NUESTROS LIBROS: El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos

25/09/2025

Helena Attlee. El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricosCuando Guy de Maupassant visitó Palermo la vio como una ciudad “rodeada por una extensión de campos de naranjos que se conoce como la Cuenca de Oro”.

Helena Attlee es experta en jardines, y en los jardines italianos, probablemente una de las especialidades más sugerentes que uno pueda escoger, y a ellos ha dedicado cuatro libros. Hace algo más de una década, sin embargo, decidió salir, sólo parcialmente, de sus límites para brindar otro ensayo – la denominación se queda corta- a frutas a través de las cuales sería posible hacer una aproximación válida a la historia de ese país, y en general del arco mediterráneo: los cítricos.

Nos atrevemos a decir que nos hizo un regalo: su libro proporciona un número indefinido de hallazgos que tienen que ver con el devenir intrincado de limones, naranjas, mandarinas, bergamotas y cidras, nacidas de sus múltiples cruces; con su consideración social, económica, medicinal y también artística a lo largo de los siglos; con las recetas que nutren y aromatizan; con la mafia, los perfumes y la codicia.

Un mapa de Italia al inicio de su libro, publicado por Acantilado, nos desvela su geografía como quizá no la habíamos pensado, en alternancia de montañas y cítricos, y a Sicilia como patria de sanguinas -hay quien dice que su color tiene que ver con la cercanía al Etna; evidentemente no es cierto, pero nada nos impide seguir imaginándolo así-.

Tras esos mapas nos espera un viaje geográfico desde el lago de Garda a la Conca d´Oro siciliana; uno histórico, desde la llegada a Europa del cidro desde Asia y de la naranja amarga, traída al sur de nuestro continente por los árabes; un viaje cultural, de las impresiones de Maupassant o Goethe hasta las fiestas populares; y otro gastronómico, porque en algunas ocasiones Attlee aporta recetas y consejos para llevarlas a término.

Los limones, antídoto contra el escorbuto y fruto del sol, la luz y la calidez mediterránea, se convierten en el libro en emblema de una cultura y una forma de entender, no sólo la cocina, sino la vida y el arte: una que permite aún incorporar un matiz entre el ácido y el dulce y que aprovecha incluso el albedo, esa parte blanca de estas frutas, más amarga que el resto si no se le añade azúcar, cuyo consumo ofrece beneficios múltiples y se demanda en la alta hostelería.

Esta autora británica escribe desde el entusiasmo y una evidente fascinación por Italia (que no extiende a sus países cercanos, nuestra fruta y nuestra historia compartida tienden a salir mal paradas) y sabe transmitir al lector el pequeño milagro que implica el crecimiento de un ejemplar maduro y la historia de la que deriva: por qué crece donde crece, cómo se regó y se riega, qué tipo de corte favorece su sabor y quién la ansió.

No lo logra sola, sino charlando con quien vive y trabaja en torno al cítrico: propietarios de viveros y granjas (sus grandes extensiones pertenecen, sobre todo ya, a familias de apellidos con raigambre que pueden asumir sus costes), dueños de restaurantes o profesionales de centros de arte, porque limones, naranjas y cidras también han sido pintados y esculpidos -en el primer caso, no sólo en bodegones- y ocupan su lugar en la historia del paisajismo.

El de Attlee es un libro apetitoso, en todos los sentidos.

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