Podemos decir que la biblioteca de Gerardo Diego es en parte como su obra, variopinta y multiforme. Nacido en Santander en 1896 (fallecería en Madrid hace treinta y ocho años), su poesía osciló entre la tradición y la vanguardia, y es difícil dilucidar si a alguna de esas dos tendencias le dio primacía. No se definió ni en ese ni en otros sentidos: Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso personal e intransferible.
En sus primeros trabajos es posible advertir la huella de Bécquer y Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, y en El romancero de la novia (1920) se situó a medio camino entre la poesía prosaica del siglo XIX y las creaciones tempranas y emotivas del onubense, pero con Imagen (1922) y Manual de espumas (1924) se incorporó Diego con bastante contundencia al creacionismo que postulaba entonces Vicente Huidobro. Sin despreciar la rima -a diferencia de otros poetas-, cayó en el humorismo, el ritmo e incluso la estridencia juvenil en favor de una libertad nueva más allá de lo real. En esos versos, las imágenes surgen poderosas (La guitarra es un pozo/ con viento en vez de agua) y las sugerencias se multiplican.
En estas mismas fechas publicó el autor sus trabajos sorianos (Soria, 1923) y Versos humanos (1925), donde el ritmo creativo se transforma: su inmersión en la ciudad castellana, que conoció como catedrático de su Instituto, supuso un cambio en su estilo; puede entenderse que su célebre Romance del Duero aprueba aquella teoría de que el artista no copia la realidad, sino que la inventa. En ese segundo compendio, Versos humanos, mantiene una visión humana y cálida del paisaje de Castilla, haciendo suyas formas tan clásicas como el soneto para ensalzar, por ejemplo, al ciprés de Silos, y con él al de todos los claustros conventuales y casi todos los cementerios.
El centenario de Góngora en 1927, impulsor de aquella Generación, llevó a Diego a escribir de modo, de nuevo, diferente, más alambicado y difícil, incluso atrevido y sombroso; son ejemplos su Fábula de Equis y Zeda y Poemas adrede, ambos de 1932. Pero su nave continuó tomando rumbos cambiantes y regresó a una sencillez mayor en Ángeles de Compostela (1940), su canto a Galicia y puede que su publicación más ambiciosa. Tomó su tema de la tradición cristiana medieval: nada menos que del Pórtico de la Gloria, la propia Catedral de Santiago, el héroe y la cantiga. Pero es seguramente en Alondra de verdad (1941) donde volcó sus inquietudes más personales, y también con una hondura y humanidad que eran netamente suyas: Déjame acariciarte lentamente/ déjame lentamente comprobarte/ ver que eres de verdad…
No sería, sin embargo, su último viraje, aunque el siguiente fuera más suave; en Biografía incompleta (1953) volvió a acercarse a la liberación creacionista, aunque ahora ordenando las imágenes de modo más discursivo y respondiendo a necesidades vitales: Naciste en un centenario de palabras/ una noche en que los esqueletos de todos los verbos intransitivos/ proclamaban la huelga, del te quiero para siempre siempre etc. La ausencia de signos de puntuación y las referencias culturales aportaban modernidad. Entre lo humano y la palabra compleja, aquí gana lo humano al esteticismo; el resto de sus libros insistirían en temas ya abordados, como el amor (El amor solo, 1958) y los paisajes de fuera que se hacen de dentro (Mi Santander, mi cuna, mi palabra, 1961). En todo caso, dos asuntos dominan su producción: la religión, poco frecuente entre sus compañeros de generación (Versos divinos); y el taurino, este más habitual entre aquellos (La suerte o la muerte).
La Fundación Gerardo Diego, que echó a andar en Santander en 1992 para refundarse siete años después, con el objetivo de facilitar el estudio de la producción del poeta y, en general, de la poesía española del siglo pasado, conserva también su biblioteca personal, rica en publicaciones literarias, sobre todo líricas, artísticas y musicales; resulta especialmente interesante para los estudiosos o aficionados a las vanguardias históricas españolas, latinoamericanas y europeas, a la Edad de Plata y la Generación del 27 o la literatura de la posguerra y del exilio español.
Esta institución, con la colaboración del Ayuntamiento, organiza visitas guiadas que nos permiten adentrarnos en una selección de libros y revistas, pudiendo descubrir detalles editoriales y gráficos, además de comprobar la belleza de las mismas ediciones, aproximándonos de manera distinta y cercana a la historia cultural del siglo XX.
Para recibir más información y solicitar visitas, puede contactarse en el correo biblioteca@fundaciongerardodiego.com o el teléfono 942 231 675.