Los retrató Hemingway en París era una fiesta: tras la I Guerra Mundial, un grupo de escritores estadounidenses produjo una serie de novelas fundamentales inspiradas en el ambiente postbélico; obras que, cuando entraron en contacto con el ambiente europeo, les sirvieron para contrastar sus inquietudes literarias y humanas con las de los autores de este lado del océano.
No hubo que esperar mucho, hasta los años veinte, para que esa generación ejerciera una influencia clara en la novela europea (estancia en Francia mediante de algunos de sus protagonistas). Son más, pero entre los autores clave del momento podemos mencionar a Faulkner, Steinbeck, Dos Passos, el propio Hemingway, Upton Sinclair o Caldwell, y entre sus principales aportaciones se encuentra su vitalismo, opuesto hasta cierto punto a la actitud de los intelectuales europeos. Amorós se refiere a ese vitalismo como natural y espontáneo, sin las complejidades un poco morbosas del intelectual europeo que se avergüenza de serlo. Juzgad si se mantienen los esquemas.
Con frecuencia, además, los héroes de sus novelas son personajes abandonados, grupos poco desarrollados de las zonas más deprimidas de su país, Italia, España o Hispanoamérica. Basta recordar los míseros campesinos de La ruta del tabaco de Caldwell, los alcoholizados personajes de Faulkner o la miseria una y otra vez descrita por Steinbeck.
Poco a poco, alejándose del realismo del s. XIX, abordaron el fin de la guerra y la crisis de los treinta conquistando cotas de un realismo crítico que luego adoptarían novelistas europeos, sobre todo españoles e italianos. Faulkner (La paga de los soldados), Dos Passos (Tres soldados), Hemingway (Adiós a las armas) y Upton Sinclair (100 por 100) hablaron de las consecuencias desastrosas de las guerras; Steinbeck noveló en Las uvas de la ira la Gran Depresión; Faulkner, el racismo en Intruso en el polvo y Dos Passos intentó crear una novela total en la que cupiera toda la historia americana en la trilogía USA.
La técnica del behaviorismo u objetivismo fue la más utilizada por todos ellos: no nos cuentan explícitamente los sentimientos de sus personajes, sino que describen objetivamente sus actos y la escenografía de sus discursos; es decir, su yo ante sus circunstancias. También son frecuentes los monólogos interiores.
Por sus innovaciones y su influencia, vamos a profundizar esta vez más en Faulkner y Dos Passos.
FAULKNER Y EL SUR HERMÉTICO
Este autor aunó su experiencia personal de una vida agitada, sus observaciones de las tierras del Sur de Estados Unidos y un talento expresivo sugerente e imaginativo. Mezcló imagen y visión, fantasía y realidad, y su obra resulta a veces críptica y difícil.
En El ruido y la furia, Santuario y Mientras agonizo, relata a través de varias generaciones la historia de una familia del Sur, el sur nostálgico de la Guerra de Secesión, poblado entonces por gentes y costumbres conflictivas. Quiebra el tiempo en recuperaciones intermitentes de lo pasado y lo presente y revive la historia anterior desde la actual. Si la novela tradicional narra el pasado desde el principio, linealmente, Faulkner lo convierte en presente mediante el monólogo interior, recurso que campea libremente por sus textos.
También es frecuente en ellos un perspectivismo pluridimensional, que en el caso de El ruido y la furia (1929) hace que la fábula se articule en cuatro núcleos narrativos en contrapunto cronológico.
Otras veces predomina el objetivismo, como en Santuario (1931), y el perspectivismo y la ruptura temporal aparecen en la muy ambigua historia familiar de Absalom, Absalom! (1936). A veces tales técnicas se intercalan con la denuncia social, localizada en Yoknapatawha County, precursora de Macondo y otras ciudades inventadas.
Como decíamos al principio, leer a Faulkner es muy enriquecedor pero no es tarea para blandos. Ya lo avisaba Claude-Edminde Magny: Frecuentemente el lector se siente inclinado a pedir gracia o, por lo menos, a protestar por el esfuerzo que se exige de él y acusar al autor de arbitrariedad y hasta de perversidad.
JOHN DOS PASSOS, SINFONÍA DE UNA CIUDAD
John Dos Passos comenzó a escribir en la veintena narraciones sobre la I Guerra Mundial (Tres soldados, 1921). Sabía del conflicto porque él participó, como voluntario además, pero su primer gran éxito le llegó con la monumental Manhattan Transfer (1925), la considerada por muchos novela de la ciudad de Nueva York.
En ella encontramos ya las características dominantes de la producción del escritor: trata los problemas sociales y políticos de una urbe como la americana con una técnica multidimensional, bajo la influencia del cine. El tiempo sufre, como en Faulkner, quiebros múltiples, y a ello contribuye el uso del contrapunto, ensayado en la superposición de distintos núcleos narrativos.
El río de personajes que aparecen en Manhattan Transfer convierte además a esta novela en una pieza típica de héroe colectivo.
Más tarde, en la trilogía USA (1930-1936), Dos Passos consiguió unir las preocupaciones sociopolíticas propias y del momento con una estructura atrevida. Abarcó desde comienzos del siglo XX hasta la presidencia de Roosevelt y conjugó cuatro elementos: la acción novelesca, los new reels o noticieros periodísticos, las semblanzas biográficas y los enfoques (el ojo cinematográfico).
Componen la trilogía El paralelo 42, 1919 y El gran dinero, y a través de ella asistimos a las grandes conmociones de la guerra, la crisis económica y social, con ciertas cercanías al marxismo. Mezcla el personaje individual con el colectivo, el monólogo interior con la lucidez de la conciencia, la linealidad y el contrapunto… y, sobre todo, transmite la impresión de contarnos vidas colectivas a través de la fragmentación de los puntos de vista.
Por estas obras y por algunas otras en las que mantuvo esos procedimientos (Un lugar en la tierra, Mediados de siglo), es fácil acordarse de Dos Passos leyendo a autores actuales -algunos de novelas ahora en listas de éxitos-.