He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares, y atracado en cien riberas./En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra/y pedantones al paño que miran, callan, y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas./Mala gente que camina y va apestando la tierra…/Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra (Antonio Machado).
Los muchos caminos, las caravanas de tristeza y las gentes que danzan y laboran que Sebastião Salgado viene fotografiando desde comienzos de los setenta, se nos muestran, en la dimensión sobrecogedora que les da la pantalla grande, en el documental La sal de la tierra, que han dirigido el hijo del artista y Wim Wenders, quien ya tiene experiencia en los documentales de figuras señaladas de unas u otras ramas artísticas, como Nicholas Ray o Pina Bausch.
EL HOMBRE Y EL FOTÓGRAFO
El cineasta alemán, también fotógrafo, ha logrado que la obra no se convierta en un mero pase de diapositivas acompañadas de sonido (y era fácil), al incorporar al paseo visual por la producción de Salgado la propia voz del brasileño explicando sus experiencias tras la cámara, como profesional y como persona, como testigo de los escenarios naturales más sobrecogedores y de tragedias humanas (en Etiopia, Croacia o Ruanda). Si sus obras ya conmueven en una exposición convencional a cualquier espectador medianamente sensible, llevadas al cine y presentadas, no tanto en sucesión como en contexto, apelan directamente a cualquier conciencia; a Salgado la visión de niños muriendo de hambre, padres enterrando a sus hijos pequeños o masas desplazadas sin techo ni rumbo (que no por dejar de salir en los telediarios han dejado de existir, añadimos) le llevó a dejar de fotografiar por un tiempo y a reconciliarse con el medio, tiempo después, de la mano, no del hombre, sino de la naturaleza, y en todo caso de los grupos humanos cuyas formas de vida la respetan más.
Salgado fotografía a los olvidados en toda su dignidad, desde el respeto y desde el conocimiento que otorga el haber convivido con ellos durante semanas
No es una hagiografía, pero La sal de la tierra no esconde la admiración de Wenders por el fotógrafo, ni lo pretende; tampoco se recurre a la lágrima fácil aunque no se esconden emociones: Salgado llega a afirmar en un momento del documental que la especie humana, que la Biblia llamó La sal de la tierra, puede ser también la más cruel de entre todas las animales.
Además de presentarnos, serie a serie, algunas de sus imágenes más significativas y adentrarnos en las circunstancias de su realización, la película, que combina color y blanco y negro, nos descubre también al hombre, nos habla de la evolución personal de Salgado y del reflejo de sus preocupaciones vitales en su trabajo.
Ante la consabida crítica de que las fotografías del brasileño convierten la pobreza en un objeto estético, La sal de la tierra plantea, sin proclamas, como mensaje de fondo, que Salgado no ha querido dejar de retratar la pobreza con la excusa de evitar al público imágenes hirientes, sino que ha optado por fotografiar a los olvidados (ni siquiera humildes) en toda su dignidad, desde el respeto y desde el conocimiento que otorga el haber convivido con ellos durante semanas; su tarea no es la de un fotoperiodista. Por eso es fácil percibir en su obra, también en este documental, una cierta complicidad, o consentimiento, entre los modelos y el autor.
Recordad que podéis conocer mejor a Salgado en la exposición de su serie “Génesis”, abierta hasta febrero en CaixaForum Barcelona.