I Congreso de Periodismo Cultural: preguntas y desafíos

13/04/2015

I Congreso de Periodismo CulturalHemos estado en el I Congreso de Periodismo Cultural que la Fundación Santillana ha organizado, los días 10 y 11, en el Palacio de la Magdalena de Santander en colaboración con la Fundación Botín y el Ayuntamiento de la ciudad. Pensábamos ofreceros nuestras conclusiones… pero tenemos muchas, muchas, más preguntas y muchas menos ideas claras a la salida que a la entrada. Nuestra única conclusión es que eso es bueno, así que compartimos con vosotros algunos debates del Congreso. Han anunciado que tendrá continuidad.

PERIODISMO CULTURAL: UNA IDENTIDAD

Frente al parlamentario, el económico o el deportivo, nos queda claro que una de las señas de identidad del periodismo cultural es su autocuestionamiento. Lo subrayaba Xavi Ayén, jefe de la sección de Cultura de La Vanguardia, que habló de la autocrítica intrínseca del género, derivada de que, en el fondo, la labor del periodista dedicado a cultura es muy difícil y tiene códigos propios. Una de las particularidades de esta sección es que ofrece más buenas noticias que otras, porque en ella, aunque lo negativo también vende, no es lo que más atrae.

Sergio Vila-Sanjuán, redactor jefe del suplemento Cultural/s de La Vanguardia, abría el Congreso haciendo algo de historia: hace cincuenta años no existía sección propia de la cultura en la prensa española, se reflejaba de manera transversal en el resto de las secciones y no existía especialización. La sección cultural de los periódicos nace y consolida en España una vez instaurada la democracia, como signo de cambio y, en paralelo, en los ochenta, se consolida también la industria cultural, débil en décadas anteriores y generadora de información fresca a cubrir.

Aquella década y la de los noventa fueron, según Vila-Sanjuán, los años dorados del periodismo cultural en nuestro país, que pasa prácticamente de no existir a expandirse y que entonces no tuvo nada que envidiar, según el responsable de Cultural/s, al de otros países europeos. A día de hoy nos encontramos ante un cambio de ciclo, en el periodismo cultural y en la cultura en general, ante una crisis de concepto, económica y de medios.

Vila-Sanjuán daba por hecho que el proyecto cultural español nacido en el 75 está agotado y se planteaba, y aquí empezaban las preguntas del Congreso, si el periodismo puede y debe ayudar a restablecerlo.

Eva Díaz Pérez, responsable de la sección de Cultura de El Mundo de Andalucía, abundaba en la fase de cambio y oportunidad en que nos encontramos, un momento idóneo para repensar el periodismo cultural y reflexionar. Eva defendió su visión del periodista como creador de temas, como profesional que debe superar su agenda de ruedas de prensa para plantear propuestas a un lector (u oyente o espectador) desorientado ante un exceso evidente de información. Eva fue la primera de muchos en alabar el periodismo de autor, de segunda velocidad, reconociendo que ese ideal choca con las inercias de la profesión al requerir una mayor profundización.

Abogó por que el periodismo cultural saliese de su sección, “acosada por el entretenimiento”, para convertirse en “crónica del presente” que encuentre el “pálpito de su tiempo”, en línea con el periodismo narrativo que cuaja en Sudamérica.

Borja Casani, editor ejecutivo de El Estado Mental, confesó sus dudas sobre si el periodismo en cultura puede o no transformar el mundo y sobre si nos movemos en una industria del entretenimiento a la esperar de ser capaces de poner en marcha una industria del conocimiento. Recordó que, del mismo modo que debemos pensar que el arte no es sagrado ni el artista un sacerdote, porque no nos descubren el mundo entero sino porciones de él, el periodista debe tener la humildad de convertirse en público a la hora de trabajar, teniendo en cuenta que el receptor, difuso, es el eslabón más confuso en la cadena de elaboración del producto cultural.

De público también habló Borja Hermoso, redactor jefe de Cultura de El País, que pidió pensar más en el lector y menos en editores, amigos e intereses; pero en un lector en general, no en el de tu periódico en particular. Desde su punto de vista, el periodismo ya no está en un periodo de reconversión, porque esta ya ha finalizado, sino en una etapa de adaptación, de ajuste a la misma.

Javier Torres, jefe de Cultura de la Cadena SER, abundó en esa idea de que el periodista no debe ser protagonista; opinó que los principios del periodismo cultural deben ser los mismos que los del periodismo en general (como hicieron Riaño y Caparrós), y demandó mayor espacio para disciplinas hasta ahora dejadas a un lado, como la danza y la poesía contemporáneas, la música y la videocreación, preguntándose por qué en este congreso no estaban presentes críticos de danza ni periodistas musicales, por qué se decide que cierta cultura es centro y cierta otra es periferia o por qué las artes escénicas desarrolladas en las comunidades autónomas apenas alcanzan proyección en los medios nacionales.

Para Torres, a veces la información sobre derechos y gestión cultural es más relevante que la relacionada con productos creativos. El periodista de la SER se mostró convencido de que la cultura es una forma de estar en el mundo y de que es vital preservar su diversidad.

Antonio Lucas, periodista de El Mundo, hizo bandera de una escritura fuerte, potente, en el caso de la cultura en papel. Esta sección puede dispensar al público el disfrute de la lectura, así que el aval que al periodismo cultural le queda es que esté bien escrito. El buen periodista cultural, dijo Lucas, imprimirá un pálpito particular a cualquier información que escriba en otras secciones. Disiente de quienes creen que la información es un servicio público, considera el periodismo un negocio, con interés público eso sí.

Joana Bonet, articulista de La Vanguardia y ex directora de La Vanguardia, se preguntó por qué se hablaba poco en El Congreso sobre las imágenes del periodismo cultural, cuando suponen un estímulo narrativo en diálogo con el texto, y abogó también por que la cultura colonizase otras secciones, por la mirada atenta, la subjetividad y la huída del tópico.

Según Guillermo Balbona, de El Diario Montañés, la misión del periodista es contar historias, provocar complicidad, tratar de contar las cosas de otra manera y primar la claridad frente al ruido, ser activista y agitador, recobrar la cultura urbana para el público y escuchar, nunca ser un mero escaparate.

Concha Barrigós, redactora jefe de Cultura Ocio y Espectáculos de la Agencia EFE, se refirió al trabajo de los periodistas culturales en agencias: crean noticias con inmediatez, pero también procurando la profundidad y el mimo.

MEDIACIÓN O DENUNCIA, MEDIACIÓN Y DENUNCIA. ¿CULTURA AMENA? ¿PERIODISMO CULTURAL PARA VENDER ENTRADAS?

El punto de vista que debe adoptar el periodista cultural a la hora de informar fue otro de los asuntos más debatidos. Eva Díaz Pérez habló de su función divulgativa, de la importancia de convertir la información cultural en un puente entre el mundo erudito, académico o crítico de la creación, y el público. Para ello debe combinarse, en su opinión, lo ameno y lo elevado y el cuidado del lenguaje; en suma: la apertura y la excelencia.

Xavi Ayén ampliaba: no debemos limitarnos a informar de los productos que ofrece la información cultural, tarea que es necesaria pero no fundamental. ¿Qué es lo relevante de verdad? Analizar su mensaje, insertar espíritu crítico. El de La Vanguardia dio pie a otro de los caballos de batalla del Congreso: la frontera entre información y publicidad, al afirmar que no trabaja para que se vendan libros, sino para “explicar lo que pasa”. Demandó también prestar mayor atención al público hispanoamericano y atender al auge allí del periodismo narrativo.

Respaldó sus opiniones Toni Puntí, director y presentador hasta ahora del programa cultural Ànima de TV3, que afirmó trabajar sin afán de prescripción, como intermediario crítico capaz de mirar, explicar y ofrecer un enfoque y no como vendedor de entradas. Señaló esa condición tan comúnmente impuesta a los programas culturales de que sean breves, con ritmo y entretenidos, sin tener en cuenta que el acercamiento a la cultura necesita de tiempo, de la creación de un clima y de cierta concentración.

Angélica Tanarro, coordinadora del suplemento literario La Sombra del Ciprés de El Norte de Castilla, pidió también “apartarse del ruido, fijar la mirada y provocar la reflexión”, seleccionar los contenidos por su oportunidad o abordarlos desde un enfoque diferente, y discriminar, porque, en su opinión, se han perdido ciertos contenidos especialmente densos para caer en otros más livianos que sumen público a la causa cultural; se preguntó Tanarro si todo contenido vale y si es posible establecer una definición de cultura no canónica pero sí orientativa, porque el término, dijo, de tanto estirarse ha quedado flácido, como apuntaba Vargas Llosa en el ensayo “La sociedad del espectáculo”. Crónica y crítica, opinó Tanarro, son los elementos fundamentales del periodismo cultural, y requieren una formación que no se alcanza fácilmente, pero que, en línea con lo propuesto por Díaz Pérez, no tiene que generar necesariamente contenidos elitistas.

Sergi Doria también confía en el equilibrio entre la necesaria divulgación y la no trivialización, y Fátima Uribarri Bilbao, periodista especializada en cultura de XL Semanal, fijó como su objetivo enseñar cosas desconocidas sobre figuras o hechos muy conocidos pensando en un lector heterogéneo. El proceso es largo: primero investiga a fondo los temas, después poda toda la información recogida y finalmente trata de contarla de manera atractiva, elegante, comprensible y bien escrita. Aspira a un periodismo de largo aliento, a que los contenidos de su dominical se sigan leyendo durante la semana.

Peio H. Riaño, redactor jefe de Cultura de El Confidencial, se refirió a los ochenta como etapa en que se impuso que, en beneficio de un lavado de imagen del país, en la sección cultural había que celebrar y no cuestionar, y según cree, así seguimos. Recordó que muchas nuevas empresas de comunicación nacen sin secciones de cultura y que el periodismo cultural se observa a menudo como complementario y no sustancial porque ha establecido unas normas propias que han desvirtuado lo esencial de su oficio: el periodismo, convirtiéndose la promoción en información y perdiendo de vista que esta última es un servicio público, dijo, orientada a informar sobre lo no transparente. Planteó Peio que urge responder por qué es necesaria la sección de cultura, “morder más y relamer menos” y entender que el periodista no es un escaparatista, ni la noticia, un producto. El de El Confidencial no cree, a diferencia de posturas anteriores, que el periodista tenga que ser mediador, sino denunciante, y apuesta por la duda y la pregunta como sus obligaciones básicas.

Algunas de sus ideas las compartió Martín Caparrós, que se preguntó por qué el adjetivo “cultural” ha modificado tanto el sustantivo “periodismo” que lo ha convertido en otra cosa, en un periodismo pasivo y receptivo, un oxímoron, con la coartada de que, como la cultura es buena, difundirla es bueno también. Dijo Caparrós que el mal periodista es el que sabe mucho más de lo que cuenta, y el bueno, el que cuenta todo lo que sabe, desentrañando activamente temas y defendió que puede escribirse contra el público, entendiéndolo como masa a contentar, y no siempre a su favor.

Para Caparrós, la calidad a veces exige dificultad y la dificultad puede hacer que el lector se incomode. En este punto hubo disonancias por parte de quienes defendían la opción de unir divulgación y calidad.

Xesús Fraga, periodista de La Voz de Galicia, se mostró de acuerdo con Riaño en que “periodismo es publicar lo que tú no quieres que publique, lo demás son relaciones públicas” y afirmó, desde su experiencia en el diario gallego, que hemos fracasado a la hora de crear en España una sensibilidad cultural multilingüe, dentro y fuera de las comunidades (seamos capaces de leer en las lenguas de nuestro país, las fronteras son mentales).

Pepe Ribas, fundador de la mítica revista Ajoblanco, pidió no caer en el cabreo o la desilusión, sino emprender combate desde la creencia de que el periodismo cultural es un arma de conocimiento y un instrumento para la educación. En su opinión la cultura no puede enseñarse y debe ser fruto de un autoaprendizaje que conduzca a la independencia, aunque sí reivindicó la relevancia de la presencia de las humanidades en la enseñanza media, recordando que una educación deficiente y la escasa lectura no favorecen el interés por los contenidos culturales y sí la pérdida de capacidad crítica frente a la propaganda. Como la pescadilla que se muerde la cola, una sociedad más culta incentivaría el deseo de mejorar de los periodistas en el tiempo en el que estamos, tenso pero “lleno de sorpresas y satisfacciones”.

Alertó Ribas de la existencia de un periodismo cultural ideologizado, y también del que se orienta más hacia el espectáculo que hacia el contenido y de dos problemas esenciales: la falta de tiempo y dinero, necesarios a la hora de profundizar y contextualizar. Recordó que en Ajoblanco no primaba la actualidad, sino que se servían de ella para otros fines.

I Congreso de Periodismo Cultural: preguntas y desafíosPROFUNDIDAD Y SABERES DEL PERIODISTA CULTURAL

Josep Pla dijo que los saberes del periodista cultural son oceánicos pero con un palmo de profundidad, aunque generó consenso la cita de Borja Casani a Josep María Esquirol: hay que llegar a la profundidad a través de las grietas de la superficie.

Aunque Caparrós creía que el periodista tiende a guardarse información, Sergi Doria piensa más bien que los periodistas saben, en realidad, menos de lo que cuentan, y como muestra, el botón del tertulianismo. Nos gustó su referencia a la filósofa Simone Weil para definir la cultura como educación de la atención. Aunque citó Internet como una de las grandes fuentes actuales del periodista, el crítico de ABC defendió que para navegar bien por la red también es necesaria una formación cultural que permita, por ejemplo, no etiquetar como novedad lo que no lo es. Para Doria, sólo se logrará que las secciones de cultura sean valoradas cuando sus periodistas se preparen y busquen la excelencia. Lo secundó Guillermo Balbona, de El Diario Montañés, “cuantos más saberes, mejor”.

Carmen Lobo, redactora jefe de Cultura de La Razón, opina que los saberes del periodista cultural pueden ser los saberes de un periodista cualquiera y que puede hablarse de cualquier tema siempre y cuando sea haciéndolo accesible a un público diverso, sin caer ni en la pedantería ni en la banalización.

Manuel Pedraz, director de Historias de Papel de RNE, planteó por su parte la posibilidad de implantar la enseñanza del periodismo cultural en las universidades y de fomentar el asociacionismo en el sector.

CRÍTICO O CÍTRICO

Manuel Pedraz señaló la relevancia de diferenciar información de opinión, considerando la primera básica para conservar la capacidad de elección del receptor. Se preguntó si la obligación de informar es compatible con la voluntad crítica; para Ribas sí, ha de informarse críticamente.

¿Es periodismo la crítica?, preguntó Juan Cruz. Hubo diversidad de opiniones. Guillermo Balbona y Hermoso creen que sí, aunque, para este último, la influencia de la crítica se reduce y será difícil sustituir en la actualidad su pasada capacidad de prescripción. Al hilo de los distintos oficios, Cruz por cierto cree que no se puede poner en duda la honestidad de quienes escriben sobre libros sólo porque ellos escriban libros también.

Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana y de El Boomeran(g), hizo hincapié en distinguir el discurso de la crítica del discurso del resentimiento. En su opinión, la gran crítica ayuda a entender una obra y a contextualizarla y la despiadada, aunque pueda parecer lo contrario, es marginal.

EL RETO DE LA INDEPENDENCIA

Pepe Ribas, Riaño y Casani se refirieron en varias ocasiones a su importancia. El editor de El Estado Mental indicó que las endogamias entre periodismo, política y finanzas son contrarias a la recepción sensible de la información cultural, y Ribas fue más allá, afirmando que las revistas culturales no deberían incluir publicidad para garantizar su independencia, ya que la propaganda conduce al falseamiento.

Para evitar la censura derivada de razones económicas, propuso la agrupación de publicaciones para generar redes de distribución propia. Lo dijo Antonio Iturbe, director de la revista digital Librújula: la auténtica independencia es la económica.

EL DESAFÍO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

Angélica Tanarro se refirió a ellas como un “mundo aparte” donde conviven lo mejor y lo peor de la profesión periodística sin que las fronteras estén siempre bien definidas; Peio H. Riaño defendió que no importa el formato sino el contenido y Fátima Uribarri señaló que, precisamente en el campo de la cultura, los nuevos medios y los tradicionales tienen mucho en común.

Marga Meoro, directora de Marketing y Desarrollo del Centro Botín, aportó el punto de vista de los departamentos de comunicación de las instituciones, que mantienen una relación de mutua necesidad con los medios y que tienen entre sus objetivos facilitar el trabajo de profundización de los periodistas. Tratan de informar de la actividad y exposiciones de los centros de la forma menos críptica posible, haciendo digeribles estos contenidos a un público que puede ser especializado o no, habida cuenta de que las explicaciones de los comisarios a veces parecen dirigidas a su propio colectivo. Entiende la contextualización, la decodificación y la profundización como labores claves del periodista cultural, en línea con las ideas de Berna González Harbour, editora de Babelia, que define el ejercicio del periodismo como la tarea de contar cosas complicadas de forma sencilla. Meoro se refirió a los medios online como una oportunidad para las instituciones si se saben aprovechar generando contenido propio para ellos, por la posibilidad de romper periferias.

Carles A. Foguet, coordinador de la revista Jot Down, explicó que los redactores de su medio no son periodistas, son en primer lugar lectores, y que los contenidos de Jot Down se definen, además de por su conocida larga extensión, por su pretensión de calidad, la ausencia de noticias que lleven a caer en el cepo de la inmediatez y por otra ausencia, ésta por descuido: la de una línea editorial, lo que no implica inexistencia de principios; hay método en la locura, cierta ecuanimidad. Dicen escribir lo que ellos querrían leer, y afirma Foguet que ser sus primeros lectores incrementa su nivel de exigencia.

Giselle Etcheverry Walker, subdirectora de la Fundación Santillana y de El Boomeran(g), señaló la diversificación de públicos y la no limitación de espacio como las grandes ventajas de los medios online y el difícil modelo de negocio, la escasa profesionalización y la saturación de información como algunas de sus desventajas.

Marta Peirano, directora de Cultura de ElDiario.es, recordó que los periodistas online escriben pensando en Google, lo que quizá sea de sentido común desde el punto de vista empresarial, pero no desde el del lector o el del propio redactor. En Internet todas las noticias parecen importantes a la hora de ganar visitas, páginas vistas e impresiones, así que se publica todo lo que se puede, convirtiéndose el lector online, cada vez más, en un lector de titulares y, aunque la red ahorra los costes de la impresión en papel, no se invierte la ganancia en incrementar equipo. Eso sí, las ventajas de los medios online, por lo demás, son muchas: permiten ofrecer contenidos más amplios, incluir videos y entrar en ricas divagaciones.

Retomando las opiniones de Peio H. Riaño, Marta afirmó que la cultura está en guerra, en muchas ocasiones, con las instituciones que la alimentan y que, si bien señalar los puntos negros de la gestión es necesario, caer únicamente en ello sería contraproducente. Aboga por unir denuncia y mediación; si el periodismo es un infierno, “por encontrar en el infierno lo que no es infierno, y darle espacio y dejarlo respirar”.

Emma Rodríguez, directora de la revista digital Lecturas Sumergidas, dijo en Santander que no hay razón objetiva para pensar que los contenidos culturales en Internet no interesan, porque la calidad cabe en formatos tradicionales y en el digital y los contenidos elaborados con criterio generarán atención en cualquier etapa y espacio. Para Rodríguez, la credibilidad de un medio no es la de su marca sino la de sus profesionales, en papel, en medios audiovisuales o en la web.

Y hablando de Internet, nos sorprendió la respuesta de un joven (no por lo dicho, sino por la condición de joven) al comentario de Berna González Harbour de que el pasado sábado las visitas al portal de Babelia desde redes sociales superaron a las directas o las procedentes de buscadores. Un nativo digital confeso de 25 años opinó que lo importante no era entrar a los contenidos culturales online, sino quedarse y leerlos, y avisó: las RR.SS son un arma de doble filo y pueden originar serios problemas de comprensión lectora en los internautas de menor edad.

RADIO SUPERVIVIENTE Y MAGIA. LA TELE, ¿AUDIENCIA O PRESTIGIO?

Toni Puntí, de Ànima (TV3), lo tuvo claro: audiencia con prestigio. A su manera y saltando al papel, Valerie Miles, editora de Granta en español, está de acuerdo: le importa llegar al número de lectores que su revista literaria tiene que tener, no más pero tampoco menos.

Puntí manifestó su fe en que las secciones y programas de cultura pueden contribuir a construir una sociedad más culta, sensible, y quizá también, por qué no, entretenida, y señaló esa condición tan comúnmente impuesta desde las alturas a los programas culturales de que sean breves, con ritmo y entretenidos. No es un problema únicamente de medios audiovisuales: Manuel Llorente, redactor jefe de Cultura de El Mundo, y Fátima Uribarri, también incidieron en el poco espacio concedido a la cultura en prensa escrita, que obliga a elegir muy mucho por qué apostar, y señaló Llorente cierta tendencia a prestar más atención a las citas internacionales que a las de dentro de nuestras fronteras. Javier Torres vinculó estas elecciones a nuestros territorios mentales y afirmó que dar cabida a disciplinas escasamente tratadas en los medios es uno de los grandes desafíos del periodismo.

Puntí, como César Coca, adjunto a la dirección y coordinador del suplemento Territorios de El Correo Español de El Pueblo Vasco, hizo hincapié además en la necesidad de conquistar al no público mejorando nuestra capacidad de seducción, de cuidar que esa audiencia se cree, y alabó la experimentación: cuando se practica los resultados son muy desiguales, pero interesantes.

Baltasar nos invitó a reflexionar por qué a menudo tendemos a considerar que los medios audiovisuales banalizan la cultura, y no pensamos lo mismo de un diario que puede tener mayor audiencia, y en esa estela, Ignacio Vidal-Folch, colaborador de El País y la revista Tiempo, recordaba que existe cierto prejuicio social que convierte televisión y cultura en polos opuestos, por eso, según Mara Torres, es más fácil reconocer que leemos y vamos al cine que que vemos con frecuencia la tele. La presentadora de La 2 Noticias de TVE subrayó que, aunque a pie de calle a veces se diga otra cosa, existe oferta cultural en televisión, pero su audiencia no es elevada, por eso se preguntó cómo convencer al no público de que la vea. ¿Cifras? Un 2% de televidentes ve programas culturales frente a un 98% que ve otros programas. Dicho así suena descorazonador, pero Luis Felipe Torrente, coordinador de Cultura y Ficciones de CTXT. Contexto y Acción, recuerda que es una cifra importante si la comparamos con los compradores de otros productos culturales, y que la caída de audiencia en los informativos cuando se habla de cultura es una leyenda urbana: una entrevista en Cuatro de Iñaki Gabilondo a Sánchez Ferlosio no bajó el share en sus 20 minutos de duración.

Mara plantea que, quizá, la televisión no necesita a la cultura para sobrevivir, en vista de sus cifras de audiencia, y que hay que encontrar el modo de qué los televidentes crezcan o bien rendirnos a la idea de que la cultura tampoco necesita ser proyectada en un medio masivo como la televisión, del mismo modo que grupos indies que llenan conciertos no necesitan Los 40 Principales. A lo mejor, piensa Torres, hayamos metido a la cultura en una urna de cristal en la que no caben polémicas ni debates y la hayamos alejado del público. ¿Hay que sacarla de ahí?

Óscar López, director y presentador de Página Dos de TVE, apuntó a los despachos: cree que como los directivos no leen o no van al cine, piensan que los espectadores tampoco lo hacen. Si les interesara la cultura, fueran valientes y se atrevieran a introducir formatos novedosos, apuesta por que la situación cambiaría.

Otro debate: ¿faltan contenidos específicos para los jóvenes, en éste y otros medios? Desde el público se dice que no se entienden sus códigos de comunicación, y que sí les interesa la cultura, pero no la que absorben los adultos, que las nuevas generaciones no leen, por ejemplo, Babelia. A lo que López replica que, a lo mejor, deberíamos educarlos para que sí lo hicieran.

¿Y qué hay de la cultura en la tele privada? En el Congreso hubo posiciones encontradas entre quienes defendían la libertad empresarial de programar libremente, aunque la cultura esté ausente, y quienes señalaban que las frecuencias son públicas. A Torrente le llama la atención que no ofrezcan cultura cadenas dirigidas por quienes hicieron fortuna con los libros…

Viajamos a las ondas. Manuel Pedraz se refirió a la precariedad y a la escasa capacidad de selección como males del periodismo cultural en radio, un medio que él llama de clase media por su público amplio y plural. Alabó el trabajo solitario y vocacional del periodista de provincia y señaló que no debería haber demasiadas distinciones entre radio pública y privada en cuanto a programación cultural porque en ambos casos existe la obligación de acercar la cultura a todo tipo de oyentes. Lo mismo opina Ignacio del Valle, director de la sección cultural Afinando los Sentidos de Onda Cero Radio. Pedraz tiene clara la labor mediadora de su programa: considera que, dados los índices de lectura, el objetivo prioritario es su fomento, más que la recomendación de unos u otros libros en concreto.

Opina Pedraz, como otros ponentes, que la presencia de cultura en las programaciones debería ser más transversal y cita la posibilidad de colgar podcasts en Internet como vía para mejorar la limitación que el tiempo imprime a su medio.

Tomás Fernando Flores, director de Radio 3, puso optimismo y contradijo a varios: cree que la cultura se encuentra en un momento envidiable, no así su relación con los medios y la industria cultural. Contó que su cadena ha duplicado audiencia en tres años porque ellos mismos se han convertido en actores de la cultura y no en meros transmisores, adaptándose a los intereses de las nuevas generaciones.

Flores también cree que en las radios hay demasiada gente que se cree más importante que los creadores y que obvia al público y advirtió que nuestro tiempo obliga a buscar constantemente nuevos formatos y que, en medio de este cierto caos, la radio es el único medio de comunicación que no ha perdido oyentes (en su caso).

Ana Romaní, directora del programa Diario Cultural de la Corporación de Radiotelevisión de Galicia, abogó por una radio de proximidad, menos jerárquica e impositiva y más propicia para hablar de cultura, recordando que la divulgación de ésta como función social se encuentra desde sus inicios en el ADN de la radio.

Critica que se haya dado más importancia a la inmediatez que a ese potencial divulgador de cultura, al relato demorado y al rigor, y defendió que la radio aún puede contar las cosas de otra forma. Se preguntó cómo transmitir que un poema es la noticia cuando las redacciones se medio abastecen de profesionales multiuso y apeló a la dimensión sonora de la cultura. Señaló la dificultad de trabajar con un material tan sensible y el reto de atraer el interés de la audiencia renovando formatos y de mantener un lenguaje riguroso evitando la reiteración y la laxitud.

Ignacio del Valle subrayó la importancia de ser honesto en lo que se recomienda y creativo a la hora de programar contenidos y estructurarlos, combinando lo denso y lo ligero o mainstream. Considera fundamental buscar la amenidad, y cita a Cervantes: “contar de forma que enseñe y deleite a un mismo tiempo”. Entiende por cultura todo, todo, salvo la prensa rosa, y defiende que la cultura puede dar dinero si se gestiona adecuadamente.

Ana Borderas, voz hasta este año de La Hora Extra, puso cara a los drásticos recortes de personal en las redacciones de cultura de las radios: en la de su cadena se redujo de tres a dos periodistas. Insistió en las posibilidades de aprender de los oyentes y de divulgar la cultura local.

LA PASIÓN DE EL EXTRARRADIO

María Jesús Espinosa de los Monteros y Olga Ruiz cautivaron a la audiencia e insuflaron aire fresco al hablar de El Extrarradio, la radio digital y de autor que pusieron en marcha, sin ánimo de competencia, cuando perdieron sus anteriores trabajos. Desde la creencia de que al nuevo periodismo le corresponde un nuevo receptor y de que es fundamental la independencia, no programan novedades sino que tratan otro tipo de temas que complementan los de los grandes medios, sin límite de extensión.

Defienden un periodismo experiencial que pueda causar dolor o placer en quien escucha y, siguiendo los consejos de Julio Camba en Maneras de ser periodista, quieren tratar al oyente como igual, como confidente y amigo al que mimar y respetar y al que no ocultarle nada.

Internet les permite hacer un periodismo artesano en el que no perder la tradición es sello de modernidad.

Olga Ruiz criticó el amateurismo, presente por igual en medios nuevos y convencionales, definiéndolo como mediocridad contraria a la pasión por el oficio.

Los comentarios están cerrados.