En tránsito: fantasmas somos

02/07/2018

En tránsito. Christian PetzoldLa última película del alemán Christian Petzold tiene como marco temporal la II Guerra Mundial y el periodo de la ocupación francesa, pero no se ambienta en los cuarenta: el director ha rodado en escenarios urbanos actuales sin alterarlos, porque no quería despistar al espectador haciéndole fijarse en el tiempo de la película –parafrasea a Faulkner en las entrevistas, el pasado nunca muere– sino situarlo en un espacio que sugiere liquidez, inestabilidad, la propia de los individuos contemporáneos según Bauman y tantos otros y la tantas veces abordada por Petzold (Barbara, Phoenix) y por otros cineastas alemanes de su generación.

Así que conviene acercarse a esta película dejando, hasta cierto punto, al margen la idea de que los protagonistas del filme (la pareja interpretada por Franz Rogowski y Paula Beer) escapan a un conflicto concreto y leerlos como fugitivos de una guerra que no cesa en la que todos somos futuribles refugiados de contiendas que no acabarán, y también de nosotros mismos. El pasado conecta vivamente con una actualidad en la que cada vez son más quienes tienen motivos para huir de una tierra que nunca ha podido ser suya.

Además de ese permanente estado de transitoriedad, personal, identitario, que impide echar raíces, Petzold también habla de las relaciones amorosas entre desarraigados en esos escenarios delirantes donde la mirada empática de un niño desconocido o la cálida de alguien que te ha confundido con un conocido son clavos ardiendo a los que agarrarse; también fantasmas susceptibles de evaporarse en cualquier momento, en la canícula.

Hay luz y espacios abiertos en En tránsito, pero la mirada alerta, temerosa, de Rogowski, los hace casi claustrofóbicos: en ellos nada fluye y, con un sentido parecido al que Pallaoro manejaba en Hannah, los personajes se encuentran en perpetuo movimiento, en coches, trenes, corriendo… esperando coger un barco para, ante todo, no quedarse donde están.

Los detalles de la trama resultan tan crípticos al espectador como las posibles certezas de su vida lo son para la pareja de amantes que hace girar esta historia: hay intriga, drama y amor, pero este último nunca es plácido y siempre genera más drama, nuevos misterios y fantasmas. Por eso, del mismo modo que conviene dejar a un lado el contexto histórico, puede ser preferible obviar también el desarrollo del relato en su linealidad para centrarse en las atmósferas y compartir inseguridad con una pareja que se busca tanto como se distancia, entre sí y a sí mismos. No sabemos qué fue de ellos, y eso no importa tanto como la liviandad que los rodea.

 

Comentarios