Fue obra de teatro y a August Wilson, su autor, le valió el Pulitzer y el Tony, pero por sus guiones pulidos y contundentes Fences merecía más visibilidad que la que han dado las tablas en Estados Unidos y Denzel Washington, quien la interpretó en su reeestreno en Broadway en 2010, ha decidido dirigir su rodaje repitiendo asimismo como actor y escogiendo a Viola Davis, quien fuera su esposa en la obra teatral, de nuevo como su mujer. No pudo escoger mejor, Óscar aparte, porque el suyo es sin duda el papel más complejo de esta película y la interpretación de Davis nos parece majestuosa, sobre todo en los momentos de tensión dramática que requieren a la vez toda su ira y toda su contención.
Hay dos capas de lectura posibles en Fences: una relativa al contexto histórico y social en el que se desarrolla la trama (los años cincuenta en un suburbio de mayoría negra en el que la lucha por los deseos personales y los anhelos profesionales choca constantemente contra muros, contra las vallas del título) y otra circunscrita a lo privado, a un ámbito familiar en el que se alternan buenas intenciones y abusos en el tono, generosidades y egoísmos, reflexiones sobre lo que implica o no, en cuanto a derechos y deberes, ser hijo y ser padre. Las relaciones paternofiliales y entre Troy y Rose (Denzel y Viola) están, hasta cierto punto, determinadas por ese entorno poco esperanzador y por las difíciles circunstancias personales del matrimonio previas a su unión, pero sobre todo por el carácter autoritario y poco empático de Troy, un duro que pretende inculcar dureza, educado como él educa, un hombre esencialmente honesto que no por ello deja de errar.
Las continuas discusiones con sus hijos, a quienes pretende dominar con el argumento de que viven en su casa, y finalmente una flagrante infidelidad minan la convivencia. En esas circunstancias Rose-Viola mantiene una dignidad apabullante hasta el punto de hacerse cargo de la hija nacida del engaño de Troy mientras le deja claro que la cría es inocente pero él no, y que ya no tiene esposa. Aunque nada tengan que ver las circunstancias de una y otra, su personaje nos ha recordado al de la Tía Tula como ejemplos de respeto hacia sí mismas.
A Fences se le notan las costuras teatrales, y ayuda a ello que la trama transcurra en el único escenario de la casa familiar y sus alrededores, pero la riqueza del guión, el peso de una historia tan sencilla como profunda y el poderío de las interpretaciones nos dejan olvidar las flaquezas.