y, en cualquier caso, destaca por un manejo magistral del ritmo que logra que compartamos la placidez, el vértigo o el caos que experimentan los protagonistas cuando no hay evidencias de amenazas en el aire o cuando empieza a apreciarse la posibilidad de una ruptura, que tiene uno de sus primeros ecos en el estómago crepitante de la mayor de las niñas. Los caprichos y enfermedades de estas, termómetro a veces del estado de la cuestión entre sus padres, convierten ocasionalmente su casa en un territorio prebélico del que Dana o Dave escapan cumplidamente cuando todo está a punto de estallar, quizá por miedo o puede que por no agravar más la situación. Dado que existen y no son raras las tormentas perfectas, el panorama entre los empleados de la clínica dental que dirigen comienza paralelamente a torcerse.

Absorbente y fruto de la mucha sabiduría de Smiley respecto a las emociones y batallas familiares, que son el gran tema de su producción, esta novela breve necesita poco más de cien páginas para envolver al lector en una intimidad construida con precisión, sin trazos gruesos ni señalamientos sobre ningún comportamiento; también con algunos instantes de humor y ternura que evitan que la historia se conduzca por los derroteros del melodrama. El que el lector necesite mirar por la ventana en ocasiones, buscando algún refugio al ver sus vulnerabilidades retratadas, un reflejo de la juventud perdida, será en todo caso inevitable.

De cualquier manera, como el mismo Dave nos hace saber, después de la edad del desconsuelo (mucho después) llega la de la resignación y, a veces, la de la esperanza.

 

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