Cuando Yves Saint Laurent hablaba de la mujer moderna, lo hacía siendo muy consciente de la importancia de su labor diseñando moda y buscando trascender: He inventado su pasado, le he dado su futuro, y ello durará hasta mucho después de mi muerte.
El diseñador –que no artista, insistía Pierre Berge, aunque hiciera arte– se apropiaba de vestidos populares o utilitarios que estilizaba al despojarlos de su uso funcional para introducirlos en el campo selecto de la alta costura.
Elegimos siete prendas revolucionarias que dan fe de la dimensión social de su legado, que han seguido renovándose tras él y que no son clásicos por inmutables, sino por lo contrario: admiten interpretaciones casi infinitas.
En 1978, Saint Laurent declaró al periodista John Helpern que lo que intentaba hacer era un tipo perfecto de prendas, ya se trate de una simple blusa o de un par de pantalones, y animar a las mujeres a construir alrededor de ellas (…) Cambio siempre mis diseños jugando con los mismos prototipos básicos, de forma que una mujer no necesite estar cambiando su guardarropa constantemente. Algo antes, en 1973, había dicho que, para él, la vanguardia era el clasicismo. Repasamos siete de esos tipos perfectos, clásicos y contemporáneos:
EL CHAQUETÓN
Fue la primera prenda fundamental presentada por Saint Laurent en su primera colección tras crear su firma: la del verano de 1962. Evoca la prenda utilitaria de los marineros, que él urbaniza y feminiza, tanto que muchos la consideran una prenda-manifiesto.
No es exagerado: puede ser tanto una prenda funcional como un atuendo urbano de representación y saca a la alta costura de sus límites convencionales, abriéndola al presente. Saint Laurent hizo que conservase su aspecto sólido, cálido y confortable, pero dándole un corte amplio recupera sus cualidades funcionales originales a la vez que, añadiéndole botones dorados, le da un toque femenino.
Lo marino fue, en realidad, una inspiración recurrente para Saint Laurent, que en 1966 retomó el chaquetón para declinarlo en distintas versiones: ceñido al cuerpo, con broche-ancla dorado y gorra o transformado en vestido. Todavía en 2001, siete años antes de su muerte, Saint Laurent continuó trabajando el chaquetón: siguió confeccionándola en lana azul marino pero lo hizo más corto, menos amplio y acompañado de pantalón y jersey blancos.
LA TÚNICA
Forma parte de una familia de prendas que alargan la silueta y disimulan las caderas, como los blusones marineros y las guerreras. Adoptaron la túnica las mujeres que deseaban atenuar el efecto demasiado ajustado de los primeros pantalones.
En aquella colección primera de 1962 se llamaba al blusón marinero “guerrera de lana azul marino” y la línea túnica triunfaría en su colección de invierno de ese año. Ya en 1963, combinó la túnica con pasamontañas, leotardos de lana, botas mosqueteras e impermeables acharolados.
EL TRENCH
Fue una prenda llevada por los oficiales en las trincheras durante la I Guerra Mundial y Saint Laurent no dejó de declinarla para la mujer en toda su carrera.
Hizo una aparición discreta pero sorprendente en 1962, acompañando un vestido de noche, y en 1967 creó una nueva versión que se prestaba a combinaciones explosivas de día y noche. Incluso hizo de él lujosas versiones con estampados de pantera.
Y en este punto hay que acordarse de Catherine Deneuve, que inmortalizó un trench de Saint Laurent en una versión lacada negra en Belle de jour (1967). Lo combinó con los célebres zapatos de hebilla cuadrada de Roger Vivier.
LA BLUSA
Saint Laurent continuó con ella su afán liberador y su primer modelo fue una blusa normanda en satén gris perla presentado en el invierno de 1962 e inspirado en la camisa campesina de Normandía.
La blusa, y su estilo, tampoco abandonaron nunca los diseños de Saint Laurent. Entre sus conjugaciones, el vestido como camisa algo larga de 1970, el vestido-camisa campesino de 1971, el abrigo “blusa de pintor” de 1974, blusas combinadas con trajes o trajes pantalón…
Parte de su éxito se debe al escándalo que provocó un modelo transparente de cigaline perteneciente a la colección de verano de 1968 y acompañado de un esmoquin con bermudas de alpaca negra.
EL ESMOQUIN
Con él, Saint Laurent subvirtió los códigos indumentarios de la noche, antes territorio de vestidos largos.
En vez de limitarse a copiar modelos masculinos, él propuso una relectura femenina de esta prenda. Su primer esmoquin lo presentó en 1966 y se componía de un pantalón recto, una camisa de organdí blanco con chorrera, un cinturón de satén y una chaqueta larga ajustada. Desde entonces, pasarela tras pasarela, presentó Saint Laurent un esmoquin, explorando sus posibilidades.
A veces solo conservaba algunos rasgos distintivos del original, como la pajarita, las solapas o el fajín de raso; otras veces los creaba combinados con shorts, faldas, bombachos, quimonos, monos, saharianas…
Así valoró Saint Laurent el triunfo de una de sus prendas estrella: En alta costura: éxito nulo. En prêt-à-porter: inmenso. Una de las que compró una versión prêt-a-porter del esmoquin Saint Laurent, en 1966, fue Françoise Hardy, y con él triunfó el Día de Acción de Gracias en un desfile organizado por Macy´s. Elsa Martinelli también llevó uno, de terciopelo negro, en el estilo de Mouche.
EL TRAJE DE CHAQUETA, CON FALDA O PANTALÓN
El primer modelo del desfile de la colección de verano de 1967 de Saint Laurent fue un traje pantalón, y con él inauguró el francés un género inédito y simbólico del nuevo poder de la mujer.
Su novedad no residió en la presencia del pantalón, presente en el guardarropa veraniego femenino desde los treinta, sino en la adaptación de su uso a todos los momentos del día; un uniforme, decía el diseñador.
Si el pantalón con pinzas y la chaqueta con anchura de hombros perfilada aportan masculinidad, las blusas de muselina y los cinturones-echarpe suponen el componente femenino. El primer modelo se confeccionó en gabardina de lana a rayas, combinándolo con una camisa cerrada por una corbata de color negro que subraya su origen masculino. Después llegó el traje compuesto por chaqueta larga y falda plisada a rayas, de franela.
Saint Laurent iría explorando todas las variaciones posibles del binomio masculino-femenino en esta prenda: los tejidos de tweed, gabardinas y lanas secas, cuellos bien picados, hombros estructurados (masculino) y las muselinas, el satén de seda para la blusa, las joyas, los colores vivos (femenino). Lauren Bacall solía elegir a Yves para sus pantalones.
LA SAHARIANA
Se trata de un clásico del equipamiento de safari que Saint Laurent reorientó por vez primera en el verano de 1966. En esa colección introdujo un atuendo compuesto por cazadora de ocelote, camisa y leggins de algodón y, en el verano siguiente, fue aún más explícito: África era su inspiración.
En mayo del 68, la sahariana de Saint Laurent sintetizó el espíritu de contornos intercambiables de lo masculino y lo femenino. En el verano de ese año, no por casualidad, una sahariana mítica con profundo escote con cordón aparecía en Vogue: era un modelo fuera de colección que vestía Veruschka.
Y en 1969, en la inauguración de la boutique Rive Gauche en Londres, posaron con sahariana Saint Laurent, Betty Catroux y Loulou de la Falaise: él, como túnica con cinto; Catroux, como minivestido con botas mosqueteras y Loulou con falda cruzada.
EL MONO
En el verano de 1968 llegó también la que fue quintaesencia de la reorientación de una prenda utilitaria por Saint Laurent. La usaban paracaidistas, aviadores, obreros, pintores y albañiles (y también algunos artistas constructivistas y futuristas) antes de que el diseñador presentase su modo de noche en punto de seda negro. Tuvo éxito y, en la temporada siguiente, ideó otro en forma de mono pantalón, también en punto de seda pero con lentejuelas.
Como en los anteriores tipos perfectos, Saint Laurent dio después distintas fisonomías al mono: ciñéndolo al cuerpo, haciéndolo flexible, en versión esmoquin, short, bermudas o como mono blanco con cremallera y con jareta en la cintura.