Seguramente nunca la ecología ha sido tan necesaria, por eso crecen las voces que demandan que el consumo lógico de moda sostenible no sea tendencia, sino simplemente un ejercicio de sentido común. Se calcula que la moda ética viene creciendo a un ritmo de un 30% anual, y tras varios años haciendo oídos sordos, la mayoría de las empresas están tomando nota. Una señal (otra más) de que los consumidores tenemos mayor poder, a través de lo que compramos, del que creemos y del que hemos descubierto.
Es posible que lo que compramos y la frecuencia en la que lo hacemos cambiase si, además de pensar en el producto que adquirimos, reflexionásemos sobre el proceso del que es fruto: distribución, embalaje, confección, corte, tintado, selección o cultivo de materias primas…y en el impacto medioambiental que esos pasos ocasionan.
Cuando Katherine Hamnett, pionera de la moda ecológica en Gran Bretaña, inició a finales de los ochenta sus estudios sobre el impacto de la industria textil en la naturaleza, comprobó las consecuencias sociales y medioambientales del cultivo masivo del algodón, lo que cambió su forma de hacer ropa para siempre. Al principio se rechazaron sus ideas por radicales, no logró el compromiso de las empresas con las que trabajaba y tuvo que dejar de producir, pero en 2004 retomó su labor, controlando el proceso para que todos los peldaños de su cadena de abastecimiento fueran respetuosos con la naturaleza y se pagase justamente a los trabajadores de comunidades africanas que producen sus fibras naturales. El resultado llegó a largo plazo: logró posicionarse como experta en manufactura ética, medioambiental y sostenible.
Según estudios recientes, a la mitad de los británicos les preocupa el impacto medioambiental de lo que compran; al 85% la explotación laboral y al 95% el trabajo infantil; queda por analizar hasta qué punto esos datos inciden en la cuota de mercado de las firmas. Además, diversas firmas están logrando que los productos ecológicos y éticos o de comercio justo, a los que asociamos una imagen tradicionalmente menos lograda que al resto, sean muy deseables.
En 2005 Bono y su mujer pusieron en marcha Erdun, firma ecológica y de comercio justo que trabaja con comunidades de Perú, Tunez, India, Kenia, Uganda o Madagascar, entre otros países, con precios desde 30 a 400 euros. La firma Sans trabaja con soja, algodón orgánico y seda salvaje en prendas modernas y apetecibles; compra tejidos en siete países y recicla materiales, y Osklen, Noir o Lutz & Patmos han cultivado el lujo ecológico.
Como es bien conocido, Stella McCartney no usa pieles ni cuero, sí algodón orgánico, e intenta que sus materiales sean lo más naturales posible. También creó la primera línea cosmética de lujo. Por su parte, People Tree logró pasar a la historia como la primera marca de comercio justo que accede al mercado masivo (vende en Oxford Street).
En la red, la moda verde se extiende con más facilidad y paralelamente organizaciones como Intermón Oxfam, Ideas, Greenpeace o Ecología y desarrollo trabajan por integrar criterios de sostenibilidad en el sector textil. También existen líneas ecológicas en firmas de yoyería, lencería y accesorios.
Cada vez son más las líneas de gran consumo que trabajan con algodón orgánico o lanzan líneas en esta fibra. Según Hamnett, este material cuenta con enormes ventajas sociales porque se calcula que unas 20.000 personas mueren al año por intoxicaciones accidentales producidas por pesticidas en la producción convencional. Es importante que este tipo de artículos lleven certificados de organizaciones internacionales que garanticen su origen y certifiquen que, verdaderamente, son prendas libres de tóxicos.
En 2006, Greenpeace involucró a las marcas en la campaña Moda sin tóxicos, que demandaba la aprobación de una ley que hiciera responsable a la industria química de sus sustancias y controlar las que afecten a la salud y al planeta. Entonces aceptaron el reto de diseñar ropa sin tóxicos Agatha Ruiz de la Prada. Ion Fiz, Carlos Díez, David Delfín, Carmen March…
Inditex analizó sus tejidos y buscó otros similares libres de tóxicos, demostrando que la sustitución es viable, y Mango y Camper acordaron con Greenpeace trabajar para hacer esa sustitución también. En junio de 2007 entró en vigor una nueva legislación europea sobre sustancias químicas que no incorporaba todas las demandas que las asociaciones ecologistas realizaban pero sí suponía un avance respecto a la ley anterior (con más de cuatro décadas de vigencia) y recomendaba a las empresas trabajar sin tóxicos.
¿CUÁNDO PODEMOS DECIR QUE UNA FIRMA ES ECOLÓGICA?
Cuando en toda su cadena de abastecimiento se respeta el medio ambiente, reciclando, sustituyendo tóxicos, usando sustancias biodegradables cuando sea posible y cultivando sin pesticidas. El comercio ético garantiza, además, que se respetan los derechos de los trabajadores en cada peldaño de la cadena y el comercio justo va más allá: los comerciantes se asocian con productores en países del Tercer Mundo para lograr el desarrollo (sostenible) de sus comunidades desfavorecidas.
Con un intercambio comercial justo, ponen comida en las mesas y permiten que vivan y trabajen con dignidad.
¿QUÉ PODEMOS HACER INDIVIDUALMENTE?
Tomar conciencia del problema, para que la industria también lo haga. Si nos mantenemos alerta ante estas cuestiones y evitamos comprar en las firmas que sabemos que no tienen voluntad de cambio, la industria tomará nota.
Evitar el consumo absurdo. Implica un gasto energético y en materias primas muy grande y fácilmente controlable. Es preferible comprar poco y bien, lo que necesitemos y deseemos, pero con cabeza.
Comprar orgánico, de comercio justo y ético, siempre que tengamos la alternativa. Aunque ahora sea un poco más caro, con el tiempo y el crecimiento de los consumidores estas prendas se harán más asequibles y entrarán con más empuje en el mercado masivo.
Lavar las prendas en frío con la lavadora cargada (cuando sea posible) y secar de forma natural, para ahorrar energía.
Reciclar la ropa. Según algunas encuestas, consumimos el doble de kilos anuales de ropa que hace diez años. Tal volumen genera un importante problema de residuos.
Si eres un joven diseñador con preocupaciones ecológicas, investigar materias primas y procesos y familiarizarte con las certificaciones medioambientales y su significado.
Apoyar lo artesanal y las formas de producción con menor impacto medioambiental.