Tras nuestra selección de películas centradas en el propio mundo del cine, hoy hemos escogido para vosotros una decena de filmes con la familia o la falta de ella como fuente de inspiración; no la elegimos, es difícil o imposible escapar de ella y pocos cineastas se han resistido a ofrecernos su visión de los complejos microcosmos que surgen en cada hogar.
1. EN EL ESTANQUE DORADO. Mark Rydell, 1981.
Mucha madurez y mucha ternura pueblan esta mezcla de drama y comedia en la que Henry Fonda y Katherine Hepburn encarnaban a un (absolutamente envidiable) matrimonio de ancianos que en su residencia vacacional se enfrenta, con posturas dispares, a la cercanía de la muerte y a una difícil relación con su hija (Jane Fonda) derivada de un inevitable conflicto generacional y de una evitable actitud fría e indiferente del padre hacia ella. Es cierto que no se profundiza en el lado más amargo de esos problemas familiares y en el dolor de sus consecuencias, pero resulta imposible que el espectador no caiga rendido ante el desenlace de la obra, feliz y sereno, sobre todo sereno, como el simbólico estanque.
Se cuenta que esta película contribuyó a unir a los también distanciados Jane y Henry Fonda pocos meses antes de la muerte del protagonista de Doce hombres sin piedad.
Si la veis y os conmueve, podéis buscar su lago, el Squam, en New Hampshire, o, más cerquita, ir a ver la versión teatral que Lola Herrera y Ernesto Alterio nos ofrecen, hasta el 29 de junio, en el Teatro de Bellas Artes de Madrid.
2. CUENTOS DE TOKIO. Yasujiro Ozu, 1953
Seguramente algunos hayáis visto, a finales del año pasado, Una familia de Tokio de Yôji Yamada; esta película de Ozu, uno de los primeros directores japoneses en alcanzar reconocimiento internacional, es su literal fuente de inspiración.
Lleno de delicadeza, mesura y silencios, este cuento tan realista nos invita a reflexionar sobre el abismo social entre campo y ciudad y entre jóvenes y tercera edad, sobre el valor de la familia y de nuestro tiempo y sobre cómo el ajetreo diario en el medio urbano puede hacernos perder el norte y no recuperarlo hasta que sea demasiado tarde. No es casual que el matrimonio anciano protagonista encuentre más calidez en una de sus nueras que en sus propios hijos.
Destaca la exaltación de la belleza y la crueldad de lo cotidiano y la individualización de cada miembro de la familia protagonista, hasta el punto de que es muy difícil no empatizar con alguno de ellos. Conforman un reparto coral brillante y sus procedimientos actorales se asemejan a los propios del teatro (ayuda la cámara colocada a la altura de los ojos en numerosas secuencias).
3. LA HABITACIÓN DEL HIJO. Nanni Moretti, 2001
La familia como fuente de felicidad, como fuente de desgracias, como fuente de más desgracias y como origen del consuelo.
Palma de Oro en Cannes, La habitación del hijo, como la más reciente Alabama Monroe, se adentra en el impacto psicológico y cotidiano que la muerte de un hijo ocasiona en una pareja sin aparentes fisuras previas. Aparte de recordarnos que toda estabilidad es frágil y que no existen reacciones standard ante el dolor, la película (en la que Moretti, además de dirigir, interpretó al personaje principal) nos habla de la culpa y sus refugios y nos ofrece, a través de las traumas y fobias de los pacientes del psicólogo Giovanni, un amplio abanico de patologías e inseguridades que nunca viene mal conocer o recordar.
4. EL HIJO DE LA NOVIA. Juan José Campanella, 2001
Buena parte de la “culpa” del éxito de Ricardo Darín en España la tiene esta fábula plagada de sentimientos, común denominador de toda la producción de Campanella. Esta obra habla de compromiso y de las diferencias y nexos entre dos historias de amor separadas en el tiempo (las protagonizadas por Darín y Verbeke; Alterio y Norma Aleandro); pero, sobre todo, de un amor filial más fuerte que el olvido, de compasión y de esas pequeñas concesiones propias que pueden motivar la felicidad ajena.
Su humor no cae en lugares comunes y la dulzura no llega al almíbar. Disfrutad de la estupenda interpretación de Aleandro en el papel de una encantadora enferma de Alzheimer que ha perdido recuerdos pero ha ganado atrevimiento y conciencia de lo esencial.
5. LA LOBA. William Wyler, 1941
Basada en una obra teatral de Lillian Hellman, esta película protagonizada por una inmensa Bette Davis nos traslada a una pequeña ciudad norteamericana de finales del s XIX en la que Regina y sus hermanos dirigen sin escrúpulos una gran fábrica algodonera mientras tratan de dejar sin blanca y, por el camino, sin salud, al marido banquero de la primera, único de los personajes “limpios” de La Loba junto a su hija Alexandra.
El momento estelar de la película llega cuando una Davis magistral y sin piedad no salva a su esposo de la muerte al abandonarlo cuando necesitaba una medicina, alejándose de él a paso lento y con rostro de infinita crueldad mientras sube por una escalera. Enterada de la maldad materna, Alexandra huye de su casa junto al pretendiente que su madre rechazaba.
Sus ojos merecieron una canción; su porte seguramente podría ganarse otra y el papel de Bette en esta obra nos recuerda, para quien lo dude, que el horror puede estar en casa y que hay que buscar antes la viga en el ojo propio que la paja en el ajeno.
6. NEBRASKA. Alexander Payne, 2013
Fue la primera peli de la que os hablamos en Fuera de menú y no queremos repetirnos, así que pinchad aquí. Nebraska nos recuerda que, en el fondo, todos hemos dependido, o dependeremos (atemporal blanco y negro), del cariño y la paciencia de nuestros padres o hijos, así que reconocerlo puede ser un justo ejercicio de gratitud.
7. EL NIÑO DE LA BICICLETA. Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2011
Ejemplo reciente del cine social y combativo de los hermanos Dardenne, al niño de la bicicleta no le marca su familia (de sangre), sino la ausencia de ella. Cyril trata de recuperar, con rabia y desesperación, al padre que lo abandonó y, ante el rechazo del progenitor, es acogido por una altruista peluquera consciente de su desarraigo, paciente con su rebeldía y llena de luz.
La película no ahorra las complicadas situaciones relacionadas con la búsqueda de Cyril de equivocados sucedáneos de la figura paterna y se compone, a partes iguales, de dureza y de esperanza.
8. SONATA DE OTOÑO. Ingmar Bergman, 1978
Una de las obras de Bergman más volcadas en la incomunicación familiar y en la eclosión de rencores acumulados, en este caso materno-filiales, es Sonata de otoño. Su título es llamativo por engañar: no hay en la película equilibrio sino atmósferas de asfixia; los silencios son tensos y nunca serenos.
Ingrid Bergman interpreta a una pianista que dejó de lado su familia en favor de su carrera profesional y Liv Ullmann a su cuadriculada hija, que se siente ninguneada al no poder alcanzar el status de su madre, en parte por verse obligada a hacer frente al cuidado de su hermana enferma. El trato, en principio rígido, entre ambas, da paso a la expresión de un torrente de emociones soterradas que dejan entrever al espectador la tóxica y desequilibrada relación que mantienen: se trata de una madre que no ha ejercido como tal y de una hija que la reclama con desespero y que no ha podido realizarse en su trabajo por falta de espacio y motivaciones propias.
Encontramos una reformulación del mismo tema en September de Woody Allen y, si queréis ver en la gran pantalla otra peli interesante sobre las derivas más absorbentes de los vínculos padres-hijos, os recomendamos la rumana Madre e hijo de Calin Peter Netzer.
9. UN TRANVÍA LLAMADO DESEO. Elia Kazan, 1951
Aparte del choque entre dos hermanas y el atractivísimo cuñado de una de ellas, en la película de Kazan basada en la obra de teatro de Tennessee Williams disfrutamos con el encontronazo de dos formas de ser opuestas que, como no podía ser de otra forma, se atraen: el rudo y violento carácter de Stanley (Marlon Brando) y la personalidad altanera, narcisista, presumida y fantasiosa de la inolvidable Blanche Dubois (Vivian Leigh), personaje devenido en un género en sí mismo revisitado también por Woody Allen (Blue Jasmine).
Blanche no comprende cómo su hermana, perteneciente a una familia acomodada, ha podido casarse con un polaco proletario, alcohólico (como ella) y jugador, un hombre que la domina en el terreno físico y en el emocional. La llegada de Dubois interfiere en la vida del matrimonio hasta dinamitarlo y ella, que confiesa haber dependido siempre de la amabilidad de los extraños, aparentemente acaba internada en un psiquiátrico.
10. LA VIDA ES BELLA. Roberto Benigni, 1997
Hizo llorar, hizo reir (¡Buenos días, princesa!) y representa el amor familiar llevado a su extremo: el de quien da la vida, (Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mí). No sabemos si queda alguien sin verla, pero el dato que hemos conocido hace no mucho tiempo es que La vida es bella se basa en el libro Al final derroté a Hitler de Rubino Romeo Salmoni, superviviente de un campo de concentración.