Exterior Noche: las caras de un agujero negro

12/01/2023

Marco Bellocchio. Exterior nocheHace ahora veinte años, en 2003, Marco Bellocchio dirigió Buenos días, noche, un filme que abordaba el asunto del secuestro y asesinato de Aldo Moro en 1978 centrándose en las personalidades y movimientos de los miembros de las Brigadas Rojas, responsables del crimen. La película, que se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia de 2003, no buscaba tanto reflejar fielmente lo que ocurrió como poner sobre el tablero las contradicciones y encrucijadas morales entre los peones de la banda terrorista, a medio camino entre la utopía y la compasión, la obediencia hacia sus líderes y la identificación con un prisionero con cuya situación pudieron llegar a empatizar.

La serie Exterior Noche, que también dirige Bellocchio y que podemos ver en Filmin, supone una profundización en la representación de aquel suceso; si ese filme lo presentaba desde la experiencia de los secuestradores, los episodios de los que consta este nuevo proyecto recogen una diversidad de posibles puntos de vista: además de los de las Brigadas, los del propio Moro, el del ministro del Interior entonces, Francesco Cossiga; el Papa Pablo VI, buen amigo de la víctima y Eleonora, la esposa del que era Presidente de la Democracia Cristiana.

Por tanto, la película antecedente -no disponible, por ahora, en plataformas- acercaba al espectador a la claustrofobia de Moro y al nerviosismo de sus captores entre cuatro paredes, pero ahora Bellocchio llena la ficcionalización del caso de matices, de riqueza, del ambiente de una época que no era menos convulsa que la nuestra -alguno ya lo había olvidado- y recupera, sobre todo, esa ambigüedad que rodeó el secuestro por todos sus flancos. En los dos meses que duró su cautiverio, el político atípico que Moro ya era se convirtió -a raíz de sus cartas, de las peticiones de negociación de su familia y de la negativa de su partido, con el respaldo de otros, a llegar a acuerdos con las Brigadas- en un personaje incómodo de cuya cordura incluso dudaron las portadas de la prensa.

Recuerda el primer episodio el contexto en el que todo sucedió: Moro fue raptado, y cinco de sus escoltas asesinados, estando sometido el país a atentados frecuentes y el día en que Giulio Andreotti se iba a someter a una moción de confianza, habiendo negociado Moro con Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista, su apoyo al Gobierno; un apoyo rechazado por buena parte de su partido (y también por las Brigadas y por Estados Unidos y la Unión Soviética). La serie, sin apuntar de forma directa a ningún posible responsable más allá de los materiales, sí incide en la soledad del expresidente y de su familia a la hora de exigir pasos para su liberación, se recrea en el deseo de él de vivir y no convertirse en mártir y apunta, en ese capítulo primero, puede que el más elucubratorio, a las teorías alimentadas en torno a los interesados en el secuestro, secta P-2 incluida.

Es muy interesante la mirada actual de Bellocchio hacia aquellos dos meses porque, sintetizando el rigor con su visión personal de los sucesos y sus protagonistas, y advirtiéndonos siempre de que él está haciendo ficción, pone sobre el tablero, si no todos, sí la mayor parte de los elementos y circunstancias que rodearon el que fue un trauma para la sociedad italiana, una convulsión que cambió mucho (el sistema de partidos como hasta entonces se conocía) y a la vez nada (la corrupción de su engranaje). Nos presenta a un Moro, quizá un tanto idealizado en su humildad y su carácter cercano, que desea avanzar genuinamente hacia una reconciliación de partidos y facciones; a un Cossiga, puede que su único verdadero amigo en el fango político, superado por las circunstancias y sus tormentos personales; a una esposa luchadora de rectitud encomiable, por momentos cercana a lo increíble, y a un Papa sufriente por la suerte de un compañero de fe al que frecuentaba y aconsejaba. Si no hay en Exterior noche una interpretación menor, merece la pena destacar la de Toni Servillo como Pablo VI y especialmente la secuencia en la que dedica una progresiva sonrisa a Moro al reconocerlo en una eucaristía, gesto que él, atenazado por los nervios del momento, no es capaz de devolver. De este Pontífice -al que Bellocchio adjudica una querencia hacia el cilicio algo excesiva- recuerda Bellocchio que se opuso a los acuerdos con Berlinguer y que también, se dice, buscó reunir ingentes cantidades de dinero para la liberación.

A Andreotti, cómo no, lo hace expresarse en silencios y pequeños gestos, más o menos de libre interpretación; pero, en definitiva, al margen de los esfuerzos de Moro al servicio de un ideal, y de los empeños de su familia y del Papa, el relato del secuestro que Bellocchio nos transmite es el de un enorme vacío, un vacío implacable. Parte de los captores no aprobaban su muerte, el resto manejaban un discurso radical y hueco, más fanático que ingenuo. Y los compañeros de Moro prepararon -como recoge la serie y fue reconocido por los servicios secretos- a la población para su muerte.

El tono de Exterior noche es el de un thriller reflexivo -quiere decir que los jóvenes que no conozcan de antemano el desenlace podrán acogerse a suspense- y los planos buscan la belleza, quizá porque fuera de ellos casi no habrá dónde encontrarla.

Marco Bellocchio. Exterior noche

 

Comentarios