Musicofilia. ¿Tenéis una melodía en la cabeza?

30/01/2016

Musicofilia. Oliver SacksY una segunda pregunta: ¿habéis leído a Oliver Sacks? Quizá algunos ya tengáis entre manos su autobiografía En movimiento. Una vida o conozcáis el célebre El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, sobre historias de pacientes con enfermedades neurológicas contadas con la humanidad y la empatía que son el sello de este psiquiatra y neurólogo inglés fallecido el año pasado.

Por ser algo menos conocido, y por interesar quizá a quienes, entre nuestros lectores, sois aficionados o profesionales de la música, hoy os sugerimos buscar en librerías o bibliotecas Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro, un compendio de historias vividas por pacientes reales de Sacks para quienes el sonido de la música dejó de ser un disfrute o molestia momentáneo dando lugar a distorsiones, a veces enfermedades, variadísimas. Algunas de ellas podrían considerarse peligrosas: conducen a la depresión, a obsesiones de tratamiento no siempre fácil.

Sus conocimientos sobre los efectos de la música en nuestras mentes llevaron a Sacks a afirmar que “somos una especie tan lingüística como musical” porque la música tiene en nuestras vidas, y en nuestra forma de percibir la existencia, una importancia equivalente a la del lenguaje, aunque no seamos conscientes de ello y de este fenómeno sepamos muy poco.

Él pone algo de luz, hablándonos de casos concretos de personas corrientes (incorpora ejemplos de músicos profesionales, pero son los menos) cuya identidad se ha visto transformada, en distintos grados, por la música, en positivo o en negativo, como curación o como mal. Asistimos así a casos de musicofilia repentina, a raíz de accidentes o sucesos inesperados, por parte de quienes previamente no sentían especial interés por este arte; a ejemplos de miedo a la música o de incapacidad para sentirla, de presencia machacona de melodías en el cerebro que impiden llevar una vida normal, de alucinaciones musicales, de sensibilidad extrema hacia ciertas notas…también al análisis de ejemplos en los que la música ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de quienes padecen enfermedades previas como la afasia, el síndrome de Tourette, la demencia, la encefalitis, los ataques de lóbulo temporal o el Parkinson.

No hay caso extravagante para Sacks, que trabaja poniéndose en la piel de los enfermos, manejando detalles humanos con tacto elegante y explicándonos estos trastornos, que en principio pueden parecen extravagantes, con una erudición y una ternura, mezclada con humor, que nos invita a entenderlos y sobre todo, y seguramente ese sea el fin último de sus libros, a reflexionar sobre la enorme complejidad de la mente humana y su, también enorme, fragilidad. La de todas las mentes, que ninguna es una excepción: tras cada dolencia neurológica, relacionada en este caso con la música, hay una persona cuyo cerebro no es demasiado distinto al nuestro.

Así, los relatos que nos cuenta Sacks, no son solo historias neurológicas aptas para científicos y abordadas desde un enfoque pintoresco sino narraciones ciertas que nos conmueven y nos afectan porque se refieren a nuestro propio equilibrio mental, que suele ser precario y no sólido.

Entre los casos que aborda que no entrarían dentro del terreno de los trastornos, figuran los de filósofos o escritores que se dejaron seducir por la música hasta las últimas consecuencias o que, por el contrario, se mostraron indiferentes a ella, de manera natural o intencionada.

A medio camino, por ejemplo, se encontraba Tolstoi, que opinaba que la música tenía el poder de inducir en él estados de ánimo “ficticios”: emociones e imágenes que no podía controlar y que no consideraba suyas. Por eso adoraba a Tchaikovsky pero, a menudo, evitaba escuchar sus obras.

En La sonata a Kreutzer describió la seducción de la esposa del narrador por parte de un violinista y su música. Los dos tocan juntos esa pieza de Beethoven, una música tan poderosa, según llega a pensar el narrador, que puede volver infiel a la mujer. Finalmente el marido ultrajado asesina a la esposa, sabiendo que, en realidad, el verdadero culpable al que no puede matar es la música.

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