¿Habéis escuchado a Jean Ferrat? La última película de Robert Guédiguian recupera sus canciones y su espíritu dentro de una historia planteada –se nos anuncia desde el principio- como una fantasía en la que, como ocurriera en Las nieves del Kilimanjaro pero aquí con una carga social mucho más suavizada, de cara aún más amable, el director rinde homenaje a la alegría de vivir de la gente sencilla y a la amistad.
Protagonizada por la musa y mujer de Guédiguian, Ariane Ascaride, a quien acompañan actores habituales en sus filmes como Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan o Jacques Boudet, en El cumpleaños de Ariane asistimos a las que parecen aventuras en el país de las maravillas de una mujer que ha preparado con mimo su tarta de cumpleaños pero que habrá de celebrarlo sola porque su marido e hijos han tenido otras prioridades.
Y aquí empieza el cuento: sale a la ciudad, por cambalaches de lo que podría ser la culminación de un mal día pierde su coche y su bolso, y, en un giro de su suerte, comienza a encontrarse con personajes que habitan un mundo mágico y paralelo en el que no parece manejarse el dinero y sí flota el joie de vivre mediterráneo. Ellos le ayudan a encontrarse a sí misma y a buscar su felicidad fuera del entorno conocido. Continuando con los cuentos, ella parece Blancanieves y el resto, sus siete enanitos, dentro de una narración llena de encanto con sus momentos de poesía, como sus conversaciones con la tortuga o su ayuda al ex vigilante de Museo para devolver al mar a los bichos disecados que añora y a los que habla en la distancia. Realidades y fantasías parecen fundirse; vida y teatro, en el escenario en que Ariane cumple su sueño de cantar, también.
El Guédiguian de hoy ha ganado ternura sin dejar de lado el retrato de los humildes: en lugar de mostrárnoslos como sujetos víctimas de la injusticia, nos los presenta como poseedores de la riqueza de la alegría.