La reconquista de los siempre principiantes

11/10/2016

La reconquista, Jonás Trueba

La reconquista comienza con un primer plano de Itsaso Arana en el que prácticamente, así como suena, escuchamos el sonido de sus gestos, y a ese plano le sucederán bastantes más, no tan cercanos, pero igualmente expresivos, de ella y de Francesco Carril, porque esta es una película de dos: dan vida a Olmo y Manuela, que vivieron una intensa relación siendo adolescentes y que vuelven a encontrarse cerca de la treintena. La misma sinceridad que transmiten esos planos la encontramos en sus palabras: se hablan, sobre todo ella, con una honestidad que desborda, esa que empleada con cualquier otra persona haría que les mirasen raro o les dejaran de hablar.

La reconquista, Jonás TruebaMás que repasar la que fue su relación (que en algún momento también lo hacen, a partir de una de las cartas que guardan), ambos se centran en vivir las sensaciones que les produce ese encuentro, sabiendo, ya desde su madurez, que lo que vivieron es imborrable y que no va a repetirse. Pasan una noche juntos, pero en la calle; primero tomando algo en un restaurante chino, luego en un magnífico concierto de Rafael Berrio (padre de ella en el filme), en un bar, bailando con amigos y, finalmente, regresando al punto donde empezaron y donde son incapaces de despedirse: la Cuesta de los ciegos. Cada una de esas fases de la película y de su historia, y las que siguen después (el encuentro de él con su actual novia en el absolutamente blanco piso de ambos y el recuerdo de la aventura adolescente) se distinguen por su tratamiento estético diferenciado en  sus colores, y también en sus sonidos.

Y en este punto hay que subrayar que buena parte del encanto de La reconquista, junto a su trama, con la que cualquiera puede empatizar; el trabajo actoral y los planos expresivos de la que fuera pareja, es la música de Rafael Berrio, ese concierto en el que nos queda claro qué tipo de relación mantuvieron los protagonistas a partir de sus rostros y de sus mínimos pero significativos gestos, y la preciosa Arcadia en flor, que acompaña a Francesco en su regreso en moto a casa por las calles de Madrid, una de las mejores secuencias de la película, de esas que no se olvidan fácilmente. (Los Vilvaldi también resultan absolutamente oportunos: nada como su Concierto para dos mandolinas para transmitir inocencia e iniciación).

La reconquista es una película sobre el tiempo en el que parece que al final todo vuelve al comienzo, al punto de partida (siempre principiantes). O quizá no del todo. Y aunque se escape de tema: cuánto gusto da ver pelis de amor cocido a fuego lento, absolutamente actuales y en las que absolutamente nadie entra en Internet. Un éxito de Jonás Trueba.

Comentarios