El padre, la epopeya

10/07/2015

El padre

Plano de situación: El padre es la culminación de la trilogía sobre “el amor, la muerte y el diablo” que el director alemán de ascendencia turca Fatih Akinc comenzó en 2004 con Contra la pared y continuó en 2007 con Al otro lado, pero, aunque no se hayan visto estos trabajos anteriores, esta obra puede entenderse perfectamente como un filme autónomo que recuerda y, dada la situación, también reivindica, el terrible sufrimiento de quienes lograron escapar al genocidio armenio, que entre 1915 y 1923 costó la vida a entre un millón y dos de personas cuando el Imperio Otomano tocaba a su fin.

La de Akinc no es la primera película que aborda este asunto, pero no podemos decir que este episodio haya tenido demasiado eco en el cine más allá de Ararat de Egoyan, La granja de las alondras de Arslan o algunas referencias en America, America de Elia Kazan. Precisamente hasa América llega el protagonista de El padre (Nazaret, interpretado por Tahar Nahim, que puso cara a Un profeta) buscando a sus hijas, a quienes pierde la pista durante la guerra, y ansiando el terrible lujo que es vivir en paz cuando tu mundo se desmorona.

El padreLa película, con tintes épicos, explica su historia estructurándola a partir de dos cortes, de ahí que su título original sea The Cut: un primer corte lo separa con brutalidad de su familia para ser sometido a trabajos forzados y después a una muerte de la que logra escapar de milagro, y un segundo corte, en el cuello, a cargo de quien será al cabo su salvador, le deja sin habla. Tras lograr con infinito esfuerzo sobrevivir a un conflicto del que Akinc logra ni escatimar crudeza ni caer en lo morboso, Nazaret inicia un viaje con mil caídas y remontadas para dar con sus hijas, a las que sabe vivas, encontrando en el camino quien le ayuda y quien derrocha maldad, estos últimos sobre todo en grupo. Un compendio de personalidades propio de este tipo de obras.

Es interesante como Nahim, mudo durante la mayor parte de la trama, consigue una loable expresividad con su mirada, y cómo hace creíble la evolución interna de su personaje, desde la alegre inocencia, casi candidez, inicial, hasta la tristeza enorme y escéptica que le pesa como una losa al final de la historia, tras centenares de golpes; no vamos a adelantaros su final agridulce. Lo que sí se mantiene en él constante es su rechazo a la violencia, sin matices pero sobre todo cuando son sus víctimas los más débiles.

El padre puede gustar sobre todo a los aficionados al cine que combina épica y cierto intimismo. Contiene momentos verdaderamente recordables, como el de la emoción de Nazaret, refugiado en Aleppo, cuando descubre el cine de la mano de Chaplin (cine mudo como él). Os la recomendamos, porque logra emocionar y porque siempre es bueno traer a la memoria capítulos de la historia que, como éste, apenas se estudian en los colegios.

También os sugerimos no perderos Mandarinas, otro buen alegato contra la guerra que felizmente sobrevive en las carteleras.

 

 

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