Esta semana leíamos (en S Moda) sobre lo limitado del efecto de las cremas: según un estudio, cuente lo que cuente su publicidad, no podemos esperar de ellas que tengan efectos en nuestras células porque, si los tuvieran, serían…medicamentos. A los personajes que interpretan Ben Stiller y Naomi Watts en Mientras seamos jóvenes, la última película de Noah Baumbach, les puede la madurez aunque traten de ocultarla, a veces con ahínco, mimetizándose con la más joven y aparentemente fresca pareja a la que dan vida Adam Driver y Amanda Seyfried, porque los sombreros, las bicis, los patines o el hip hop tampoco son medicamentos.
El asunto de la aceptación de la edad lo ha abordado Noah Baumbach en buena parte de su filmografía, sobre todo en la muy cercana Frances Ha, en torno a aquella joven próxima a la treintena interpretada por Greta Wergig que no termina de encontrar su lugar, y aquí lo retoma en una pareja que ha superado los cuarenta, que no ha podido tener hijos y que, pese a gozar de éxito profesional y una vida acomodada, se ve desplazada, al menos laboralmente, por una generación más joven, con ideas nuevas que pueden ser brillantes, pero también con un sentido de la ética, en el cine y en la vida, algo más difuso. Aunque esto último a nadie parezca importar, si sirve para conseguir resultados; y en este punto se aborda el asunto de la conveniencia o no de cierto purismo a la hora de filmar documentales.
Ben y Naomi (Josh y Cornelia) no terminan de encajar en los planes de sus amigos de edad semejante con obligaciones familiares (más bien sometidos a la dictadura de sus hijos, con el fantástico ejemplo de una clase de canto para bebés que no saben hablar) y caen en las redes amistosas de un cineasta, tan joven y encantador como narcisista y trepa, y de su mujer, que lo es solo mientras él la necesita. Con ellos se introducen en un mundo hípster de gallinas criadas en casa, muebles hechos a mano y ayahuasca, que, claro está, no podía terminar bien, pero nos da preciosos momentos de risas (de calidad) a base de patadas a modas muy de hoy, a la modernidad tonta. Sin embargo, la película no hace parodia de la experiencia vital de Josh y Cornelia, más bien parece invitarnos a reír con ellos, mientras sí la practica, aunque sea desde una mirada tolerante y comprensiva, hacia la pareja de ventitantos y su espontaneidad falsa.
Mientras seamos jóvenes es una de esas comedias que convierten la risa en una especie de mueca, por nuestra posible identificación con los “mayores” que no entienden que puedan tener ¿artritis, artritis? o con “jóvenes” poco auténticos, de actitud en el fondo vieja.
Baumbach no da puntada sin hilo e incorpora referencias a Godard o al mismísimo Ibsen (al inicio) a la hora de plantear esas diferencias generacionales: solo dos décadas de distancia convierten a los protagonistas en completos extraños que quizá nunca se entiendan pero que han de tolerarse. “Es solo joven, no es el diablo”.
Es una de nuestras pelis favoritas de este director, tiene cierto sabor a Woody Allen y os recomendamos no perdérosla a partir del viernes.