Más allá de las montañas, la última película del director chino Jia Zhang-ke, que este viernes llega a cines, comienza y termina con Go West de Pet Shop Boys y con una Tao, la protagonista de su historia, con el espíritu suficiente para bailarla con alegría. Entre medias asistimos al transcurrir de su juventud en forma de melodrama maduro en el que los personajes quedan perfectamente definidos con los trazos justos y ni los momentos dolorosos ni los felices se disimulan ni se subrayan cayendo en obviedades.
Tao es una mujer como cualquier otra, esencialmente buena y alegre, que con poco más de veinte años toma la que es la primera de las decisiones que comienza a dar forma a su futuro, con más fortuna o menos pero, como siempre, sin posibilidad de vuelta atrás: se casa con un individuo pagado de sí mismo, posesivo y obsesionado con el éxito entendido como dinero, hasta tal punto que el hijo que nace del matrimonio es llamado Dólar. La sencillez de ella y el narcisismo de él acaban por separarlos, pero esa separación no viene sola y, razones económicas mediante, Tao se ve también alejada de su hijo, que crece en un ambiente frío y materialista que lo distancia de su madre tanto o más que los kilómetros.
Ya divorciada, la protagonista vuelve a ver, ya enfermo, al pretendiente de juventud, humilde, trabajador y más íntegro, al que dejó de lado para casarse con su ex marido, vive también con sufrimiento la muerte de su padre y asiste atónita a la educación contraria a sus convicciones que se le está dando a Dólar. Conoce el dolor de tres separaciones y madura a golpe de sufrimiento; cambia pero mantiene su esencia de chica inocente, y a la par dulce y fuerte, lo bastante para sonreír a los problemas.
Mientras ella se curte en adversidades, a Dólar le sale su lado materno y, al no lograr un trato cálido de su padre, decide alejarse de él y acercarse a su madre, primero en forma de relación con una mujer que por edad podría serlo, y luego buscando realmente a Tao.
Como podéis adivinar, la estructura de Más allá de las montañas, un melodrama que conmueve y hace reflexionar a partes iguales, es clara: vemos una primera parte, de juventud, marcada incluso por los colores vivos, en la que ella se debate entre dos amores; una segunda, de tonalidades mucho más sobrias, en la que ella ya se ha separado y ha perdido la custodia de su hijo, y una tercera, filmada ya en inglés y no en chino como las anteriores, en la que se nos traslada a Australia, al año 2025, para conocer qué fue de Dólar ya crecido y recordar eso de que el pasado siempre vuelve.
No yendo más allá de esta interpretación básica, Más allá de las montañas ofrece de por sí una trama muy rica sobre la madurez, el paso del tiempo y el peso de las decisiones, la familia, la aceptación de lo irremediable…pero existe, al menos, una segunda lectura muy evidente en la elección del nombre de Dólar, en la banda sonora y en el comportamiento de este durante el entierro de su abuelo: la historia de Tao, probablemente, guarda cierta relación metafórica y paralela con la de la China de hoy y una sociedad que se debate entre la seducción por determinados valores occidentales y el mantenimiento de sus tradiciones.
Al margen de esta segunda visión, la empatía de cualquier adulto con Tao es casi inevitable y el desenlace de Más allá de las montañas es tan conmovedor como lleno de esperanza. Nunca Pet Shop Boys pusieron así los pelos de punta.