Cualquier secuencia bella y relajada, cualquier momento lúdico, tienen en Mustang una cruel cara b, y son tan intensos los unos como los otros.
Quizá coincidiendo a propósito con la semana en que celebramos el Día de la Mujer, el próximo viernes, 11 de marzo, llega a nuestros cines la película de Deniz Gamze Ergüven que pudo hacerse con el Óscar a la Mejor Película Extranjera en la última edición de los premios, una historia de planteamiento muy sencillo que comienza muy pronto a ponernos el vello de punta: solo hace falta esperar a la salida de la escuela y a un baño inocente en la playa (sin quitarse el uniforme) para que veamos cómo cae sobre cinco hermanas huérfanas y adolescentes que viven en una aldea turca todo el peso de la cerrazón, el machismo y el cotilleo.
Las maledicencias y su mirada perversa, enferma, sobre los naturales comportamientos de las chicas a su edad mueven a su tío, que usa y abusa de ellas desde su posición dominante, a recluirlas y encerrarlas cada vez más; puede hacerlo en cuerpo (vestirlas como sacos, enrejar sus ventanas), pero no en mente, y tras las primeras bodas concertadas con desconocidos, las prohibiciones a cualquier diversión propia, la instrucción como amas de casa sumisas y el terrible desenlace de una de sus hermanas, las pequeñas deciden rebelarse y poner, literalmente, sus vidas en riesgo para huir a Estambul y hacerse dueñas de sus decisiones. Mustang conmueve hasta hacer que imploremos en su huída que todo salga bien y, aunque puede remitir por temática general a las Vírgenes suicidas de Sofía Coppola, su estética realista la aleja del preciosismo de aquella.
Esto también es el s XXI y, aunque la película se ambiente a la vuelta de la esquina, agudizando la mirada ni siquiera hace falta llegar hasta allí para encontrar historias semejantes. Deniz Gamze construye su obra, que reúne a partes iguales compromiso social y talento cinematográfico, contraponiendo la inocencia y la belleza de la relación entre las hermanas con la crudeza terrible de su entorno más próximo, la sombra constante de un yugo del que no pueden escapar sin jugárselo todo y que se nos presenta prácticamente en tono documental. El contraste sobrecoge, aunque haya también momentos para el humor (ese partido de fútbol clandestino y las maniobras de su tía para evitar que el dictador las vea en las gradas) y, desde luego, para la esperanza, que en la película recae en la educación: es a su profesora a quien busca la hermana pequeña cuando traza el plan para huir, aludiendo seguramente a que el cambio llegará de la mano de las generaciones jóvenes y de la educación.
Ampliando símbolos, podemos considerar que la casa enrejada de estas hermanas, donde no hay espacio ni para la mujer ni para la confidencia, la diversión o la libertad, es cualquier país, territorio o domicilio particular en circunstancias semejantes. Ocurre ahora y no están lejos, y Mustang es tan preciosa como necesaria.